Que una empresa china sea demandada ante un tribunal europeo por infracción de patentes, es hasta cierto punto previsible. Que la demandante sea otra empresa china, es algo excepcional. Es lo que acaba de ocurrir: en un movimiento sorpresa, Huawei ha acusado a su compatriota de violar su propiedad intelectual, en los tribunales de Alemania, Francia y Hungría. Aparentemente, la elección de estos países corresponde al hallazgo de dispositivos 3G que, aunque llevan la marca ZTE, serían “burdas imitaciones”, según la denuncia. Como era de esperar, ZTE ha reaccionado airadamente, negando la mayor y presentando una contradenuncia … en un tribunal chino.
Como otras disputas sobre patentes, es probable que este enfrentamiento se resuelva en la mesa de negociaciones, y las denuncias mutuas sean sólo tácticas. No es la primera vez que ZTE es llevada ante los tribunales; ahora mismo, tiene pendientes otras denuncias: de Ericsson por violación de patentes de 2G y 3G y de Novatel por copiar la tecnología de su dispositivo MiFi. Ambos afirman haber propuesto acuerdos de licencia, que el fabricante chino ha rehusado.
En el caso de Huawei, los antecedentes son otros. En enero, denunció a Motorola por la sospecha de que ciertos desarrollos en común cayeran en manos de Nokia Siemens Networks, al adquirir esta activos de aquélla. A la postre, Huawei consiguió una compensación económica que ha sentado un precedente: es la primera vez que en Estados Unidos se recompensa a una compañía china por la propiedad de una tecnología.
Estos movimientos de Huawei tienen largo alcance. Se trata de enfatizar el valor que asigna a su propiedad intelectual, a la vez que es un aviso a los competidores de su disposición a defenderlas o, en su caso, a llegar a acuerdos de licencia. Que la contraparte del litigio sea una empresa china, sirve a este propósito, porque las dos suscitan desconfianza por su origen. ZTE, aunque cotiza en la bolsa de Hong Kong, está controlada por el estado chino; Huawei no cotiza, pero se insiste en atribuirle vínculos con el ejército de ese país, que la compañía niega. En un gesto inusual en ella, su último informe anual publica por primera vez la identidad y biografía de su consejo de administración y principales directivos.
Tanto Huawei como ZTE son universalmente conocidas como proveedoras de equipos para redes de comunicaciones ópticas y móviles. Entre sus clientes se encuentra la flor y nata de los operadores europeos, pero últimamente se han labrado una reputación entre el público gracias a sus dispositivos para usuario final. Estos, precisamente, son la materia del litigio entre las dos compañías, que tienen en común el estar situadas en Shenzhen (en la foto, imagen del centro cívico de la capital económica de la costa meridional de China).
Las ventas de equipos para operadores de ZTE crecieron un 2% al cierre del primer trimestre, pero subieron las de sus dispositivos nada menos que un 51%, impulsadas por sus móviles y dongles 3G en Europa. En conjunto, la cifra de negocios aumentó un 13,8% hasta los 15.100 millones de yuanes (1.560 millones de euros). Huawei la dobla en facturación, gracias a su cartera de contratos de LTE, que espera incrementar con su nueva rama de redes empresariales.
El despegue reciente de ZTE es el fruto de una estrategia de conquista de los mercados occidentales, que empieza por la oferta de smartphones Android de bajo precio, con la idea de abrir otras oportunidades en la expansión de la banda ancha y la modernización de redes inalámbricas. Así, ZTE ha conseguido colarse entre los cinco primeros del ranking de marcas de móviles, desplazando a Sony Ericsson. El año pasado, sus ventas en Europa aumentaron un 150% y en Estados Unidos un 100%, comparadas con el “modesto” 50% en el resto del mundo. Un punto clave de esa estrategia es la discreción de sus acuerdos de branding con los operadores occidentales.
En cierto modo, es una trayectoria inversa a la seguida por Huawei, que empezó por significarse como suministrador de infraestructura y gestor de servicios, para luego saltar al mercado de smartphones low cost. Es un segmento de gran dinamismo, porque muchos consumidores envidian las prestaciones de alta gama pero no pueden permitirse pagar el precio. En este marco, las estrategias de los fabricantes chinos coinciden como un guante con los intereses de los operadores.