En la estela del caso Madoff, y con autoridades menos permisivas, han vuelto los escándalos a Wall Street. El último ha estallado ahora, pero los hechos se remontan a 2007, cuando un informante cantó a la comisión de valores estadounidense (SEC) las andanzas del Galleon Group, un fondo de fondos que dirige Raj Rajaratnam, orondo ciudadano nacido en Sri Lanka y conocido benefactor de la comunidad india en su país de adopción. De tanto en tanto, en algunos boletines de ese género grisáceo llamado “confidencial” se leían alertas acerca de la influencia que ciertas “fuentes alfa” (sic) parecían tener en el inexplicable calentamiento de ciertas acciones tan oportunas como rentables.
A falta de evidencias, los brokers comentaban los altos rendimientos medios, del 23%, con los que Rajaratnam recompensaba a sus inversores. Así las cosas, los capitales captados por Galleon crecieron un 25% el año pasado. ¿Dónde estaba el truco? Un gestor citado por el Financial Times sostiene que para ganar dinero en el mundo de los hedge funds hace falta uno de estos atributos: un extraordinario manejo de la tecnología, una inteligencia superior a la media o, el más corriente, una fuente de información privilegiada.
Ahora se sabe que Galleon, y otro fondo del mismo género. New Castle, gozaban del tercer atributo. No se trataba, qué va, de un montaje piramidal fraudulento a la manera de Madoff, pero el inside trading es un delito equivalente al de conspiración para alterar el precio de las cosas. Por cierto, los inversores no tienen motivo alguno de queja, porque su dinero se invertía en empresas sólidas, conocidas y rentables. Pero lo que despertaba sospechas era la forma de operar, que consistía en tomar posiciones súbitas en un único valor, sin tomarse la molestia de advertir, como es de buena práctica, de los riesgos en que se puede incurrir por una concentración excesiva.
La trama, o presunta trama, se apoyaba en una red de informantes de altos vuelos, entre los que estaban analistas, agentes de relaciones públicas y ¡sorpresa! nada menos que un vicepresidente senior de IBM, Robert Moffat. Últimamente a cargo de la división Sistemas y Tecnologías y con 31 años en las filas de la compañía, este directivo era considerado como el más probable sucesor del presidente Sam Palmisano. Herido en su confianza, Palmisano ha cortado por lo sano (es una frase hecha, claro) y ha anunciado la salida fulminante de Moffat de la compañía. Será reemplazado por Rod Adkins, a la sazón el más alto directivo negro de IBM.
Según lo que ha trascendido, Moffat habría pasado a New Castle información privilegiada sobre el intento de compra de Sun Microsystems por IBM, finalmente frustrado. Sin embargo, no hay pruebas de que Moffat se lucrara del soplo. En realidad, el cotilleo sobre tal o cual operación en ciernes es un plato corriente en cualquier comida de negocios, sólo que en este caso los imputados han pisado la línea roja. Por ejemplo, ¿quién informó a Galleon de que el operador Clearwire recibiría 1.000 millones de dólares de Intel para financiar sus proyectos de red Wimax? ¿Y quién dio el soplo sobre la entrada de capitales árabes en AMD? La investigación continúa, y los sospechosos van dejando sus puestos, aunque han tenido el detalle de no incurrir en el topicazo de la “conciencia tranquila” que tanto se lleva en España.