Parecía que, una vez pasados los fastos del cincuentenario de la celebrada Ley de Moore, se apagarían los focos y perdería sentido seguir discutiendo la vigencia de la ley de Moore, si está expuesta a los límites de la física y si estos límites están más o menos cercanos o lejanos. Pues no. Una noticia acaba de refrescar el nombre de Gordon Moore: Fairchild, la empresa en la que formuló su hipótesis, ha sido comprada por On Semiconductor – un resabio de lo que fue Motorola – por 2.400 millones de dólares, poco dinero para los agitados tiempos que vive el sector, con fusiones y adquisiciones a la orden del día, y la indisimulable ambición china por hacerse con el control de esta industria.
Por esto resulta apetecible la lectura a toro pasado de un informe conmemorativo de la consultora IHS, Celebrating the 50th annoversary of Moore´s Law, que aporta un análisis ameno de lo que llama «efecto multiplicador de los semiconductores». Ahora, cuando los púberes creen que el mundo ha sido transformado (¿o creado?) por una app para móviles, no está de más recordar que – con la posible excepción de los mercadillos – todo el comercio mundial es un fruto derivado de los chips y, por ende, de aquel hallazgo de Gordon Moore, que tres años después abandonaría Fairchild con Robert Noyce para fundar Intel.
Cuando Moore propuso la idea que le haría célebre, los ordenadores tenían el tamaño de una habitación (y no de las pequeñas), y sólo algunos especialistas conocían sus entrañas. 50 años después, para que su premisa básica, la miniaturización sistemática de los transistores, se siga cumpliendo a escala industrial, hay muchas inversiones por delante – la otra premisa sin la cual la ley de Moore no se cumpliría – y tal vez en 2025 tropiece con otra «barrera infranqueable».
El relato de IHS empieza por asegurar que aquel artículo que Gordon Moore publicó en abril de 1965 en la revista Electronics ha cambiado el mundo. No es un pleonasmo. Se pregunta luego: ¿qué hubiera pasado si Moore hubiera escrito que el número de componentes en un circuito integrado se duplicaría cada tres años, en lugar de cada dos años? Sencillo: la tecnología actual estaría en los niveles de 1998 (año en que nació Google y en el que Mark Zuckerberg tenía 14 años). Por supuesto, el iPhone tardaría siete años en nacer, y los nativos digitales de hoy seguirían usando relojes made in Switzerland sin sentirse anacrónicos.
Haciendo una extrapolación, la WWW e Internet estarían en la infancia; no existirían las redes sociales, habría una menor eficiencia energética y las emisiones de CO2 serían insufribles, las energías renovables no serían rentables… y China no sería (todavía) la gran fábrica del mundo. Por el contrario, la tesis de Gordon Moore inauguró un período explosivo de innovación que ha transformado las sociedades: conectividad, globalización y sostenibilidad. En ocasiones, los grandes números se entienden mejor que las palabras; véase esta frase de IHS: «el ritmo de innovación generado por la ley de Moore ha proporcionado un valor añadido directo al PIB mundial de 3 billones de dólares durante los últimos 20 años. Un 11 millones si se considera su impacto indirecto».
Para mejor comprender las magnitudes, Dale Ford, que firma el informe de IHS, se deja mecer por los números: hoy, el gasto global en vídeo digital es de 15.000 millones de dólares; los ingresos por anuncios digitales superan los 165.000 millones; hay unos 3.600 millones de smartphones en uso, amén de 600 millones de tabletas, el gasto en juegos digitales es de 71.000 millones de dólares, hay 288 millones de dominios de Internet activos y más de 2.000 millones de usuarios de las redes sociales.
Por si fuera poco, concluye que la ley de Moore está en la base de los avances en computación y análisis de datos que han facilitado el entendimiento de sistemas complejos para resolver problemas que antes eran indescifrables. Comparando con el 2010, la secuenciación de un genoma humano cuesta hoy el 0,002% de lo que costaba entonces, lo que allana el camino para el desarrollo de terapias personalizadas. Además, 150.000 millones de barriles de petróleo se extraen actualmente utilizando tecnologías digitales avanzadas, el equivalente a cuatro años y medio del suministro global.
Entonces, ¿qué sucederá en la siguiente década? En una entrevista publicada por el New York Times con motivo del aniversario, Gordon Moore se declaraba «un emprendedor accidental». Ajeno a las visiones dogmáticas de su ley, puntualizaba: «el hecho de que algo haya funcionado durante 50 años es verdaderamente sorprendente, pero el crecimiento que yo describía no puede ser eterno». Cuando el periodista, Matt Richtel, le preguntó por cuánto tiempo puede funcionar, Moore respondió: «sería razonable pensar en 5 a 10 años. ¿Y luego?, insistió Richtel. «Luego parecerá que se ha alcanzado una barrera infranqueable, pero así ha venido ocurriendo desde que propuse la ley».
Esa «barrera infranqueable» podría consistir en que para cumplir la regla de Moore, en 2025 el tamaño de los transistores debería estar cerca del átomo y en esta escala la electricidad comienza a comportarse de manera diferente, se producen fugas de potencia y comienza a disminuir el rendimiento energético de los componentes.
Años atrás, problemas aparentemente infranqueables como estos, hubieran echado por tierra la predicción. Pero en cada disyuntiva, la investigación ha concebido soluciones para mantenerla viva, mediante innovaciones como CMOS, VLSI o, más recientemente, FinFET. El estudio se cierra con una frase de Brian Krzanich, CEO de Intel: «esperemos que nuestros ingenieros sigan encontrando las soluciones que hagan eterna la ley de Moore».
[informe de Lola Sánchez]