Durante meses se ha hablado de los microprocesadores Ryzen, con los que AMD trataría de recuperar predicamento. La literatura técnica anticipaba que sus prestaciones serían superiores a las equivalentes en el catálogo de Intel. No se esperaba que la pelea giraría en torno al precio. Lisa Su, CEO de AMD desde 2014, ha dicho a los analistas que su táctica busca la disrupción del mercado, a sabiendas de que Intel podría responder bajando sus precios u ofreciendo más cores por el mismo dinero. Si fuera el caso, advirtió Su, AMD está preparada para un segundo asalto. Aunque las fuerzas son dispares: un peso pluma de 4.300 millones de dólares en 2016, frente a un peso pesado de 59.500 millones.
Las primeras unidades despachadas de Rysen van dirigidas a los usuarios avanzados, exigentes con el rendimiento de sus PC de sobremesa, pero la familia se completará en breve con otros procesadores dirigidos a consumidores corrientes. El pequeño pero lucrativo segmento de los ´jugones` es el objetivo inicial de AMD: «antes de junio, todos los fabricantes importantes tendrán en venta torres para gaming equipada con Ryzen; será el ecosistema más amplio que hayamos tenido nunca·, presumió Su. AMD se encuentra en el momento crítico de la renovación de su catálogo, y empieza sobre seguro.
Hasta ahora, AMD solía competir en la franja inferior de su oferta, conformándose con menores márgenes, y ese ha sido normalmente su perfil en el mercado. Esto podría cambiar con su nueva microarquitectura Zen – anunciada en junio pasado – en la que confía para construir una base sólida y ganar terreno. El paso más importante lo dará cuando ponga en venta sus futuros procesadores para servidores, apodados Naples.
La nomenclatura complica las cosas, al confrontar los Ryzen 7, 5 y 3 con los Core i7, i5 e i3. Los tres modelos disponibles de la primera camada de Ryzen se comparan favorablemente con los de la generación Broadwell de Intel, pero como esta nació en 2014 y se fabrica con tecnología de 14 nanómetros, la ventaja de AMD durará poco: el eclipse de Broadwell ha comenzado para dar paso a Skylake y KabyLake, también de 14 nm, como eslabón hasta que el año próximo aparezcan los primeros chips con densidad de 10 nanómetros. Que serán la octava generación de la familia para Intel, mientras que AMD se encuentra a medio camino entre la cuarta y la quinta de su saga. Mark Papermaster, CTO de AMD, avisa de que la compañía ya está trabajando en dos futuras iteraciones de Zen. Un mal síntoma es que Jim Keller, quien dirigió el desarrollo de la microarquitectura, acaba de marcharse a Tesla.
Durante años, o lustros, Intel ha vivido cómodamente instalada en una secuencia autocontrolada de sucesivas generaciones de procesadores. A base de ajustar el calendario, justificaba el dogma de la llamada ley de Moore, introducía nuevos productos con mejores prestaciones, optimizaba sus inventarios y, sobre todo, gozaba de unos márgenes de beneficio muy confortables. Los usuarios, por su lado, se sentían satisfechos porque no veían alternativa, ya que problemas de todo tipo impidieron a AMD sacar más partido de su tecnología.
Hace unos años, nadie hubiera pronosticado una crisis de la arquitectura x86, pero el auge de los smartphones y tabletas equipados con procesadores de arquitectura ARM ha abierto la posibilidad – teórica en este momento – de que otros fabricantes, adheridos a esta arquitectura, como Qualcomm, se lancen a la conquista del mercado de los PC y, sobre todo, el de los servidores. Microsoft lleva tiempo amagando con abrir la puerta a los rivales de Intel, y vuelve a hacerlo precisamente ahora [asunto merecedor de una crónica aparte].
Un análisis de Deutsche Bank estima que Ryzen hará que aumente un 26% el número de unidades vendidas por AMD este año, mientras las de Intel caerían un 5%. De momento, Intel no ha reaccionado bajando el precio de sus chips para desktop, y tal vez no lo haga si no ve la necesidad. Sus directivos predican que el mercado de PC seguirá declinando durante al menos otros tres años, y no creen que la tendencia fuera a cambiar porque Intel bajara sus precios. El caso de AMD es distinto: tiene urgencia por ganar cuota, aun al coste de sacrificar ingresos. Y no puede pensar en una diversificación como la que domina la estrategia de su rival.
Quien ha conocido AMD en otros tiempos, sabe de las duras circunstancias que ha tenido que superar. Vendió sus fábricas dando origen a la actual GlobalFoundries; cerró, a cambio de dinero, un litigio de propiedad intelectual con Intel; afrontó incontables reestructuraciones corporativas, sufrió deserciones. Dejando atrás esta historia, AMD quiere demostrar que esta de vuelta y con ganas de pelea.