La compra de Nimble Storage por HPE, anunciada el martes a última hora, no ha sido exactamente una sorpresa. Desde hace tiempo, se comentaba que los rastreadores de Meg Whitman buscaban oportunidades de adquisición en dos campos: hiperconvergencia y almacenamiento flash. El primer objetivo se resolvió con la compra de Simplivity, el segundo se consuma con Nimble. Aparte de sus desinversiones en software y servicios que achicarán el perímetro corporativo, Whitman siempre ha dicho que su estrategia buscaría reforzar el núcleo duro de una empresa que ella recibió en 2011 con unos ingresos de 120.000 millones de dólares y en 2018 se habrá contraído a menos de 30.000 millones.
De manera que se hace difícil calificar esta operación como de crecimiento inorgánico. Esa no es la cuestión primordial. Entre otras cosas porque la integración de Nimble Storage no tendrá impacto en el mercado hasta el año natural 2019. Con esta adquisición, complementará la línea de cabinas de almacenamiento StoreServ, herederas de la compra de 3Par en 2010, necesitada de una renovación del catálogo.
Hubo un momento, hacia finales del año pasado, en que pareció que la mirada de HPE se enfocaba en Pure Storage, otro especialista de all-flash, pero si la balanza se inclinó por Nimble habrá sido, seguramente, porque además de sistemas de almacenamiento, esta cuenta con dos activos tecnológicos que encajan en la vocación multicloud de HPE: por un lado, la herramienta analítica predictiva InfoSight, que asigna capacidades en función de las cargas de trabajo, y por otro Nimble Cloud Volumes, su propia nube de almacenamiento concebida para facilitar la portabilidad de datos entre AWS y Azure. Es una oferta que hace honor al nombre de la empresa.
En 2014, cuando el autor de este blog visitó por segunda vez la sede de Nimble en California, el CEO, Suresh Vasudevan, – anteriormente directivo de NetApp – presumía de tener un plan para que la empresa fuera rentable a comienzos de 2016, fecha en la que esperaba cruzar el umbral de los 500 millones de facturación. No ha sido así: en octubre pasado acumulaba 122 millones de pérdidas sobre unos ingresos de 285 millones (23% de incremento anual). La acción de Nimble sólo ocasionalmente ha vuelto a la cotización con la que salió a bolsa en 2013.
Estaba, por consiguiente, abocada a una oferta de compra y, dadas las circunstancias, la de HPE ha sido generosa: se hará cargo de 200 millones de deuda y pagará a los accionistas 1.000 millones en efectivo. La cuantía implica una prima del 45% sobre el precio en bolsa el día antes de comunicarse la transacción, y equivale a un múltiplo de tres veces la facturación de los últimos doce meses. En cualquier caso, esta sigue siendo la mitad de lo que Nimble llegó a valer transitoriamente en 2015. Una buena salida para los inversores que no han disfrutado de ebitda y cash flow positivos.
En una carta a los clientes de su empresa, Vasudevan ha optado por una peculiar versión: «la combinación de nuestra tecnología con la red comercial de HPE, su marca y sus relaciones en todo el mundo, creará oportunidades de expansión para la empresa fusionada».
Lo cierto es que el segmento all-flash, que por algún tiempo alimentó las expectativas de decenas de startups innovadoras, va siendo absorbido por los líderes histórico. Sin exagerar puede decirse que la era de los alternativos se extingue; una prueba indirecta es el hecho de mientras la división de almacenamiento de HPE registraba una caída de ingresos del 12% en el último trimestre, crecía un 29% en el capítulo flash.
Es buen momento para un breve repaso del segmento de empresas especializadas en sistemas flash, polo de atracción para capitales durante cinco o seis años y cuyo valor en 2020 es estimado en 15.000 millones, con un potencial de 20.000 millones en 2020. De las dos partes en que – simplificando – se suele dividir el mercado del almacenamiento externo, es la única que crece, mientras los discos magnéticos declinan bajo la presión simultánea de la nube pública, el estado sólido y la hiperconvergencia.
Por consiguiente, está en marcha un reordenamiento inevitable del mercado de almacenamiento. EMC, ahora parte del imperio de Michael Dell, ya tiene lo que necesita, con dos líneas de productos flash (XtremeIO e Ipsilon) en su portfolio. Mientras, en el negocio de NetApp gana importancia el catálgo de SolidFire, comprada muy oportunamente. Entre los grandes competidores, IBM tendrá que decidir de una vez por todas qué quiere hacer con una división por la que no pasa su meridiano estratégico.
Entra en esa lógica el vaticinio de que Pure Storage va a recibir en breve una oferta de esas que no se pueden rechazar: sus acciones se han encarecido bruscamente tras conocerse el l destino de su rival Nimble. Otras de la misma camada (Kaminario, Tegile, Tintri, etc) tendrán que replantearse muchas cosas, a la vista del nerviosismo de los inversores que hasta ahora las han apoyado.
Una disyuntiva singular se le presenta a Lenovo, que no tiene presencia directa en este mercado: en razón de su incompatibilidad con Dell, tuvo que renunciar a revender sistemas de almacenamiento de EMC, y en octubre pasado firmó con Nimble Storage un acuerdo aún por desarrollar: cinco meses después, su socio pasa a manos de un adversario, HPE.
Visto lo visto, el precio aceptado por HPE es razonable, como lo ha sido el de Simplivity: por menos de 2.000 millones, se asegura una posición de privilegio en dos segmentos ascendentes del mercado. La estrategia de Meg Whitman provoca perplejidad – errática para unos, premeditada para otros – pero no se le podrá reprochar, como a sus antecesores, que paga más de lo que valen las empresas que compra.