El anuncio de la fusión entre Citrox y Tibco ha animado por unos días un cotarro que no andaba aburrido en este comienzo de año. Se puede desagregar en tres movimientos: adquisición de Citrix, retirada de la bolsa y posterior fusión con Tibco. El comunicado oficial, obedientemente recogido por la prensa venal, destaca la creación de un gigante del software con 400.000 clientes en un centenar de países. Así ha de ser, pero más relevante es la maniobra financiera orquestada por tres fondos ansiosos por reajustar sus inversiones en el mercado del software. Se trata de Elliott Management, controlado por el tenebroso Paul Singer, Vista Equity Partners y Evergreen Coast Capital.
Está previsto que el acuerdo se cierre a mediados de año y contempla la posibilidad de que Citrix siga operando bajo su marca. Elliott podría hacer valer el 12% de acciones que posee para aumentar su poder en el consejo – como ya hizo en 2015 – y reorientar la estrategia o bien mejorar la apariencia de la compañía y revenderla cuanto antes. Este es el tipo de juego que ha dado a Singer su reputación. En 2015 ya anduvo enredando como accionista de EMC e indirectamente provocó su adquisición por Dell al año siguiente. Cada vez que Singer parece estar sacrificando una pieza, acaba ganando la partida.
En cuanto a Citrix, ha estado varias veces en el punto de mira de otros inversores, como Bain, Carlyle y Thoma Bravo, que en 2017 llegaron a presentar ofertas sin consecuencia; al año siguiente, Elliott contrató a Goldman Sachs para explorar opciones de venta. Finalmente, ha optado por una mezcla de las dos fórmulas en complicidad con Vista Equity Partners.
Según ha dicho Bob Calderoni, recuperado de urgencia como CEO interino de Citrix tras la espantada de David Henshall en octubre pasado, la condición de empresa no cotizada le confiere flexibilidad para invertir en oportunidades de alto crecimiento, como DaaS (Data-as-a-Service), así como para acelerar su transición a la nube, aproximación seguramente compartida por Elliott.
No cabe duda de que bajo la significación tecnológica de esta operación – valorada en 16.500 millones de dólares – subyace una laboriosa ingeniería financiera. El propio Calderoni – que fue consejero de Citrix entre 2014 y 2018 – la ha definido como la consumación de una revisión estratégica que ha durado cinco meses y que proporcionará a los accionistas un retorno inmediato, toda vez que el tránsito del modelo de licencias tradicional al de suscripción no ha tenido el éxito que Henshall prometía.
Poco después de asumir la interinidad, Calderoni admitió varios pasos en falso en esa transición, al mismo tiempo que subrayaba los más de 1.000 millones de dólares en ingresos recurrentes obtenidos con el modelo SaaS. En el último trimestre de 2021, las cosas parecía pintar de otro color, ya que las suscripciones representaron el 85% de las nuevas transacciones y en el caso de su buque insignia de virtualización del puesto de trabajo rozaban el 95%. Pese a ser una empresa decana en la tecnología VDI (Virtual Desktop Infrastructure) y de que la pandemia ha impulsado su demanda gracias al teletrabajo, Citrix no ha acertado a exprimir todo el jugo de la coyuntura favorable. De hecho, la facturación de 2021 fue de 3.220 millones de dólares, un descenso del 1% sobre 2020, año en el que había crecido un7,5%.
Es inevitable fijarse en lo que se mueve entre las bambalinas financieras. Elliott lleva años agitando el avispero del mercado del software a la par que otros fondos especializados: Thoma Bravo, Francisco Partners y Vista Equity. Su modus operandi es notorio: pone en su punto de mira empresas que considera infravaloradas en bolsa, invierte en ellas antes de exigir cambios en la dirección y luego segregación de actividades (sean rentables o no, según su conveniencia), tácticas que casi siempre se acompañan de recompras de acciones para elevar el valor de la acción. En el caso de Citrix, su valor en bolsa se desplomó más del 35% en 2021 antes de ser retirada de cotización.
Los memoriosos del sector recuerdan bien la trayectoria de Elliott. En 2010, Singer – que no come chanquetes – lanzó una oferta de 1.000 millones por Novell, que meses más tarde vendió a Attachmate [ahora parte de MicroFocus] en 2.200 millones, disparando las ganancias de su fondo. En 2012, este compró el 8% de Compuware para forzar una oferta por el 100%, que fracasó y acabó revendiendo a Thoma Bravo – quizás el fondo inversor más enfocado al software – en 2014. En años siguientes fue protagonista de operaciones similares, como su inversión en F5 Networks o la venta de Sonic Wall.
En los últimos años, Elliott comenzó a mirar otros objetivos, adquiriendo participaciones minoritarias en multinacionales como AT&T, eBay, SAP, Twitter y Softtbank. El año pasado provocó temblores en Telecom Italia y Telefónica montó una alianza con otros fondos para evitar que Singer se colara en su accionariado.
Poco después de su adquisición del 7% de Citrix, en 2015, la compañía se ofreció – infructuosamente – a Michael Dell. Al poco, Elliott forzó la escisión de la unidad GoTo de videoconferencia y su fusión con LogMein, dando lugar a una compañía de 1.800 millones de dólares. La operación disparó la acción de LogMein y tres años después Singer la adquirió a través de otro fondo gestionado por él y sus hijos, Evergreen Coast Capital.
La operación anunciada días atrás tiene un antecedente: en septiembre, Elliott invirtió 1.300 millones en Citrix, comenzó a mover fichas y forzó la dimisión de Henshall, a la sazón CEO después de 18 años en la compañía. La operación con Vista Equity Partners, accionista principal de Tibco desde 2014, había echado a andar.
Queda por ver cómo se acoplan las dos compañías tras lo que un analista ha definido como matrimonio tardío. Una de las incógnitas, probablemente la menor, es quién liderará la resultante: Calderoni podría pasar de interino a titular, pero tal vez Tibco – formalmente la compradora – propondrá a su CEO, Dan Streetman, aterrizado en 2020 tras la compra de Information Builders.
Vista Equity Partners conoce las reglas de la ingeniería financiera tan a fondo como Elliott. De hecho, su historial de inversiones en software es impresionante: más de una veintena de compañías que ha digerido y en muchos casos regurgitado. Curiosamente, fue Vista quien el año pasado vendió a Citrix la plataforma de gestión de trabajo Wrike, que para la compradora planteó un esfuerzo financiero de 2.250 millones de dólares.
El círculo parece haberse cerrado y el numeroso equipo de analistas que rodea a Paul Singer afina la línea a seguir. La fusión puede hacer más viable la estrategia que ambas compañías decían seguir últimamente: software-as-a-service.
Uno de los mayores activos de Citrix, su plataforma VDI, es rodeada (y envidiada) por compañías de mayor envergadura en una coyuntura que promete crecimiento asegurado. No estará de más recordar que el año pasado Citrix firmó un acuerdo con Nutanix y a los pocos días otro con Google, ambos basados en su concepción del workspace. Abundan las hipótesis.