Antonio Neri, CEO de Hewlett Packard Enterprise, sabía bien lo que hacía cuando en mayo de 2019 decidió adquirir el legendario fabricante de superordenadores Cray por la suma de 1.300 millones de dólares. Tres meses después, sin estar cerrada la transacción, Cray recibía de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) de Estados Unidos un contrato por 600 millones para desarrollar el superordenador El Capitán, a entregar en 2023. La buena noticia de 2020, el 1 de octubre, se llama Crossroads, vale 105 millones y ha sido encargada por el mismo organismo federal. Con estos dos sistemas, la NNSA reemplazará su actual capacidad de modelización del arsenal nuclear estadounidense.
Desde la integración de Cray, que ha mantenido su identidad y su sede de Seattle, la cartera de pedidos ha crecido rápidamente; en junio pasado, las dos marcas combinadas representaban el 15,8% del total de sistemas en funcionamiento en todo el mundo y se situaban en tercera posición del ranking de rendimiento instalado, tras Fujitsu y Lenovo.
No se ha comunicado la potencia prevista de Crossroads, que según la compañía será cuatro veces superior al rendimiento del superordenador Trinity, también en el laboratorio de Los Alamos, estipulada en 165 petaflops y cuya vida ha tenido que alargarse en espera de sustituto. No puede aspirar a colarse en los puestos de cabeza de la lista Top500 pero presenta varias novedad de interés, como una tecnología de deep learning aumentada, explícitamente para cargas de trabajo de inteligencia artificial. Poco más ha trascendido acerca de sus características, aparte de que en sus entrañas albergará procesadores de la familia Intel Xeon, la futura gama Sapphire Rapids, aun en desarrollo y que contará con una arquitectura avanzada de memoria que hoy por hoy es un misterio.
Cray, ahora una división de HPE, ha sido beneficiaria en los últimos años de contratos federales de tres sistemas de gran potencia para sendos laboratorios: El Capitán (Lawrence Livermore), Aurora (Argonne) y Frontier (Oak Ridge). El plazo de entrega de Aurora, que tras retrasarse está en la agenda de 2021, tampoco está garantizado, debido a los problemas de Intel para cumplir con su propia hoja de ruta. En tal caso, sería el primer superordenador capaz de pasar el listón del exaflop (un trillón europeo o 1 x 1018, de operaciones de coma flotante por segundo. A menos que China prepare alguna sorpresa.
Muchas miradas están puestas en el horizonte de la exascala. Pasar de petaflop a exaflop se ha convertido en una carrera obsesiva cuyos protagonistas son, quiénes si no, Estados Unidos y China. A pesar de que el liderazgo actual de la lista lo ostenta Japón con su superordenador Fugaku, desarrollado por Fujitsu. Sin embargo, se da por supuesto que el récord nipón – Fugaku es 2,8 veces más potente que su predecesor, el Summit de IBM – no podría sostenerse por mucho tiempo debido al esfuerzo financiero que supone: se calcula que ha costado seis veces más que el de IBM, lo que da una pálida idea de por qué Cray, pese a ser pionera de esta tecnología, se echó en brazos de HPE.
Otro sistema adjudicado a Cray, El Capitán, está previsto para finales de 2022, se ocupará de hacer simulaciones de armas nucleares, faceta que es imprescindible como reemplazo de los ensayos subterráneos sujetos a controversia internacional. Cuando entre en funcionamiento, jugará en la primera categoría con un rendimiento esperado de 2 exaflops, que será casi cinco veces superior al que hoy registra Fugaku, cuyos fines son pacíficos.
El mercado mundial de HPC (High Performance Computing) se estima que en 2023 moverá una cifra total de 35.000 millones de dólares como mínimo. Días atrás, con ocasión del Exascale Day promovido por HPE Cray, quedó patente que Aurora no será el primer superordenador estadounidense en alcanzar esa capacidad; la primacía se la llevará Frontier, del mismo fabricante. ¿Cuál es la principal diferencia entre ambos? Con el procesador hemos topado.
Mientras El Capitán y Frontier se valen de una combinación de CPU y GPU suministrada por AMD, el diseño de Aurora se ha decantado en favor de Intel, decisión que ya provocó postergaciones por la sustitución de los Xeon Phi (Knights Hill) y el retraso en seis meses de la GPU de Intel conocida como Ponte Vecchio (7 nanómetros). Aunque este contratiempo tuvo su ventaja: se pasó de un rendimiento previsto de 180 petaflops a repensalor para ser el primero en alcanzar el exaflop. Pero la arquitectura Shasta, diseñada por Cray para su actual generación y que, llegado el caso, permite combinar procesadores x86 y ARM, con FPGA o GPU según el objetivo.
Gracias a la diversificación de arquitecturas en las que se apoya – en las que en breve podría entrar en juego ARM – HPE Cray capea las circunstancias colocando en primer plano su sistema Frontier con AMD, dejando a propios y extraños la impresión de que Intel está perdiendo un tren. La llegada de sus CPU de 7 nm. está prevista para finales de 2023 y las GPU Ponte Vecchio a finales de este año o el próximo. A tal punto llega el problema que el CEO de la compañía, Bob Swan, aventuró la posibilidad de externalizar su fabricación, como hace AMD (y Nvidia, otro competidor de fuste) que ya ofrecen productos de 7 nm producidos por TSMC.
HPE Cray y AMD diseñando y desarrollando en común herramientas de programación de GPU, que se integrarán con la pila de software Shasta. En este contexto, IBM, que había encontrado en Nvidia su gran aliado para los sistemas Summit y Sierra (segundo y tercero del ranking actual) no pierde de vista la oportunidad de trabajar con AMD.
La conjunción de fuerzas entre HPE y Cray presenta ventajas no sólo en el plano financiero. HPE ya era un actor en el mercado de los sistemas de alto rendimiento en ámbitos empresariales [antes de la adquisición contaba con 40 equipos entre los 500 del ranking] y la integración de Cray le ha permitido robustecer su línea de sistemas Apollo para aplicaciones de misión crítica en la esfera privada, abrumada por un diluvio de datos y nuevas cargas relacionadas con la IA. Es la visión que transmitía Peter Ungaro, antes CEO de Cray y actual VP de HPE esta semana, durante el Analyst Day de la compañía.
“Con frecuencia – declaraba Ungaro en mayo a los colegas de NextPlatform – muchas personas que trabajan en el sector TI tienden a pensar que los grandes sistemas de la cúspide de la pirámide son irrelevantes para ellas, pero estoy convencido de que en el futuro muchas grandes compañías van a incorporar las tecnologías HPC a sus centros de datos”
Especificaba Ungaro que “el tipo de arquitectura de un superordenador actual es muy diferente de la que se puede encontrar en la nube [por esta razón] HPE Cray y Microsoft tienen equipos conjuntos trabajando en la integración de nuestros superordenadores HPE Cray en la infraestructura de la nube de Azure”. Para 2023, el mercado de HPC en cloud rondará los 7.400 millones de dólares, según la consultora Hyperion, cifra que no puede descuidar una compañía como HPE, que espera combinar la tecnología de supercomputación tanto on-premise como en la nube. La fórmula de pago por uso Greenlake – que Neri ha prometido extender a toda la oferta de su compañía antes de 2022 – es otra baza de HPE que no puede ignorarse en esta evolución.
[informe de David Bollero]