Ocho meses habrá durado la aventura independiente de Motorola Mobility, que en enero se desgajó del tronco de la compañía que inventó el teléfono móvil. Ayer se anunció por sorpresa que Google pagará 12.500 millones de dólares por ella, un acuerdo cuyo trasfondo son los múltiples litigios sobre patentes que Apple ha desencadenado contra el sistema operativo Android. Se trata de un gesto de fuerza – no cualquiera podría poner esa cantidad sobre la mesa – pero es también un síntoma de la vulnerabilidad de Google, que se ha tomado al pie de la letra (demasiado) su propio discurso sobre el software abierto: la amenaza de Apple la ha pillado con una cartera de patentes muy escasa.
Según se ha informado, Motorola Mobility es titular de 17.000 patentes en vigor, y otras 7.500 pendientes de aprobación. Si esto fueran todos sus activos, 12.500 millones resultaría un precio excesivo, porque las patentes por sí solas no añaden valor a menos que se cobren royalties – y, por definición, los socios de Android no pagan por el sistema operativo – o se esgriman como arma defensiva contra un competidor. Que es el caso: viene al caso: Motorola, HTC y Samsung han sido llevadas por Apple ante los tribunales, y en las últimas semanas, Google ha acusado a Apple y Microsoft de conspirar contra Android dejándola fuera del consorcio que se adjudicó – por 4.500 millones de dólares, 500 millones más que la última puja de Google – el jugoso fondo de propiedad intelectual que fue de Nortel.
Se supone que entre esa cartera que adquiere Google habrá unas cuantas patentes que le permitirían negociar acuerdos cruzados con Apple. Tiempo atrás, Motorola amagó con demandar a la casa de la manzana, pero por alguna razón se abstuvo de hacerlo; en contrapartida, Apple se cuidó de hostigarla como ha hecho con otros competidores.
Lo cierto es que Google no hubiera podido comprar ninguna compañía con las mismas cualidades, y que la transacción rescata a la renacida Motorola de una difícil situación: en el pasado trimestre perdió 56 millones de dólares y anticipó que el corriente no será mejor. Su segundo accionista, el financiero Carl Icahn, propuso devolver valor a los accionistas mediante la venta de la cartera de patentes, pero era evidente que tal maniobra desesperada condenaría a la compañía a su lenta extinción. Y en eso llegó la oferta de Google. Pero queda una pregunta que nadie planteó en la conference call: ¿por qué no se escogió la vía más simple, la de licenciar el paquete de patentes de Motorola, darle un respiro financiero y dejar que su negocio prospere? ¿Acaso por temor a otra oferta? ¿Tiene Google otro plan?
El anuncio de ayer tiene una buena cantidad de efectos en cascada, que se harán visibles con el tiempo. El primero y más importante es que Google se convierte en fabricante de hardware. Larry Page, cofundador y CEO de la compañía californiana, explicó que Motorola Mobility operará como empresa separada y que Sanjay Jha y su equipo se mantendrán al frente. Además, será uno más de los licenciatarios de Android, presuntamente sin preferencia. Las fórmulas vacías [we´re very excited about it] no cambian el hecho de que una compañía propiedad de Google va a competir directamente con sus aliados. Andy Rubin, VP a cargo del negocio de móviles, dice haber00 hablado con ellos y nada tienen que objetar a una maniobra que, de momento, les protege del enemigo. Pero, llegado el caso, los aliados más fieles llevan una bala en la recámara: en paralelo a su pertenencia a Android, se han apuntado a Windows Phone.
De manera que no puede descartarse – más bien es de esperar – que próximamente repartan su esfuerzo entre ambas plataformas. Es verdad que por implementar Windows Phone hay que pagar un canon a Microsoft, pero quien lo hace queda a cubierto de reclamaciones de terceros, mientras que Google, hasta ahora, no los ha defendido.
Por si acaso, Samsung ha iniciado conversaciones con InterDigital, compañía dueña de miles de patentes, mientras que la taiwanesa HTC se ha lanzado a una carrera de compra de pequeñas empresas en las que puede encontrar algún pretexto para contratacar a Apple. Otro aspecto curioso es que Motorola tiene desde el año pasado un lío judicial con Microsoft, que Google heredará a menos que se solucione antes de los primeros meses de 2012, cuando se espera haber cerrado la compraventa.
Asimismo, ser propietaria de un fabricante y una marca célebres – la quinta del mercado hasta no hace mucho – aportará a Google una ansiada capacidad de imponer “su” orden en la familia Android, con el fin de evitar que cada una de las 39 marcas adheridas cruce los límites en el interés por diversificar sus productos.
Carolina Milanesi, analista de Gartner, apunta este otro efecto potencial: más allá de los smartphones, Android podría ganar fuerza en el mercado de las tabletas, en el que Apple ha logrado imponer su hegemonía. “Con Windows 8 a punto de aparecer el año próximo y HP enunciando la posibilidad de ceder licencias de WebOS, hay en el horizonte otras alternativas al iPad, y Google sabe que necesita un revulsivo para su plataforma”.