Hasta pocos días antes de la conferencia F8, sólo algunos enterados sabían lo que se cocía en el Building 8 de la sede de Facebook en Menlo Park. El edificio da nombre a un grupo de trabajo con más aspiraciones que la de ser un laboratorio de ideas futuristas. Inspirada directamente por Mark Zuckerberg, la iniciativa responde a la convicción de este de que la compañía debería crear productos destinados a la venta. Y quien dice productos, dice hardware. La premisa es que los desarrollos sean rápidos y, si no tienen perspectivas claras en el mercado, descartarlos y empezar otros. La responsable de todo lo que se cuece en el Building 8 es Regina Dugan, con un currículo difícil de igualar.
El puesto le viene como anillo al dedo, y su discreción llega al extremo de que hasta ayer el perfil de Dugan en LinkedIn la describe como directiva de Google, compañía en la que trabajó entre 2012 y finales de 2015. Antes había pasado tres años en DARPA, organismo de I+D del departamento de Defensa. Ya en Google estuvo a cargo del grupo Advanced Technology and Projects (ATAP), pero al parecer acabó harta de los constantes cambios de prioridades y de proyectos infructuosos. Dicen que pensó en abandonar el mundo de la tecnología y hacerse barista [sic]. En esas estaba cuando recibió una oferta de Facebook para hacer lo mismo que hacía en Google pero con la autoridad para tomar decisiones desde el inicio.
Llegó con una misión. Entre las metas de Building 8 está el desarrollo del dispositivo que sustituirá al smartphone como plataforma básica de comunicación. Zuckerberg decidió hace años que, contra una opinión muy extendida, Facebook no necesitaría lanzar un smartphone propio para llevar su negocio publicitario a esos dispositivos. Acertó, pero esto no significa que confíe en la perennidad del smartphone. Más oportuno es explorar su evolución posible, así podrá llegar antes que otros y, si se tercia, controlar la plataforma.
Por el camino, el grupo de Dugan tiene previsto desarrollar otro hardware, con el requisito de que se pueda vender a escala millonaria, como todo lo que se hace en Facebook. La compañía no tiene experiencia en el negocio del hardware, que se caracteriza por una logística compleja y unos márgenes anémicos. Sin embargo, no todo tiene que desembocar en ese objetivo comercial, a condición de estar preparada para dar el salto al siguiente soporte, aunque no sea definitivo como no lo han sido los anteriores.
Después del fichaje de Dugan por Facebook, otros empleados de Google siguieron sus pasos. El carácter visionario de aquella, con un punto de excentricidad, proyecta una imagen atractiva y funciona como un imán para atraer jóvenes (y no tan jóvenes) talentos. Ahora mismo, su equipo está formado por unas 60 personas, pero la contratación está abierta. El grupo se apoya en la colaboración externa, siguiendo el modelo original del DARPA.
De momento, Dugan – que reporta al CTO de Facebook, Mike Schroepfer – tiene como tarea el supervisar una lista de proyectos cuyo liderazgo ha de cambiar cada dos años, como norma de la casa. Es una estructura vertical apuntalada por un grupo horizontal que elabora las tácticas de entrega del producto. De este modo se evita que el Building 8 se convierta en refugio para ideas voluntaristas, a veces peregrinas. Hasta que la nueva CFO, Ruth Porat impuso disciplina y se acabaron los caprichos. Ahora, Regina Dugan tiene poder de decisión sobre los proyectos en su totalidad, y uno de sus instrumentos es un equipo financiero que controla su viabilidad en todas sus fases. Otro de los requisitos es que cada iniciativa esté alineada con el autoatribuído papel de Facebook de conectar al mundo entero.
En F8 se desveló el proyecto de un sensor que, mediante escaneado del cerebro, permitiría – si todo va bien, claro – escribir 100 palabras por minuto. Desde el escenario del McEnery Convention Center de San José, se aseguró que el proyecto es viable, y se fijaron 18 meses de plazo para contar con un prototipo. Está liderado por un neurocientífico y debería concretarse en un producto que funcionaría como el dictado a Siri o Alexa, asistentes personales de Apple y Amazon. Al margen de si funcionará, se expresaron dudas sobre la privacidad, por lo que la compañía ha prometido convocar un panel de expertos independientes que analice las implicaciones éticas del sensor.
Entretanto, nada impide que la tecnología que subyace en el proyecto se conjugue en los esfuerzos de Facebook en materia de realidad virtual (VR) y realidad aumentada, actuando como interfaz para las gafas, que según algunas teorías podrían un día sustituir a los smartphones. El CTO Schroeter presentó en F8 un aperitivo de lo que puede ser el futuro: dos modelos de cámaras en 360 grados, que – según él – puede fomentar la creación de contenidos VR hasta ahora prácticamente inexistentes.
Otro fruto del Building 8 es un senso, capaz de transmitir información a través de la piel. Tomará, si llega el caso, la forma de algún wearable, como un cinturón o un brazalete. ¿Su utilidad? Enviar los pensamientos de una persona a otra con solo tocarla. El dispositivo – por así llamarlo – traduciría los mensajes de un usuario a vibraciones, que el destinatario percibiría en su cerebro como palabras. Al parecer, una empleada de Facebook, a la que llamó Francis, ha aprendido nueve palabras con este método. En serio.
Por comparación, los drones suenan menos futuristas, pero también son una materia del Building 8. Uno de los proyectos corre a cargo de Frank Dellaert, experto en robótica y procedente de la startup Skydio, donde su trabajo consistía en crear un dron que pudiera seguir autónomamente a una persona. El perfil de Dellaert sugiero que la compañía podría estar pensando en alguna aeronave no tripulada para el mercado de consumo. Sin referencia, aparentemente, con los que ha desarrollado el Facebook Connectivity Lab para cumplir el sueño de Zuckerberg de universalizar el acceso a Internet (y a Facebook, claro).
Para el prototipado de estas creaciones, la compañía adquirió el año pasado una startup, Nascent Objects, cuya plataforma de fabricación de electrónica modular permite construir prototipos con celeridad mediante técnicas de impresión 3D. Esta es una de las necesidades que Facebook tiene que cubrir si pretende trasladar al hardware la metodología de desarrollo Ágil de software, que impera en su cultura corporativa. Los siguientes pasos serían la producción y comercialización, para los que ya ha comenzado el rastreo de individuos idóneos: tiene abiertas varias posiciones para especialistas en cadena de producción, venta minorista y gestión de experiencia de clientes.
Los analistas de Piper Jaffray opinan que, para ser considerada una compañía de hardware exitosa, Facebook tendrá que fijarse como objetivo la venta de al menos 20 millones de dispositivos anuales. El horizonte está lejano, entremedias hay muchos retos que afrontar. Para empezar, entre los antecedentes de Regina Dugan no hay ninguno relacionado con el hardware de consumo.
En sus tiempos de DARPA, el trabajo de Dugan estaba muy alejado de las metas de Zuckerberg, y en ATAP tuvo a su cargo algún proyecto, como el Ara – que tantas líneas inspiró a los medios – que acabó cancelándose por falta de perspectiva. Por otro lado, la única experiencia de Facebook que se recuerda es Oculus Rift – una adquisición, no un desarrollo interno – ahora cuestionada. No es que importe demasiado: Facebook tiene tiempo y recursos para seguir buscando una fuente de ingresos que mantenga el ritmo que debe a la publicidad móvil. Quizás, sólo quizás, esa fuente esté en el hardware.
[informe de Pablo G. Bejerano]