En poco más de tres semanas abrirá sus puertas el Mobile World Congress de este año, punto de encuentro entre los actores de un mercado global. Los usuarios son, con perdón, sólo la referencia en cuyo nombre se diseñan las estrategias corporativas. Un asunto dominante es el advenimiento, cada vez más próximo de la quinta generación de telefonía móvil, o 5G. Todo va según lo previsto y los primeros despliegues se harán a tiempo para los Juegos Olímpicos de Tokio. Si todo está así de claro, ¿de qué se hablará en Barcelona a partir del 27 de febrero? De dinero. Porque 5G evoca expectativas de negocios multimillonarios y exigencias de inversión. En fin, lo que suele llamarse impacto económico.
Oportuna idea la de Qualcomm, que ha encargado a la consultora IHS Markit la elaboración de un estudio titulado The 5G economy: how 5G technology will contribute to the global economy. Sus conclusiones se resumen en unas pocas cifras asombrosas: prevé que en 2035, las redes 5G contribuirá al PIB mundial con 3 billones de dólares, dando un impulso del 0,2% añadido. Además, soportarán 22 millones de puestos de trabajo. Como 2035 está lejano, IHS Markit ha acercado el foco lo necesario para apuntar que entre 2020 y 2035 – los primeros quince años de vigencia de la tecnología – su contribución al PIB global equivaldrá al tamaño actual de la economía de India (la tercera del mundo).
El apartado central del estudio se mete de lleno en la contribución de 5G a la economía global, y es el que más merece destacarse. El equipo redactor subraya de entrada que su valor reside en que los operadores recogerán ingresos con más eficiencia, fidelizarán a los clientes existentes y a los que se sumen, y tendrán la oportunidad de crear nuevos modelos de negocio. Con 5G, las comunicaciones móviles serán pieza clave en industrias de gran calado, como la eléctrica o la de automoción, que multiplicarán el impacto al resto de la matriz económica.
En los primeros años, explica el documento, la ´economía 5G` tendrá como gran característica la de fortalecer la infraestructura y la tecnología de base. Los usos irán en consonancia con esta fase: mejorarán aquellos que dependan de un mayor ancho de banda. A continuación, llegarán el IoT masivo y las aplicaciones MCS (mission critical services) en las que – a efectos de estimar su valor económico – se incluyen los vehículos autónomos, los drones y la telemedicina. Estas ganarán más importancia a medio-largo plazo, a medida que estas tecnologías, esencialmente móviles, se introduzcan en la esfera industrial.
El estudio hace hincapié en que todos los sectores industriales se verán involucrados. De hecho, la asimilación de los servicios facilitados por 5G consolidará el papel de la movilidad como una práctica de propósito general. Algunas industrias, debido a su estructura económica o al peso de la regulación, podrían tardar algo más en adoptar los nuevos modelos de negocio. Por esto, precisamente, IHS Markit ha preferido escrutar el largo plazo y calcula que en 2035 la aportación de 5G equivaldrá al 4,6% de la riqueza mundial que se genere ese año.
El mayor bocado se lo llevará el sector manufacturero, debido a las inversiones en equipamiento para adaptarse a la nueva realidad. Se ponen como ejemplo los drones, que incrementarían los ingresos en el sector del transporte, pero antes tendrán que fabricarse las aeronaves no tripuladas. A continuación, la segunda actividad más favorecida sería la de información y comunicaciones: un 11,5% de su facturación se originará en la adopción de 5G. En la industria fabril, la mayor contribución vendrá del hardware complementario. Asimismo, se pronostica que 5G será la razón del 6,5% de producción del sector público [aquí el informe pone cuidado en resaltar las inversiones en smart cities] y, por último, el impacto en la agricultura será de un 6,4% gracias a las soluciones ´inteligentes` para el sector.
iHT Markit deja claro que las industrias más afectadas, como los coches autónomos o los drones, no sólo se dirigirán al consumidor. Gran parte del valor que les atribuye corresponde a su papel en aplicaciones agrarias, de minería, vigilancia de recursos naturales o transporte autónomo. Así, se contempla que los municipios incorporarán vehículos autónomos a sus sistemas de transporte público y emplearán drones para monitorización. La industria manufacturera los usará en el interior de fábricas y almacenes. Se añade este apunte: los vehículos autónomos seguirán necesitando seguros, pero tendrán menos accidentes.
Comparando los 3,5 billones de la cadena de valor de 5G en 2035, resultan ser más que la actual del sector de comunicaciones móviles. En cuanto a los empleos a crear, una vez dicho que serán 22 millones globalmente, se concluye que 9,5 millones (el 43%) beneficiarán a China.
Los autores dedican capítulos individuales a siete países: Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Corea del Sur, Reino Unido y Francia. En ellos, se invertirá una media de de 200.000 millones de dólares anuales en expandir y mejorar las tecnologías asociadas a 5G, cifra que suma tanto la infraestructura de red como la destinada a sus aplicaciones corporativas. Es evidente que obtener todo el potencial de 5G requerirá inversiones constantes de una cadena que incluye a operadores, proveedores de componente, fabricantes de equipos de red y desarrolladores.
No es sorprendente la afirmación de que Estados Unidos y China serán los protagonistas mayores de esa inversión de capital, así como de la I+D, con desembolsos que respectivamente serán de 1,2 y 1,1 billones en los 16 años considerados por el estudio. Supondrían el 28% y el 24% del total de inversión global, mientras los otros cinco países mencionados sumarían el 23% restante. Ni que decir tiene que el gasto de esas economías va a repercutir sobre el resto del mundo: las economías emergentes – antes llamadas en vías de desarrollo – se saltan algunas fases tecnológicas, este es un mérito de 5G y la hiperconectividad.
El ciclo de inversión que prevé el estudio encomendado por Qualcomm es el propio de toda tecnología nueva que acaba asentándose. Al principio, la investigación fundacional, así como los despliegues de infraestructura, serán prioritarios. Después, perderán importancia en favor del desarrollo de aplicaciones y servicios orientados a nuevos modelos de negocio.
Otro ejercicio que ha hecho la consultora – y que sin duda su comitente comparte – es una estimación del efecto neto que tendrá 5G. Si no existiera, viene a decir, las inversiones se dirigirían a otros sectores, y lo mismo puede decirse de la mejora en la productividad. En otras palabras, para que 5G pueda considerarse como una fuente de crecimiento real, debe haber un saldo macroeconómico positivo, no sólo una transferencia de recursos. Para calcularlo, IHS Markit ha usado su metodología Global Link Model, que pretende esclarecer la naturaleza interconectada de la economía global.
Los datos que alimentan el modelo son los siguientes. Primero, la inversión anual en los siete países considerados, para determinar cómo se modifican las economías nacionales al incrementarse el flujo de capital. El segundo, las mejoras de productividad en los casos de uso analizados (21 en un amplio espectro de sectores). Estas mejoras se cruzan con la mejora de ventas previsible, de manera que la consultora llega a capturar los efectos positivos atribuibles a compañías que aumentarán su eficiencia o lanzarán nuevos negocios gracias a 5G.
Una vez analizados estos datos, se concluye que la contribución media al PIB mundial será de 3 billones de dólares, una vez ajustada la inflación. Se puede objetar que la cifra no contempla riesgos potenciales; para corregir ese margen, IHS ha tomado el valor neto de las contribuciones al PÎB y ha descontado una tasa del 3% anual. El resultado da 2,1 billones de dólares. Asumiendo que la economía mundial crecerá un 2,9%, se atribuye un 0,2% exclusivamente a la contribución de 5G.
Por otra parte, el estudio abarca 16 sectores industriales con base en la clasificación ISIC de Naciones Unidas. Junto con especialistas de Berkeley Research y la firma de análisis PBS, se ha desarrollado un modelo ad hoc.
Merecen un destacado otros apuntes del informe. 5G introduciría un nuevo nivel de complejidad en la regulación, así como en el diseño de las políticas, a medida que prosperen los nuevos modelos de negocio. Las áreas en las que se prevé conflicto a la hora de legislar pasan por la seguridad pública, la medicina, el espectro radioeléctrico y la educación. El reto que resumen los autores suena familiar: «preparar la sociedad para la ubicuidad de la nueva tecnología sin poner límites a la innovación».
[informe de Pablo G. Bejerano]