Que tanto el número de usuarios como la intensidad de uso de la telefonía móvil aumentan, no necesita demostración. Según la consultora iSuppli, en septiembre fue superado el listón de los 5.000 millones de usuarios en todo el mundo (73% de la población total). El dato impresiona pero no dice toda la verdad: el ingreso medio que genera cada usuario – que responde por la sigla ARPU – cae sistemáticamente. Otra consultora, Analysys Mason, ha elaborado un muy prolijo análisis para llegar a una conclusión sencilla: el ARPU tiende a caer cuando aumenta la penetración. O, lo que es lo mismo: llega un punto en el que las economías de escala no producen ahorros proporcionales.
Lo anterior significa que el resultado bruto de explotación de los operadores tropieza en algún momento con la contradicción entre crecimiento y rentabilidad. Frente a esta realidad – acentuada por la crisis económica y la propensión de los consumidores a rebajar sus facturas – se exploran distintas estrategias: optimizar las tarifas, elevar la ratio de clientes de contrato y potenciar los servicios de datos (en principio, más rentables). En todos los casos, impulsar la banda ancha.
Este es el contexto de las estrategias que se discuten desde hace varios meses. No todos los problemas pueden achacarse a la crisis, al rigor regulatorio o a los abusos de ciertos consumidores. El consejero delegado de Vodafone, Vittorio Colao, insistió días atrás ante una conferencia de inversores en que las tarifas de datos ilimitadas pueden ser un instrumento temporalmente útil para los operadores minoritarios, pero a la larga son insostenibles, y que sólo una estructura tarifaria moduladas según el uso real puede garantizar la estabilidad de las compañías. Vodafone no está sola en este empeño: O2 – filial de Telefónica – fue la primera del mercado británico en adoptar unas tarifas “granulares”.
Estas y otras innovaciones – como la visualización de un contador que permitiría al usuario ajustar su balance entre tiempo y calidad en las descargas de datos – se generalizarán en los próximos meses. Y no es casual que empiecen por el mercado británico. Una tercera consultora, Ovum, pronostica que los ingresos por servicios móviles de voz en Reino Unido caerán de 13.000 millones de libras el año pasado, a sólo 9.500 millones en 2015, y los ingresos por servicios de datos pasarán de 6.600 millones a 8.400 millones en el mismo período. En síntesis: los ingresos totales bajarán un 11%, de 19.700 a 17.600 millones, el número total de conexiones crecerá un 7% y con ellas deberían subir los costes. Es el mercado más competitivo de Europa, pero la ecuación no es excepcional.
Incluso aquellos operadores que han logrado mejorar el peso de los datos en sus ingresos por servicios, observan que no compensan el declive que sufren los ingresos por voz y mensajes de texto. En un informe titulado Why is Mobile ARPU Declining?, Strategy Analytics describe seis mercados (ver gráfico) en los que pese a tales esfuerzos, el ARPU se ha diluido, contrariamente a lo que se esperaba. En Francia – mercado con una media más alta – se estima que caerá de 38,77 euros en 2010 a 36,75 euros mensuales en 2015. En Reino Unido bajará en el mismo período de 21,03 a 18,73 euros, y en Alemania, de 14,48 a 12,81 euros. Misma tendencia en Italia: de 19,09 a 17,37 euros. ¿Y qué pasa en España? Según Strategy Analytics, el descenso dentro de cinco años será del 14%: de 23,74 a 20,42 euros.
De todos modos, con el ARPU empieza a pasar lo mismo que con otros indicadores convencionales: que pierde carácter representativo, en su caso porque cada vez es más frecuente que un mismo usuario tenga varias tarjetas SIM, y esto distorsiona el vínculo entre los dos parámetros básicos. Aun así, ¿proseguirá el crecimiento explosivo del tráfico? Según las estimaciones actuales, el número de conexiones en todo el mundo será de 7.100 millones en 2014; sólo este año, China e India habrán añadido 329 millones. El problema es que las oportunidades afloran en aquellas partes del mundo donde el ARPU es bajo por definición; en ciertos extremos, la alta penetración de la telefonía móvil que alcance un país – India es un ejemplo de actualidad – podría ser contraproducente.