Inesperadamente, Huawei ha puesto a la venta su nuevo smartphone Mate 60 Pro, dos semanas antes de su presentación oficial, gesto que se ha interpretado como un desplante a la secretaria de Comercio de Estados Unidos, Gina Raimondo, quien en esos días buscaba en Pekín la cuadratura del círculo: promover una mejora de los intercambios entre los dos países a la vez que defender las restricciones al acceso de China a la tecnología estadounidense. En consecuencia, toda la atención se ha desplazado a las posibilidades de que la empresa, y por extensión, sus proveedores locales de componentes, vuelvan a dominar el mercado chino, en el que Apple ha ganado ventaja gracias a esas restricciones.
La política comercial de la administración Biden – componente esencial de su política exterior – se propone impedir que China alcance sus objetivos de autonomía en el diseño y fabricación de semiconductores. En esa misión cuenta con el inusual apoyo de los republicanos porque, en la práctica, la actitud de Joe Biden es más educada pero no menos enemiga de China que la de Donald Trump. Raimondo ha insistido durante su viaje a Pekín – en el que le acompañaron periodistas tecnológicos – que la actual administración es partidaria de reforzar el comercio con China en las áreas que carezcan de relevancia para su propia seguridad.
Sea cual sea la premisa, provocar el colapso de Huawei sigue siendo una pieza clave, lo que provoca como reacción que Pekín se comprometa a sostener a cualquier coste la resiliencia de la empresa, cuyos productos han sido expulsados de los mercados occidentales.
Los smartphones son sólo la cara más notoria de la múltiple oferta de Huawei y por eso mismo han sufrido ostensiblemente el impacto de las sanciones. La compañía ha hecho saber que espera fabricar 30 millones de unidades este año (estirándose mucho, 40 millones). Muy lejos de los 218 millones que despachó en 2019, pero una auténtica hazaña comparada con los 19,4 millones del año pasado. No tiene la pretensión de regresar a los mercados perdidos (al menos mientras no cambie el contexto) pero sí de recuperar la primacía el primer puesto en el mercado chino y, por extensión, en otros regionales. Para materializarlo, necesita procurarse procesadores y componentes que tiene vetado adquirir en aquellos países que se rigen por las reglas de Washington, que a estos efectos son todos menos la propia China.
Era imprescindible conocer las tripas del Mate 60 Pro y averiguar de dónde proceden. Una empresa canadiense, TechInsights, se apresuró en el despiece y llegó fácilmente a la conclusión de que el smartphone alberga un microprocesador etiquetado como Kirin 900S, cuya densidad de 7 nanómetros, una primicia para China, está dos generaciones detrás de la de 4 nm que ya producen masivamente TSMC y Samsung. Ha sido diseñado por HiSilicon, filial de Huawei y todo indica que ha sido sido fabricado por SMIC, otra proscrita por Estados Unidos y sus aliados. De momento, sólo se puede comprar online en China a 7.000 yuanes, equivalentes a 960 dólares.
En teoría, para fabricar este chip habría sido necesario que SMIC contara con maquinaria y software cuya fuente sólo podría ser Holanda (o Japón), donde los interesados niegan que pudiera obtenerse ilegalmente. Lo que deja sólo dos posibilidades: el contrabando (la más plausible) o el robo de propiedad intelectual, que no sería nada excepcional.
Un segundo componente de importancia, dos chips de memoria presentes en el despiece del Mate 60 Pro, plantean un problema más arduo: se ha identificado que proceden de la empresa coreana SK Hynix, que por su parte afirma cumplir escrupulosamente el bloqueo. Pudiera ocurrir que Huawei dispusiera de inventario adquirido legalmente antes de la sanción o – lo más verosimil – que se lo haya procurado en un mercado secundario. En los dos casos, hay motivos para dudar de que tenga cantidad suficiente para cumplir este año su objetivo comercial. Más allá, todo puede suceder.
La verdad es que muy poco se ha divulgado acerca de las especificaciones del Mate 60 Pro, aunque las páginas web chinas le atribuyen un rendimiento equivalente al de otras marcas con la tecnología 5G. Días después, llega el anuncio impreciso de un smartphone plegable al que se atribuye conformidad con ese estándar. No hay más detalles, pero Huawei quiere hacer saber que las restricciones han hecho poco daño en su actualización tecnológica.
La dificultad de acceder a semiconductores avanzados para sus dispositivos no es el único obstáculo. Tal vez sean más graves los inconvenientes de no poder usar el sistema operativo Android, que cercena su clientela. Para ocupar su lugar, Huawei ha desarrollado Harmony, que va por su versión 4.0. Su penetración es bajísima y es uno de los factores por los que Huawei ha renunciado de facto a ser una marca global, replegándose a jugar un papel sólo en el área de influencia china.
El principal damnificado por la aparición del Mate 60 Pro será Apple, que ha sabido aprovechar las sanciones contra Huawei para ganar cuota en el mercado chino, del 15% al 20% según la consultora Counterpoint. Una circunstancia añadida es la “recomendación” de que la norma vigente para los funcionarios del gobierno central se extienda a todos los niveles de la administración y empresas públicas: usar como móviles de función exclusivamente dispositivos de fabricación nacional. La preferencia por Huawei es un hecho conocido, aunque muchos de esos funcionarios, en su vida personal, suelen preferir iPhones por razones de estatus.