Una de las líneas estratégicas de Hewlett Packard Enterprise (HPE), quizás poco notoria, es reforzar su papel entre los líderes del ascendente mercado de High Performance Computing (HPC), más conocido como supercomputación. Por esta razón compró en noviembre la empresa especializada SGI, nombre tradicional en ese mercado. Más recientemente, en agosto, la NASA envió al espacio un superordenador de la familia Apollo, diseñado y construído con componentes estándar pero alojado dentro de un armario estanco y con ligeras variaciones de software. Tiene el propósito de comprobar que esta tecnología puede funcionar sin problemas en la Estación Espacial Internacional (ISS) durante un año completo.
¿Por qué un año? Esta duración se ha definido en virtud de que sería el tiempo que tardaría una nave espacial en llegar a Marte – objetivo del que habla la administración Trump – y la distancia hace inviable que los cálculos se puedan hacer remotamente como ahora: Marte está a 26 minutos luz de la Tierra. Sin prejuzgar sobre futuros contratos, esta experiencia es para HPE un salto adelante en su estrategia de HPC. Entre tanto, el hecho incuestionable es que los astronautas a bordo de la ISS necesitan capacidades de computación de alto rendimiento para sus complejos experimentos.
Asimismo, en la perspectiva de una reanudación de la exploración lunar – otro tema de impacto mediático – sería necesaria una máquina capaz de procesar y almacenar datos, así como secuenciar tareas de múltiples subsistemas. También de resistir errores inducidos por la radiación, operar en condiciones de vacío y soportar temperaturas en el rango de -40 a +70. El ordenador enviado en agosto no responde a todas esas exigencias, pero está protegido de las radiaciones solares. Según la información facilitada por HPE, el sistema está diseñado para reducir su actividad al mínimo en situaciones de radiación extraordinaria.
Para bien o para mal, la percepción del público sobre el papel de los ordenadores en el espacio está asociada con el impertinente y vengativo HAL 9000, coprotagonista de la célebre película de Stanley Kubrick sobre guión de Arthur Clarke. En realidad, han sido pocos los ordenadores a bordo de artilugios espaciales y, desde un punto de vista tecnológico, no necesariamente revolucionarios. Más bien lo contrario, se han preferido máquinas con dos o tres generaciones de antigüedad. La que ahora mismo controla el funcionamiento de la ISS está basado en un procesador de 1985 que, obviamente, pide relevo.
En la actualidad, la mayor parte de los cálculos que necesita la Estación Espacial Internacional (ISS) para sus proyectos científicos siguen haciéndose en tierra y son transmitidos a través del espacio. Este método es aceptable en órbitas terrestre o lunar bajas, pero a medida que el vehículo se aleja, la latencia aumenta y se limita la eficiencia del procedimiento; llegado el caso, podría poner en peligro a los astronautas en situaciones que no pudieran resolver por sí mismos.
Los astronautas de la ISS también usan portátiles, por supuesto: hasta ahora, una cantidad no especificada de ThinkPad T61 de 10 años de antigüedad, que funcionaban con Linux y Windows 7. Su reemplazo son workstations ZBook 15s de HP, también Linux, pero esta vez acompañado por Windows 10.
El superordenador de HPE, que ha sido bautizado como Spaceborne Computer, se compone de dos equipos Apollo 50 con procesadores Intel de la clase Broadwell [no el último grito, como se ve] interconectados a 56 Gbs. Lo que se ha hecho es alojarlos dentro de un armario estanco y modificar el software para darle una robustez a prueba de errores. El diseño es el mismo que SGI viene utilizando durante años para fabricar los Apollo 50. Una copia mimética trabajar en una base terrestre en Wisconsin, encargado de comprobar si el funcionamiento de su hermano espacial se degrada en las duras condiciones de la ISS.
Estos ordenadores gemelos utilizan una versión no especificada de Linux en la distribución de RedHat, que se ha desarrollado en el último año con el requisito de una mayor revisión de errores. HPE, sin embargo, asegura que aparte del blindaje del armario, el resto es muy convencional. Se alimentan de energía solar, y el sistema de refrigeración expulsa el calor fuera de la estación.
Cuando se piensa en supercomputación, hay tendencia a pensar en los grandes monstruos, como el chino Sunday Taihu Light, primero del ranking mundial, cuyo volumen excede en mucho, lógicamente, las dos cajas de pizza con las que ha comparado el tamaño del Spaceborne. Pero no hay por qué compararlos aunque ambos son parte de la misma categoría HPC. El gran mérito del proyecto de la NASA reside en que, usando componentes estándar, se puede procesar a bordo una gran cantidad de datos, información que se transmite a Tierra ya elaborada, acorde con la tendencia actual al procesamiento en tiempo real.
Mark Fernández, el ingeniero procedente de SGO que ha liderado el trabajo de HPE en este proyecto con la NASA, se declara convencido de que cuando se constate – y lo da por seguro – que la misión se completa con éxito, será el momento de cambiar radicalmente los métodos de trabajo a bordo de las naves espaciales, y esto a su vez influirá en el diseño de las mismas, porque se podrá utilizar la última generación tecnológica y reducir el peso de los componentes así como su eficiencia energética. Confía también en que al usarse técnicas de computación más sofisticadas, la tecnología puede experimentar un nuevo y rápido desarrollo.
[informe de Lluís Alonso]