Por una vez, conviene empezar por el final. El impacto de la digitalización en la economía española se mide por las mejoras de la productividad, la eficiencia del mercado laboral y el uso del capital. Sin este impulso, España tendría serios problemas. ¿Qué hacer? Dar la vuelta a las cifras. Esta sería, pintada con trazo grueso, la advertencia del informe La reinvención digital, una oportunidad para España, publicado por la Fundación Cotec. Vuelca toda su artillería en poner de manifiesto que el progreso de las empresas – a ellas se dirige primordialmente – pasa por que cada uno de sus procesos tenga un componente digital. Un argumento que no es nuevo ni original, pero llega oportunamente.
Según los autores del estudio, lo que denominan ´economía digital` de España equivaldría al 5,6% del PIB, aunque está lejos del aprovechamiento de su potencial. Si se aplicara su receta, podría suponer un incremento del PIB de entre el 1,8% y el 2,3% [rango que va de 150.000 a 225.000 millones de euros] hasta 2025. Estas cifras dan sentido al vocablo «reinvención» con el que Cotec encabeza el documento. Si algo tiene que reinventarse es porque no funciona como se espera. Será por esto que la Agenda Digital es una noción que sucesivos gobiernos españoles han prodigado durante años, en línea con la Unión Europea y con resultados mediocres
El horizonte marcado por la UE ha tenido que desplazarse de la fallida Agenda de Lisboa 2010 a una enmendada Agenda Digital 2020, con una línea de meta está demasiado cercana, jaqueada por problemas estructurales que reclaman atención. En España, la expresión se ha puesto en el frontispicio de un ministerio. ¿Es un motivo suficiente para ser optimistas? Pedro Mier, presidente de AMETIC, la patronal de la industria, que para optimista él, destacaba en entrevista con este blog: «La digitalización está hoy en la primera página de todas las agendas de la economía española; su impacto es tan evidente que sería absurdo que no fuera así […] Tiene usted razón en que Europa ha desperdiciado muchas de sus cartas en los últimos años, pero también en la escena europea se está abriendo otras perspectivas».
De esto trata el informe de la Fundación Cotec, hoy presidida por la ex ministra Cristina Garmendia: invita a no atrincherarse en el pasado y a impulsar la investigación, un apartado en el que las cifras destilan un «despropósito» tanto por parte de las iniciativas públicas como de las privadas. Lanza una velada crítica a los recortes presupuestarios, pero evita hacer sangre. España, constata, es el segundo país europeo que más ha reducido sus inversiones en I+D desde el inicio de la crisis. Lo más grave es que sólo 6 de cada 10 euros presupuestados en este capítulo han llegado a ejecutarse realmente. Tampoco es halagüeña la visión sobre el sector privado: mientras en España el gasto de las empresas en I+D es del 47,1%, la media europea – con Alemania en la avanzadilla – es del 66%. A esta tendencia se añade una particularidad nacional. El conjunto de la Unión Europea invierte hoy en I+D un 25% más que antes de la Gran Recesión; España, un 10% menos. Manifiestamente, forma parte del grupo de cuatro países que todavía no han recuperado los niveles de inversión de 2008.
En lo que respecta al panorama laboral en la actividad de I+D, la situación no es menos preocupante: el número de investigadores por cada 1.000 ocupados en España es de 6,8%, muy inferior al 7,9% de la media europea. Tal como sucede con el esfuerzo económico en I+D, tambien en este indicador clave España se aleja gradualmente de su entorno. Con un agravante: la diferencia con Europa se debe, sobre todo, al menor peso de la investigación dentro de las empresas: 2,4 por cada 1.000 ocupados, frente a 3,8/1000 de media europea. En cambio, la ratio del sector público es superior en España (1,1/1.000) que en la UE (0,9/1.000). Curiosamente, en la enseñanza superior, España (3,1/1.000) está por delante de países que suelen tomarse como modelo: Alemania (2,4), Francia (2,7), Italia (2,0).
Estas estadísticas explican uno de los varapalos que el informe propina a la economía española: el número de empresas que merecen el adjetivo de innovadoras desciende. De momento, la crisis se ha llevado por delante la mitad de ese tejido empresarial, que ha pasado de las 35.000 identificadas en 2008 a sólo 16.000 ocho años más tarde. Una consecuencia indeseable es que la estructura productiva se ha resentido, y la economía ha pasado a depender fundamentalmente de los servicios.
El análisis de Cotec apunta un fallo en el esquema de incentivos fiscales a la I+D+i. Aunque se le reconoce como uno de los más ventajosos de la UE, «no ofrece facilidades ni garantías de aplicación suficientes para inducir un comportamiento innovador, especialmente por parte de las pymes». Las compras públicas – sujetas en los últimos años a restricciones bien conocidas – tampoco han jugado el papel que deberían ejercer como inductoras de ideas innovadoras. Por otra parte, se consolida la tendencia a la concentración del gasto en un número cada vez menor de empresas y a la participación insuficiente del sector bancario en la financiación de este gasto.
La educación es otro de los problemas a los que se enfrenta España si se pretende que sea una economía competitiva, diagnostica el estudio con agudeza. Aunque la práctica totalidad de los alumnos recibe al menos trece años de escolarización – de los 3 a los 16 de edad – la proporción de población con estudios intermedios es llamativamente reducida cuando se compara con los indicadores internacionales: Mientras en la UE-28 más del 45% de la población de entre 25 y 34 años ha completado la educación secundaria obligatoria, en España la proporción se queda en el 24,5%.
El documento destaca como principales impactos de la digitalización en la economía la optimización de las operaciones y de la cadena de montaje, la mejora en la I+D (equivalente a 64.000 millones de euros) y el desarrollo de productos, la gestión de recursos y la eficiencia de los activos, así como un incremento de la oferta y de la productividad laboral. Taxativamente advierte que la digitalización supone una oportunidad para el crecimiento del PIB y de la productividad, pero la transición requerirá una reinvención del modelo productivo y cambiar el modelo laboral: casi la mitad de las actividades son potencialmente automatizables. No es un juicio futurista, sino que podría hacerse con tecnologías ya existentes.
Sin embargo, el grado de automatización dependerá de factores técnicos, económicos y sociales, una conjunción que analiza con detalle. Proponer la automatización del trabajo no significa necesariamente que los empleos desaparezcan sino que la naturaleza del empleo cambiará y que muchas actividades se verán sustituídas por otras de mayor valor añadido. Raro es en el contexto internacional encontrar un estudio sobre el asunto que no incluya esta ritual expresión de deseos. Que se completa con la fórmula de que la digitalización generará nuevos puestos de trabajo, en la medida en que las personas seguirán siendo importantes en la interacción con las máquinas.
La Fundación Cotec mide el nivel de digitalización en España con el método consagrado por McKinsey – consultora a la que se ha subcontratado el estudio – que regularmente publica su propio ïndice de Digitalización. Su mayor mérito, obvio, es que facilita una comparación del avance por países.
El Índice, aquí aplicado a España, también permite diferenciar la evolución de los sectores de la economía. No es sorpresa que las finanzas y los medios de comunicación – así como el propio sector TIC – aparezcan como los más digitalizados, mientras en el extremo opuesto se encuentran los más intensivos en capital «además de sectores parcialmente públicos como la educación o la sanidad», una constatación que es particularmente dolorosa.
El documento se pregunta el por qué de que unos sectores se digitalicen antes que otros y a velocidades diferentes. No da una respuesta, limitándose a enunciar hipótesis tópicas: la complejidad operacional, la competencia o las especificidades de cada sector […]». No menos vulgar es la idea de que «uno de los factores que explican mejor estas diferencias es el porcentaje de compañías grandes en el sector, debida a la heterogeneidad existente entre las capacidades digitales de estas frente a las de las pymes«. Tras lo cual viene el descubrimiento de que «las pymes evidencian una adopción digital más lenta».
Entre los principales obstáculos a la transición digital que pregona, Cotec destaca las incipiencia del ´ecosistema` de startups, la escasez relativa de inversión de capital riesgo y la insuficiencia de capital humano formado en las tecnologías digitales.
Como es preceptivo, el informe se cierra con una decena de propuestas para acelerar la digitalización de España en el corto plazo. Aunque se trate de un discurso repetitivo, merece reseñarse que el primer requisito señalado es la existencia de un esfuerzo conjunto entre instituciones públicas, sector privado y ciudadanos.
El colofón pone de manifiesto las excelentes intenciones de la Fundación: «En la innovación nos jugamos el futuro». Está claro que no puede ir más allá de la advertencia de que a menos que la tendencia cambie con urgencia, España no podrá desempeñar un papel protagonista. Es un diagnóstico que se repite año tras año y las soluciones que se proponen no consiguen alterar las inercias de la realidad.
[informe de Lola Sánchez]