El llamado «capitalismo paciente» del que presume la sociedad sueca, pasa en estos momentos por una prueba (de paciencia, precisamente) en una de sus empresas emblemáticas, la más que centenaria Ericsson. Cerró 2017 con ingresos que por segundo año declinaron un 10% y por muy poco fueron superiores a los de 2018, su peor ejercicio en décadas. Börje Ekholm, CEO de la compañía desde hace trece meses, compareció el lunes 26 ante una veintena de analistas y periodistas en el Mobile World Congress, pero no dedicó ni una palabra a esos resultados, raro en alguien que ocupa su puesto por voluntad de uno de los dos grandes accionistas, el grupo Wallenberg. Esa mañana y en ese marco, tocaba hablar de 5G.
Tiene mucho sentido: el futuro de Ericsson depende, casi enteramente, de un celebérrimo acrónimo de cinco letras, capex, que resume el comportamiento inversor de sus clientes, los operadores, ahora que está al alcance de la mano la quinta generación inalámbrica.
Según un estudio que Ericsson presentó en coincidencia con el MWC, el tráfico de datos – consecuencia directa de la demanda que soportan las redes – se multiplicará por ocho en los próximos cinco años. Tras sucesivas etapas de estandarización y desarrollo de las tecnologías que componen la 5G, está a punto de entrar en una fase precomercial, que empieza por la generalización de pruebas como la que acaba de hacerse en Corea durante los Juegos Olímpicos de Invierno.
«Ya no se trata de discutir qué y por qué sino cómo», resumió. A juicio de Ericsson, los operadores esperan tres cosas de 5G: 1) altos niveles de eficiencia en el manejo de un tráfico creciente a costes proporcionalmente bajos, 2) digitalización de las operaciones para mejorar la experiencia del usuario a menor coste y 3) creación de nuevos flujos de ingresos. El mensaje a los operadores es iniciar ya las inversiones de actualización de las redes: «los que empezaron pronto sus inversiones en LTE – recordó – siguen gozando de una ventaja competitiva, una década después».
En esta perspectiva, Ericsson ha firmado 38 acuerdos con operadores de medio mundo para tirar adelante con esas pruebas con el fin de identificar los casos de uso más recomendables. De entrada, esa estrategia parte de un listado de 200 servicios potenciales clasificados en nueve categorías.
Durante su intervención, Ekholm puso de relieve que, a diferencia de 3G y 4G, la próxima generación se caracterizará por no centrarse en un caso de uso único o dominante (como pudo ser el vídeo en la anterior). «La nueva banda ancha móvil, muy mejorada, aporta mayor velocidad, latencia más baja y una experiencia de usuario desconocida hasta ahora, pero su mayor atributo es otro, la posibilidad de alcanzar una eficiencia muy superior en el uso de las redes: un emplazamiento que combine 4G con 5G (esta es la hipótesis de Ericsson) permitiría que la entrega de los datos se hiciera a una décima parte del coste típico de hacerlo en 4G».
En coherencia con ese principio, los esfuerzos de Ericsson se han centrado en que sus productos 4G, entregados a los clientes desde 2015, estuvieran preparados para evolucionar hacia 5G adaptándose a los estándares de radio a través la instalación remota por software. Remitió a los asistentes a acercarse a una demostración de Massive MIMO, técnica que incrementa la capacidad de radio hasta tres o cinco veces en una red LTE.
El punto clave que influirá en el desarrollo de las próximas pruebas será lo que se conoce como network slicing, una innovación característica de 5G. La ventaja que aporta este procedimiento procede de su asimilación a una partición lógica de la red, que así queda configurada en franjas o ´lonchas`. Con mayor o menor intensidad y urgencia, según sus circunstancias, todos los operadores se han puesto a explorar este concepto. Es el fundamento para que sobre la misma infraestructura – así fragmentada – se puedan montar servicios de distinta naturaleza a los que se asignan capacidades variables.
Al respecto, Ekholm hizo dos apuntes interesantes. Uno, relacionado con la oportunidad que se presenta de ´normalizar` las bandas de frecuencia, postura controvertida en Europa donde en materia de espectro prevalece el criterio recaudatorio. «La disponibilidad de nuevo espectro en las bandas medias y altas es crucial para la capacidad y rendimiento de 5G». Un par de horas después, en otro encuentro con la prensa, Vittorio Colao, CEO del grupo Vodafone, diría con claridad meridiana: «el dinero que invirtamos en espectro, tendremos que detraerlo de la inversión en infraestructura».
El otro punto señalado por Ekholm tiene calado político. Es una enmienda de hecho a las autoridades competentes, relacionada con la así llamada neutralidad de red. Este principio, a priori razonable e incluso popular, se traduce en la prohibición de toda práctica discriminatoria que estrangule o degrade el rendimiento de las redes para privilegiar a unos contenidos (o servicios) en perjuicio de otros. «Así funcionan los servicios que conocemos y que se prestan sobre redes 4G – recordó el CEO de Ericsson – pero la lógica de tratar a todos los bytes de datos por igual podría ser contraproducente; el potencial de la era 5G reside en crear y desplegar servicios que tienen requerimientos diferentes».
Estas advertencias tienen en el punto de mira a la Comisión Europea, que ha trazado una ambiciosa estimación de crecimiento valorado en 113.000 millones de euros en cuatro sectores clave antes de 2025 y, en el mismo documento, calcula que los operadores deberían invertir 56.600 millones en redes 5G. Podría resultar un brindis al sol si se cumple la admonición de un estudio elaborado por Barclays según el cual «los inversores encuentran más atractivo y menos incierto financiar a los operadores de Estados Unidos que a los de Europa».
Por su lado, Ericsson ha completado su plataforma 5G. que comprende el core, radio y transporte junto con los componentes de gestión y facturación (OSS, BSS) y de seguridad. Según Ekholm «hemos añadido el software necesario para que los operadores estén en condiciones de lanzar 5G en el último cuarto de 2018 […] Tener una red lista para 5G, permite a nuestros clientes elegir el momento de empezar a soportar tráfico real».
Al margen de la presentación de Ekholn, el panorama que presenta 5G es necesariamente heterogéneo según de qué región del planeta se trate. Estados Unidos y China muestran, por razones bien distintas, una voluntad de aceleración que no se ve en Europa. En el primer caso, porque los operadores tienen prisa por lanzar servicios de ´fijo inalámbrico` como alternativa viable al despliegue de fibra, que sería inasequible en territorio de Estados Unidos. En China, en cambio, los planes expresan una estrategia ´de país`, una intención clara de ponerse a la cabeza del movimiento hacia 5G.
También Japón pisa el acelerador. Aspira a que la cita olímpica de 2020, en sí misma una nuestra de renacimiento tecnológico, sea recordada por el primer despliegue comercial de 5G.
La situación en Europa tiene matices. La fibra se ha desplegado en masa (España tiene el porcentaje más alto de la UE), de manera que el modelo de negocio es diferente: no ha lugar para ofrecer prestaciones de ´fijo inalámbrico` pero sí para promover ecosistemas en los que el operador se asocie con sectores verticales – Ekholm citó expresamente la industria de automoción y las eléctricas – para explorar esos «casos de uso» y luego convertirlos en «casos de negocio».
[publicado en La Vanguardia el 4/3]