En el léxico corriente de las empresas de T.I, hay palabras cuyo uso más vale no poner en cuestión porque puede decepcionar. Cumple esta condición, como otras, la palabra “innovación”. Más discutible es su atribución marquetiniana a iniciativas y proyectos rutinariamente tildados de “innovadores”. Un estudio de la respetada agencia de comunicación Edelman distingue entre su percepción pública y la calidad de su gestión y sus gestores. Una de sus conclusiones más fértiles es esta: en España, el índice de confianza que puntúan los entrevistados ha subido dos puntos en los últimos doce meses, pero aun así se queda en el 46%, por lo que la balanza se inclina ligeramente hacia la desconfianza.
Si un 46% no provoca alarma es, aparentemente, porque coincide con el resultado en Estados Unidos y un punto superior al de Alemania, dos países a los que cuesta señalar como poco innovadores. Y porque España se sitúa siete puntos por delante de Reino Unido, que desde el Brexit ha caído al fondo de la tabla (39%). Lo que no cuesta adivinar es qué países encabeza la tabla: China, que ha bajado cuatro puntos – del 83% al 79% – supera con holgura a los demás en la percepción (dentro del país) como líder mundial de la innovación, a pesar – y podría decirse que a causa – de las sanciones que aplican Estados Unidos y sus aliados.
Como premisa global – el barómetro se basa en una encuesta en 28 paises – Edelman descubre que la clave de aceptación de cualquier fenómeno o institución analizados reside en la confianza. Al presentar la edición 2024, basada en entrevistas hechas en 2023, la codirectora general de Edelman en España, Lucía Carballeda, subrayó un rasgo que es común a los 28 y por tanto se verifica en España: las empresas son la institución que más confianza despierta – muy por encima de gobernantes y medios de comunicación – como se trasunta en el gráfico:
En la foto fija del barómetro, la confianza en la innovación en determinados sectores pone en primer lugar el de salud, con un 69%. global En el tramo de la desconfianza, destacan dos clásicos: la banca y las redes sociales. La situación no es distinta en España. Sin embargo, no hay que confundir la confianza que merezca un sector con la confianza en sus innovaciones, como sugiere el gráfico que encabeza este post. El ruido mediático que acompaña a la inteligencia artificial podría ser contraproducente, ya que provoca más dudas que entusiasmos. La medicina genética sostiene un equilibrio entre síes y noes, que habrá que ver cómo evoluciona, pero no se ha preguntado por los experimentos de implantación de chips. Los alimentos transgénicos, polémicos donde los haya, son castigados con un 65% de rechazo.
La 24ª edición del barómetro intenta identificar qué estamentos gozan de mejor percepción – y por lo tanto – de más confianza. Sumariamente: ¿las empresas o los gobiernos? ¿Cuál de ellos es más competente para promover la innovación? ¿Cuál actúa con más apego a la ética? Confrontarlos nos confronta en torno a dos valoraciones: cuál de ellos Los resultados indican que se espera más de las primeras (55%) que de los segundos (37%), pero ya se ha visto que los medios de comunicación salen tan mal parados que los gobiernos. En otra sección del documento, los periodistas – como profesión, pero también los medios –
Ahora bien, ajustando el foco en las empresas, Edelman destaca algo inesperado: los consejeros delegados son la figura de liderazgo que más desconfianza producen; sólo los líderes políticos obtienen peores resultados. En todo caso, algo curioso sobresale: la escala directiva más alta de las empresas sólo merece una confianza del 39%, pero quienes ocupan esa posición en la empresa para la que trabaja el encuestado [“mi CEO” en la terminología del estudio] sube hasta el 59%. ¿Endogamia?
Es fácil explicar por qué los científicos reciben alta puntuación (84%). El 51% de los entrevistados – que los incluye – considera que la ciencia está muy politizada y llega hasta el 61% la proporción de quienes piensan que hay demasiada influencia política en el proceder de la comunidad científica.
El otro flanco de los resultados revela que el 43% de los encuestados en 28 países opinan que la innovación está mal gestionada y un 22% piensa lo contrario. En 26 de los 28, la opinión dominante sostiene que sus gobiernos no regulan la innovación de forma apropiada. En España, uno de los peor situados de la tabla, un 55% de las respuestas señalan que “los reguladores gubernamentales no tienen la comprensión adecuada de las tecnologías emergentes para regularlas de forma efectiva”.
Esta percepción generalizada sobre las deficiencias de gestión coincide en un punto fundamental: la innovación evoluciona vertiginosamente, lo que menos de un tercio valora positivamente pero inquieta al resto. ¿En quién debería recaer la responsabilidad de integrar la innovación en la sociedad? Es la pregunta consiguiente: el 55% deposita su confianza en las empresas mientras el 37% menciona a los gobiernos.
A la luz de este cóctel de respuestas, Edelman concluye que la colaboración público-privada es esencial para la mitad de los entrevistados, lo que resulta ser es un cambio de tendencia comparado con 2015, año en que sólo opinaba así el 28%. Incluso en China, país gobernado por un partido comunista, prevalece entre los encuestados la defensa de la colaboración público- privada.
[publicado en La Vanguardia el 28/4]