Las mediocres ventas de los nuevos iPhones [XMax, XS y XR] presentados en septiembre están impactando negativamente la cotización de Apple y, lo que puede ser más duradero, en una cadena de suministros habituada a prosperar con viento a favor. Para intentar la reactivación de la demanda, la marca de la manzana estudia dislocar sus precios en los mercados más problemáticos y – según Wall Street Journal – contempla relanzar con descuento el iPhone X, jubilado prematuramente para dejar sitio en el catálogo. Las alarmas se dispararon al conocerse los resultados del tercer trimestre fiscal: no porque fueran malos sino por el daño colateral de un comentario incidental de Tim Cook.
Los ingresos del trimestre cerrado en septiembre crecieron un 20% y los beneficios un 41%, pero Maestri anunció que a partir de 2019 se dejará de informar sobre el número de unidades y desglose de facturación del iPhone y otros productos. Naturalmente, sus palabras fueron interpretadas como señal de que las ventas han tocado techo y ¿a grandes males, grandes remedios? la compañía prefiere esconder las cifras. Al fin y al cabo – comentó el CFO – lo relevante es que el aumento del precio medio refuerce los ingresos aunque se vendan menos unidades.
La floja recepción de los nuevos iPhone, que cuestan entre 859 y 1.259 euros, ya era una evidencia en octubre, pero la magnitud del problema se puso de relieve cuando la agencia Bloomberg dio a publicidad un informe interno de Foxconn, principal ensamblador del iPhone, según el cual su presupuesto se recortará en 2019. Tirando del hilo, se ha desvelado que de las 60 líneas de producción preparadas inicialmente para el modelo XR (el más barato del trío) sólo 45 están funcionando a pleno rendimiento.
A finales de octubre, Apple habría cancelado una tercera parte de las órdenes de pedido originales por 70 millones de unidades previstas hasta febrero del año próximo. Desde el máximo de 2015, los despachos del iPhone han bajado un 6%, pero el supuesto recorte equivaldría al 20% de los previstos entre octubre de 2018 y marzo de 2019.
Foxconn, compañía holding taiwanesa, posee múltiples factorías de ensamblaje en China continental. Su filial principal, Hon Hai Precision, facturó 174.000 millones de dólares en su ejercicio cerrado en septiembre, con un beneficio operativo de 10.400 millones. De lo que se desprende que sus márgenes son estrechos y que el negocio depende de la ratio de crecimiento. Por supuesto, tiene otros grandes clientes [Sony, Xiaomi, Cisco, etc] pero ninguno de la envergadura de Apple.
Si ensamblara menos unidades para su principal cliente, su estructura podría tambalearse. Se ha calculado que al menos un 30% del ahorro de costes previsto en 2019 estaría relacionado con Apple. De momento, miles de trabajadores han pedido ´voluntariamente` la baja, al conocer la cancelación de horas extras en la época de producción intensiva.
El problema no se circunscribe a la relación privilegiada entre Apple y Foxconn, ni mucho menos: afecta gravemente a la cadena de suministro y, de rebote, a tramos vitales de la industria electrónica, especialmente a los fabricantes de componentes. Tres de ellos, Japan Display, Lumentum y Qorvo, han sufrido un descenso brusco de sus resultados y sus acciones se han desplomado. Lumentum, que fabrica chips de reconocimiento facial para el iPhone, ha recibido orden de recortar su producción un 25% en este trimestre y luego se verá.
En paralelo, las acciones de Apple han caído bruscamente desde los fastos por haber cruzado el billón de dólares de capitalización bursátil en agosto. El viernes pasado, era de 817.000 millones, una caída del 18% que no se debe exclusivamente a este factor. Lo llamativo es que los resultados trimestrales, francamente buenos, provocaran un distanciamiento de los inversores que miran en perspectiva.
No es sólo que a Apple no le guste que se conozcan sus problemas [esto va en su carácter] sino que internamente le cuesta estimar la demanda futura. Aparte de tener más modelos, que añaden complejidad logística, mucha de la información procede de tiendas y de operadores que también venden los smartphones de otras marcas. Si hasta hace poco los rivales del iPhone eran principalmente los Galaxy de Samsung, ahora compite con los modelos de cabecera de Huawei, especialmente en Asia y Europa. Estas dos marcas se disputan el trono. Apple sólo puede sentirse a salvo en Estados Unidos, un mercado saturado.
La batalla se agudiza en todo el mundo: Samsung y Huawei – también otros – comercializan modelos de 300 y 400 euros que no deslucen al lado de un iPhone que duplica su precio. Problema añadido: la táctica de encarecer los nuevos iPhone ha dado impulso a un mercado secundario de modelos descatalogados que en la práctica cumplen con lo que los usuarios esperan.
La competición es tan encarnizada que muchos analistas dan por segura la reaparición del iPhone X, eliminado del catálogo pese a que fue lanzado hace sólo un año. Esta práctica ha sido útil en algunos mercados para la rotación de inventarios pero ahora se presenta el problema de que, en muchos aspectos, el XR es inferior al X. Por lo tanto, si bajara el precio del segundo, los nuevos modelos perderían parte de su atractivo.
Una alternativa que explora Tim Cook, CEO de Apple, sería ofrecer a los operadores japoneses los nuevos iPhone con fuertes descuentos, para que a su vez hagan promociones que impliquen retirar modelos antiguos. El mercado japonés, según fuentes consultadas por Wall Street Journal, sería la pista de ensayo para poner a la venta el iPhone X al equivalente de 750 dólares, una ganga. ¿Por qué Japón? Pues porque, al parecer, un consumidor japonés es poco proclive a comprar móviles premium de marcas chinas o coreanas.
Por si fuera poco, la menor demanda de iPhones no afecta únicamente a Apple y sus suministradores: se resiente toda la industria electrónica. De entrada, menos unidades vendidas significan menos memorias DRAM, y ha de tenerse en cuenta que Apple carga 50 euros en el precio de cada 64 GB adicionales en sus smartphones. Los fabricantes coreanos Samsung y Hynix, así como el estadounidense Micron, que acaparan el 95% de las ventas globales de DRAM, serán tocadas de pleno.
Y, como las desgracias no vienen solas, es previsible que, a menos que se arregla la trifulca comercial entre China y Estados Unidos, los iPhone que entren en territorio estadounidense acabarán siendo gravados con un arancel porque habrán sido ensamblados en fábricas chinas. Apple tendría que comerse el sobreprecio o cargarlo al consumidor.
El fondo de la cuestión es, de todas formas, bastante sencillo de explicar. Los smartphones, como categoría, han alcanzado un punto de madurez y presentan grandes dificultades para mostrar innovaciones que motiven la sustitución de modelos – no tan antiguos, tecnológicamente hablando – por otros nuevos sin grandes diferencias de prestaciones. Esto es lo que coloquialmente se resume como saturación del mercado.
De todos modos, en el futuro previsible la demanda mundial seguirá absorbiendo unos 1.500 millones de smartphones cada año, una cifra prodigiosa. De ese total, Apple podría colocar entre 200 y 220 millones de unidades, pero es una incógnita que logre mantener su precio medio por encima de los 700 dólares.
[informe de Lluís Alonso]