Poco ha tardado Lee Jae-yong en retomar las riendas de Samsung tras dos acontecimientos que han marcado su futuro: la muerte del padre – claro que con las complicaciones de su herencia – y varios meses en prisión por un turbio asunto relacionado con la destituida presidenta de Corea del Sur. Al volver a su despacho en la torre de la compañía, ha barrido la cúpula directiva a la vez que aprobaba un plan multimillonario de inversión que inicia una profunda reconversión estratégica del grupo. Algo no cambia: la rama de semiconductores se llevará la mayor parte del capex por la razón de que contribuye con un tercio de los ingresos y dos tercios del beneficio operativo del año fiscal 2021.
A Jay Lee, como se le conoce, de 52 años, educado en Harvard se le ha despejado el liderazgo del más importante conglomerado coreano: sus hermanas no tienen interés en los negocios y ahora puede hacer y deshacer a su gusto. El plan de inversión en tres años anunciado por Samsung prevé expandir los negocios en semiconductores, farmacéutica, inteligencia artificial y robótica. Pero los cambios inmediatamente visibles afectan a la cúpula directiva y a la estructura operativa. En diciembre, se comunicó la división de Samsung Electronics – la parte del león del grupo – en dos grandes divisiones: una centrada en los semiconductores y otra en los negocios de consumo.
Los directivos que estuvieron al frente de la compañía los últimos años ha salido de escena. Sube a primer plano un dúo: Kyehyung Hyung y Jong Hee-Han, con exitosos antecedentes como gestor de la rama de memorias, dirigirá la reforzada división de Semiconductores, ahora con la sigla DS. De la fusión de los negocios hasta ahora separados de TI y Comunicaciones con la de Electrónica de Consumo (básicamente televisión), ahora con la sigla SET [para el inglés se prefiere DX, por aquello de la experiencia digital], se ocupará Jong Hee-Han, quien se ha ganado los galones liderando la rama de televisión durante los últimos quince años. Los dos tendrán igual rango y se repartirán las funciones de CEO de la compañía.
El cambio coincide con un deseo de simplificación de la estructura, que debería tener pronto reflejo en las subsidiarias nacionales. Anteriormente, Samsung Electronics se dividía en cuatro unidades que a partir de este año fiscal se refunden en dos.
Lee Jae-yong se ha encontrado otro panorama social. Una parte de los empleados más jóvenes han reclamado mejoras salariales mientras que grupos de la sociedad civil surcoreana exigían más transparencia a quienes cuidaban la casa en ausencia del heredero. No significa que los cambios obedezcan a la protesta, sino a la necesidad de abordar un escenario muy diferente, que invita a dedicar más recursos a fortificarse en mercados donde se atisban peligros y a asentarse en otros emergentes.
Por ejemplo, el estancamiento del mercado de smartphones, la ofensiva de Apple y la agresividad comercial de las marcas chinas restan atractivo a este negocio por el que la marca es más conocida del gran público. En las próximas semanas – por primera vez al margen del Mobile World Congress – la marca anunciará sus nuevos modelos para una temporada que se avecina muy competitiva y para la que se ha preparado a conciencia.
Si por algo destaca Samsung es por sus capacidades de fabricación de procesadores y memorias, en una cada vez más férrea rivalidad con TSMC, pero se apresta a redoblar la apuesta. Ha reservado una inyección de 17.000 millones de dólares para construir una nueva fábrica en Texas, que debería estar plenamente operativa antes de finales de 2023. Iniciativa que va en paralelo a las de TSMC en Arizona e Intel en Ohio, apoyadas fervorosamente por la administración Biden
Tesorería no le va a faltar a Samsung para acometer esas inversiones, gracias a un generoso margen de EBITDA del 30%: al 31 de diciembre, su balance presumía de atesorar 124 billones de won (103.000 millones de dólares) en efectivo, a la vez que la deuda era muy manejable. Le harán buena falta esos recursos para cumplir lo prometido, nada menos que triplicar la capacidad de producción antes de 2026.
El plan que tanto mima a los semiconductores tiene sentido por coincidir con el aumento de precios debido a la escasez mundial de chips, que le reportará más ingresos en 2022 pero a la vez reducirá la rentabilidad debido al alza de costes.
A estos cálculos se suma la expectativa de una demanda creciente en el largo plazo y la necesidad de construir una cadena de suministros menos dependiente de China para evitar turbulencias geopolíticas. Ahora mismo, Samsung es líder global en memorias, pero el mercado tiene un ritmo de cambio difícil de seguir. El mercado de procesadores es más complicado si cabe: para defender su tajada frente a TSMC e Intel, la compañía coreana tendrá que competir en capacidad fabril y en avances tecnológicos. Para lo primero ha decidido construir nuevas plantas. Para hacerse una idea de lo que esos planes significan, el capex de Samsung el año pasado ascendió a 48,2 billones de won (40.000 millones de dólares) y un 90% de esa cifra fue destinada a la división de semiconductores. No ha comunicado la pauta para el 2022, pero no puede ser inferior a esa cifra.
Desarrollar procesos de fabricación que mantengan su competitividad es el otro pilar de la estrategia. Samsung tiene una hoja de ruta conocida: la tecnología con densidad de 3 nanómetros llegará en la primera mitad de este año, pero estaba prevista para 2021. Esto permitirá reducir un 35% la superficie de los chips, incrementar un 30% su rendimiento y disminuir un 50% el consumo de energía, pero no basta.
La meta de los 2 nanómetros está en el plan de Samsung, como en el de sus competidores: se espera que los primeros productos con esta regla de diseño arriben en 2025. Para ello, Samsung contempla introducir la tecnología GAA (gate all-around) que modifica la estructura del transistor – TSMC e Intel tienen ideas diferentes, pero apuntan a lo mismo – para dar cabida a más unidades en una oblea sin que se resienta el rendimiento.
Este es buen momento para recordar que TSMC tiene previsto fabricar con densidad de 3 nanómetros este mismo año y que ha ganado como cliente a Apple, cuyos procesadores suministraba Samsung y ahora fabrica la taiwanesa sobre diseño propio de la marca de la manzana. Intel se propone no extraviarse esta vez en la carrera y ha sellado una sorprendente alianza con Qualcomm, hasta ahora cliente de Samsung y TSMC.
Es innegable que Samsung no puede desfallecer en el mercado mundial de smartphones: en el cuarto trimestre de 2021 ha cedido el liderazgo a Apple, aunque en el conjunto del año mantuvo el 20% de cuota. No le va bien en los dos mercados más poblados: en China su cuota no llega al 1% y en India afronta una competencia feroz. Por lo que le toca competir en precio y esto lo consigue externalizando producción: los analistas estiman que en torno a un 60% de los móviles que llevan la marca Samsung son fabricados por terceros. Por suerte para la compañía, los smartphones plegables, antes considerados un capricho, se están vendiendo satisfactoriamente a precios altos, mientras prepara el terreno para hacerlos más asequibles.
También en los smartphones es imperativo ser menos dependiente de China. Samsung está moviendo la mayor parte de su fabricación a Vietnam, país que ha estrechado los vínculos con Corea del Sur y le ofrece incentivos fiscales, además de una situación geográfica ideal para la logística de componentes chinos; la tercera parte restante se trasladará a India, en un intento de reforzarse en ese mercado.
Las cuentas de Samsung gozan de buena salud. Al cierre de 2021, sus ingresos totales sumaron 279,6 billones de won (232.000 millones de dólares), un 18% más que en 2020 con un beneficio bruto del 39% y neto del 11,2%. Las memorias de estado sólido fueron la línea de negocio que más ventas ha generado (+31%) en una coyuntura excepcionalmente favorable, en parte consecuencia de la pandemia. Aunque, de momento, el mensaje exhibe cautela: “la solidez de la demanda se mantiene, pero los resultados van a caer por la escasez de ciertos materiales, ante lo cual tendremos que gestionar los inventarios”.
Queda la incógnita acerca de cómo mejorar el rendimiento de la división ahora a cargo de Jong Hee Han, estrella ascendente como pudo apreciarse en el CES de Las Vegas. Su facturación en 2022 podría pasar de 100.000 millones de dólares, pero sin recuperar las ratios de beneficio a las que Samsung estaba acostumbrada.
[informe de Pablo G.Bejerano]