Hace noventa días, Élie Girard, a la sazón director general de Atos, gran empresa francesa de TI, presentaba los resultados del primer semestre y un plan de acción, antes consensuado con el consejo de administración, confiando en que su puesto estaría a salvo. Al día siguiente, los inversores le dieron la espalda y la acción de la compañía siguió tan hundida como antes en la bolsa de París, donde ha perdido un 23% desde enero y un 40% desde que Girard asumió el cargo en noviembre de 2019. Que su posición era insostenible quedó patente y acabó dimitiendo bajo presión la semana pasada. El sucesor designado es Rodolphe Belmer, actual CEO de Eutelsat, quien asumirá el cargo el próximo enero.
Muchas cosas han cambiado desde que Girard reemplazó a Thierry Breton cuando este, su protector, fue escogido para la cartera de Mercado Interior en la Comisión Europea. La pandemia ha impactado las cuentas del grupo francés, dejando al descubierto el desfase de algunas de sus capacidades. El director general creyó que tenía una solución y tiempo para aplicarla: se trataba de desinvertir en los negocios de bajo margen, purgar la sobredimensionada filial alemana y centrarse en tres ejes de actividad que definirán el futuro de Atos: digitalización, ciberseguridad y descarbonización.
Aguantó el verano, pero la prensa francesa le daba por amortizado y la acción no se levantaba de sus mínimos desde 2014. Se dijo que sólo Breton, con su influencia dentro del consejo, apoyaba a quien fue su segundo de a bordo. El golpe fue fulminante y el plan de reestructuración, aunque tardío para salvar a Girard, será heredado por Belmer. Por la cuenta que le tiene, el presidente del consejo, Bertrand Meunier, ha salido a reconocer que Atos “ha tardado demasiado tiempo en cuestionarse el vivir de una renta de situación, fruto de la actividad de outsourcing, para dar un salto decisivo a la nube, mucho más flexible y económica”. En la presentación postrera del director general saliente, el siguiente gráfico ilustraba así el problema:
Es fácil coincidir con el diagnóstico, aunque resulte ingenuo atribuir toda la culpa al coronavirus. Atos ha sido fiel durante demasiado tiempo a la era de la externalización, producto del siglo pasado. Se configuró por fusiones sucesivas de compañías de servicios [en Francia llamadas SSII], conjugadas con la absorción de departamentos de sistemas de grandes bancos y la compra de las divisiones respectivas de Philips (2000) y Siemens (2011) a las que añadiría Bull (2014). Thierry Breton, exministro francés de Economía, dirigió el grupo desde 2009 y en los últimos años se empeñó en reorientarlo hacia la ciberseguridad y la consultoría digital. Cuando cedió el puesto a Girard, le confió la tarea – que luego apoyaría desde Bruselas – de contribuir a una estrategia cloud paneuropea.
En Francia se ha objetado a menudo que Atos actuara como muleta en la que se apoyó Google Cloud para crecer en Europa y, con hipersensibilidad patriótica, se ha criticado la obsesión de Girard por penetrar en el mercado de Estados Unidos. Un oscuro episodio contable relacionado con dos filiales en ese país dañó la reputación del grupo y debilitó la figura del director general. Por las mismas fechas, Girard tuvo que renunciar a su intento de fusión con la estadounidense DXC, maniobra que pretendía ganar tamaño frente a su compatriota y rival Capgemini, seis veces más valiosa en bolsa.
Desde entonces, la acción de Atos apenas no se ha recuperado y su capitalización bursátil de sólo 4.500 millones de euros palidece al compararse con las multinacionales estadounidenses del sector.
Con la virtud de la novedad, Belmer podría imprimir más vigor al plan de reestructuración, pero tendrá más difícil tocar los cimientos de un grupo con una plantilla de 105.000 empleados. Es evidente para cualquiera que el 2021 está perdido o, en la versión oficial, un año de transición, preludio de la recuperación a partir de 2022, los seis primeros meses los ingresos fueron de 5.442 millones de euros (-1% interanual a precios constantes) con pérdidas de 129 millones. El tercer trimestre repitió la cifra del segundo, lo que hace improbable alcanzar el total de 2020, el peor de los últimos cinco años.
En parte, los malos resultados se explican por el declive de los negocios de centros de datos y comunicaciones unificadas, dos áreas de bajos márgenes y nulo crecimiento, en las que la compañía ha tratado infructuosamente de encontrar socios. El objetivo de Girard, que se supone será también el de Belmer, era sumar fuerzas y consolidar en unos mercados que requieren inversiones.
El grupo no puede abandonar los servicios que denomina legacy, porque están entrelazadas con otros que considera rentables. Estratégicamente, el propósito es centrarse en las áreas de crecimiento más rápido, pero los pasos que ha dado Atos a través de adquisiciones tardan en madurar. Como nota positiva, se ha señalado que las migraciones a la nube más complejas – y rentables – están por venir. Ahí es donde Atos podría hacer valer su experiencia y su amplia cartera de soluciones, que abarcan la seguridad en la nube y el edge computing, dominios estos que gozan de una demanda sólida. Para prepararse ante este escenario, el conglomerado francés ha suscrito acuerdos con los principales hyperscalers y ha continuado la racha de adquisiciones, en parte financiadas por la venta de su participación de Worldline, especialista en procesamiento de medios de pago.
La tesis tiene una formulación previsible: “acompañar a las empresas en su transformación digital”. Esta evolución del mercado está mucho menos avanzada en el mundo B2B que en el B2C, argumento para la creación de la plataforma Atos Digital Hub, destinada a facilitar una “inteligencia compartida” en un marco de seguridad. El papel de Atos sería el de “intermediario de confianza” dotado de herramientas para el análisis de los datos en la nube.
Desde la perspectiva expuesta por los directivos de Atos en el Analyst Day de junio, un proyecto de estas características daría a la compañía una posición de privilegio en Europa, mercado difícil de unificar por la diversidad de lenguas, pero en el que empresas de distintos países tienen los mismos comportamientos.
Esta visión, introducida por Breton desde antes de su mudanza a Bruselas, confía en que el concepto de mercado único europeo sea aplicable en los datos, con el estímulo normativo de la UE. En una línea parecida podría trabajar otra iniciativa, la Atos Computer Vision Platform, específica para el análisis de imágenes y vídeos mediante inteligencia artificial.
La ciberseguridad es otro pilar de la estrategia. Sólo representa el 15% de los ingresos, pero crece a buen ritmo y las perspectivas parecen optimistas. Si bien la errática marcha de Atos en bolsa – se ha caído del índice CAC40 – ha atraído a los tiburones: las también francesas Thales y Sopra Steria se habrían mostrado interesadas en esta rama de Atos, que tiene atados contratos con el ejército de su país (herencia de la compra de Bull). No parece ser este el camino que quiera adoptar el consejo.
En estos momentos, la compañía obtiene un 51% de sus ingresos de las áreas definidas como prioritarias: cloud, digitalización, ciberseguridad y descarbonización. Con el objetivo de que en 2024 o 2025 aporten dos tercios de la facturación. Con esto se buscaría poner calma en la expansión exacerbada de grupo, que ha tocado casi todos los palos, pero no ha conseguido la agilidad necesaria para subirse a la cresta de ninguna ola. El resultado ha sido una sistemática caída del indicador que más miran los analistas: los márgenes operativos.
Dos de los grandes verticales del portfolio se han resentido. El segmento manufacturero (18% del desglose sectorial) decreció sus ingresos un 2,6% en el primer semestre, mientras el sector público (22%) disminuía su facturación un 3,5%. Este descenso de los ingresos procedentes de contratos públicos puede bien ser la contraparte de un gasto que los gobiernos han hecho en otras áreas, ha explicado el CFO de la compañía. Esta tendencia podría ser pasajera: Atos ha anunciado un contrato para ser socio tecnológico de la autoridad fiscal francesa y de la región belga de Flandes, en ambos casos para la transformación digital.
Asimismo, trata de sumarse a la corriente de smart cities con una solución ad hoc de análisis de datos, Urban Data Platform. El vertical de telecomunicaciones y tecnología (14%) decayó un 14% en ingresos y sólo los servicios financieros (20%) ha logrado crecer un 5,2%.
Dentro de sus limitaciones financieras, la adquisición de compañías que aportaran nuevas capacidades a Atos ha sido una constante del mandato de Girard: desde enero de 2020, ha comprado diecinueve empresas, siete de ellas norteamericanas.
Entre ellas destaca Visual BI, especializada en el análisis de datos y business intelligence en la nube, cuyas soluciones se integrarán en Atos Digital Hub. En el segmento de la supercomputación, uno de los negocios descollantes de Atos, ha sumado las fuerzas de Nimbix, conocida por su plataforma HPC en la nube. Con esta última, busca consolidar su posición en la computación de alto rendimiento [Atos tiene 35 superordenadores en el ranking Top500] pero es concomitante con la estrategia de nube híbrida y multicloud, ya que Nimbix permite altos niveles de autogestión y automatización.
Mención aparte merece el compromiso de Atos con la descarbonización, una motivación de largo plazo: si el contexto actual invita a las empresas y al sector público a reducir sus emisiones, los sistemas TI no pueden ser una rémora. Con la finalidad de facilitar que las empresas asuman su responsabilidad ambiental, Atos se ha propuesto ofrecer productos y servicios que ayuden a la neutralidad en carbono.
Son muchos proyectos, incluso para una empresa habituada a jugar en varios tableros a la vez. Al nuevo CEO tocará la tarea de poner orden en una herencia desigual, con el objetivo de volver al crecimiento en la segunda mitad del 2022.