Prepárese el lector para una retahila de cifras a cual más alta, a las que, para mitigar el impacto, se ha despojado de seis ceros cada una. Tras ver el cierre (luego recurrido) de la adquisición por AT&T de Time Warner, valorada en 85.000 millones de dólares, el operador Comcast se atrevió a ofrecer 65.000 millones por ciertos activos de la Fox, lo que obligó a Disney a elevar la suya (originalmente de 52.000 millones) hasta 71.000 millones. La semana pasada Comcast prefirió abandonar y centrarse en su oferta de 34.000 millones por el 61% de la británica Sky por 34.000 millones. A estas fechas, la familia Murdoch, propietaria de Fox, se ha embolsado unas plusvalías de 18.000 millones.
Porque el viernes 27 los accionistas de Fox aprobaron el acuerdo con Disney. La transacción tiene luz verde de las autoridades de Estados Unidos, pero deberá pasar por el filtro de las regulaciones europea y – lo que puede ser problemático – china. Cuando acabe el proceso, Disney habrá adquirido activos de distribución por cable y los estudios de cine y televisión de 21th Century Fox. Adicionalmente, satisface sus ambiciones en el negocio de streaming de video al quedarse con el 30% de Fox en la plataforma de streaming Hulu, rival de Netflix del que ya poseía otro 30%.
Aún no se sabe si Disney se dará por contenta con el paquete o pujará por el 61% de Sky. A menos que Bob Iger, CEO de Disney, haya llegado a algún acuerdo no conocido con Brian Roberts, su homólogo en Comcast, la puja no habría concluído.
La operación montada pacientemente por AT&T para adquirir Time Warner – ahora Warner Media – ha puesto de relieve la necesidad de las telecos de controlar contenidos para difundirlos por las redes que poseen [un interés compartido por Comcast pero no por Verizon]. Análogamente, las escaramuzas por fragmentar el imperio global de la familia Murdoch revelan la aflicción de los colosos de los medios, necesitados de armas para defender su relevancia en un mercado estadounidense en el que un número creciente de hogares cancelan sus suscripciones al cable para dedicar más tiempo a consumir contenidos online.
Esta alocada danza de miles de millones está motivada porque todos creen que así podrán aguantar el tipo frente a Netflix, Amazon y otros rivales digitales. El resultado inexorable es una consolidación, cuya finalidad es mantenerse competitivos en el nuevo paisaje.
Los analistas creen que Rupert Murdoch siempre ha tenido preferencia por la oferta de Iger, pero en su aceptación final hay razones de más peso que la empatía personal: las acciones de Disney que recibirá en pago son más valiosas y, paradójicamente, implican un menor coste fiscal que la oferta de Comcast, pagadera en efectivo. Se ha estimado que para igualar las ventajas que facilita Disney, Comcast habría tenido que elevar su oferta hasta 91.000 millones.
No es un fenómeno puramente transatlántico, desde luego. En Reino Unido, se expresa de otro modo, en la batalla por dominar Sky, plataforma de televisión de pago con 23 millones de usuarios, en la que los Murdoch tienen el 39%. Hablar de batalla no es un cliché: en diciembre de 2016, Fox parecía tener asegurada la adquisición del 61% restante, pero el pacto de accionistas fue rechazado por el regulador británico, temeroso de autorizar un poder excesivo sobre la TV y la prensa del país. Más recientemente, el regulador cambió de opinión, pero entretanto estaba sobre la mesa otra oferta, la de Comcast. Tal como va la partida, no puede descartarse que Disney salte a la arena ni que los Murdoch vuelvan a carga.
Brian Roberts, el mandamás de Comcast, desea controlar Sky por la misma razón por la que, hasta hace pocos días, deseaba controlar la Fox: el que los contenidos y su distribución estén en las mismas manos ha dejado de ser un tabú. Tanto da que la fusión sea vertical (como la de AT&T y Time Warner) u horizontal (como la de Disney y Fox). Oponerse a esta nueva realidad sería como sostener que el papel de un operador debe limitarse a arrendar sus redes a los gigantes digitales.
Sky compite en Reino Unido, Alemania e Italia, además de tener acuerdos de distribución de contenidos deportivos premium en otros mercados europeos. No obstante, se puede objetar que la mayor parte de sus ingresos procede de suscripciones a televisión por satélite, cuya base de clientes se erosiona en favor de la distribución por fibra o banda ancha móvil.
Para hacer justicia al titular que encabeza esta crónica, ¿qué vende la familia Murdoch y qué retiene? Los activos que transferirá a Disney incluyen, además de los mencionados, su participación en Star India, plataforma de 60 canales con 700 millones de espectadores. No cede, en cambio, la importante división de noticias Fox News, un instrumento de influencia política que acoge algunos de los más conspicuos propagandistas de Donald Trump. Lo que ahora llaman Nueva Fox, que será regida por Lachlan, hijo mayor del patriarca octogenario, podría merecer una valoración de 31.000 millones de dólares, calculan los analistas.
Aquí entra en escena otra transacción polémica. Sinclair, un consorcio de estaciones locales de televisión que se caracteriza por sus contenidos conservadores, tiene firmado un acuerdo para comprar otro grupo de comunicación, Tribune Media, con el objetivo confeso de competir con Fox News como portavoz de la extrema derecha norteamericana. Todo parecía estar atado cuando entró en escena la FCC (Federal Communications Commission) que ha paralizado la operación afirmando que requiere una audiencia pública para examinar todos los aspectos del acuerdo.
Es de sobra conocido que Rupert Murdoch y Donald Trump hablan por teléfono regularmente. No hay evidencias de que este vínculo haya influído en el bloqueo – no definitivo – de la FCC al nacimiento de un competidor por la audiencia de Fox News. Bueno, no hay evidencias, pero hay margen para la suspicacia.
Podría concluirse que la carrera empresarial de Rupert Murdoch entra en aguas más serenas. La voracidad con la que ha construido su imperio – a partir de dos periódicos australianos que heredó de su padre – deja paso al diseño del legado. El mando de su conglomerado News Corp. se repartirá entre sus hijos Lachlan y James [las dos hijas están al margen de estos negocios]. De hecho, el padre pasa casi todo el tiempo en Londres con su cuarta esposa, Jerry Hall [ex de Mick Jagger] y un informe reciente de Bloomber le atribuye una fortuna de 18.000 millones, que a su edad no deja de ser un buen plan de pensiones.