22/09/2014

Apple hace de la necesidad, virtud (y 2)

Las imágenes han vuelto a mostrar colas de frikis impacientes por comprar ya mismo el último iPhone. Los medios han agotado verbos y adjetivos para informar sobre Apple Watch, esperado gadget que no se venderá hasta 2015. Normal, quizá un poco excesivo. Lo que no es tan normal es que se escribiera tan poco sobre la tercera pata de los anuncios de Apple del 9 de setiembre: Apple Play. Es inútil discutir sobre si está o no inscrito en el voluntarista legado de Steve Jobs. Su ideario sigue vivo: extender la influencia de la marca a todas las áreas de la vida cotidiana. Apple Pay se inserta en una de esas áreas, las tarjetas de crédito, que Tim Cook ha definido como algo «anticuado».

El pago móvil avanzará un paso más, de esto no hay duda. Para una empresa tan anclada en la estrategia de diseñar productos o servicios sobre los que pueda ejercer un control total, no deja de ser una primicia que con Apple Pay se aventure en territorios para los que necesita contar con robustos compañeros de viaje, que conocen a fondo su negocio y no se dejan manipular: bancos emisores y sistemas de gestión de tarjetas, y grandes cadenas comerciales. Lo más relevante no es (aunque lo sea) la adopción por Apple de la tecnología NFC, ya presente en los smartphones de competidores como Samsung y HTC, sino que se ha arropado de Citi, JP Morgan, Wells Fargo y otros bancos, de Visa, Mastercard y American Express; los locales de Starbucks, McDonalds´s y las cadenas Target y Wallgreen aceptarán que sus clientes paguen con smartphones. Todo sumado, equivale al acceso potencial a un 83% de las transacciones con dinero electrónico que se hacen en Estados Unidos y sumará 220.000 puntos de venta. No se ha unido Walmart, líder mundial de los supermercados, que ha invertido en su propio sistema con intención de desarmar la bomba de relojería que para ella representa Amazon.

O sea que Apple ha logrado poner de acuerdo a los tres pilares del ´ecosistema` de pagos electrónicos. Una proeza que contrasta con el rechazo que Google ha cosechado a su languidenciente iniciativa Wallet en tres años. Una de las razones que se aducen es que los partners financieros no tienen razones para temer que el plan de Apple pueda ser pertubador para su negocio.

Para American Express, Mastecard y Visa, es una oportunidad de aumentar el número de transacciones procesadas, y han de ser muchas sus expectativas para que aceptaran rebajar el porcentaje de comisión. Al menos Mastercard y Visa ya operan sus propias billeteras electrónicas, pero no ven inconveniente de abrir un nuevo yacimiento. Los once bancos estadounidenses que han subido a bordo aceptan rebajar el porcentaje que cobran por transacción, al suponer que no sufrirán merma de ingresos gracias al aumento del volumen: informaciones que las partes no van a confirmar dicen que 15 centavos de cada 100 dólares gastados irán a parar a las cuentas de Apple.

Se ha invocado el recuerdo de lo ocurrido con las discográficas, que en su día fueron convencidas personalmente por Jobs de que era mejor para ellas licenciar su música a iTunes que seguir sufriendo la piratería. La analogía es muy relativa, pero aquellos acuerdos han facilitado que Apple tenga hoy algo concreto que mostrar: acumula los datos crediticios de 800 millones de usuarios de iTunes y AppStore. Por eso mismo, Cook ha declarado solemnemente que no fisgoneará en las compras de los usuarios de Apple Pay.

Que la punta de lanza sea Estados Unidos contrasta con el hecho de que Europa – por no hablar de Japón – el uso del móvil como medio de pago está más extendido. Hay en circulación más de 100 millones de tarjetas contactless, una de cada cinco tarjetas de crédito/débito. La base instalada de terminales equipados para leer chips NFC es de 1,5 millones, muy superior a la penetración en Estados Unidos. Aun así, el entusiasmo de los consumidores europeos dista de ser perfecto.

El iPhone 6 y su hermano 6 Plus ya están disponibles en Reino Unido, Alemania y Francia, pero no hay señales de que sus dueños puedan usar Apple Pay a corto plazo. Sólo se sabe que hay en marcha conversaciones con Visa Europa, pero la diversidad de la banca europea hará que el proceso se alargue. Tampoco hay noticias de cuál puede ser la actitud de los operadores, muchos de los cuales han lanzado – es el caso de Vodafone y Telefónica – sus propios billeteros electrónicos.

Nadie crea que Apple Pay tendrá una carrera rápida y triunfal: no se puede augurar un despegue rápido, en primer lugar porque sólo los dos nuevos modelos de iPhone están equipados con chips NFC y con el software de ´tokenización` – que sustituye el PIN permanente por un código generado en cada ocasión – que, combinados, son la garantía de transacciones seguras. De lo que se deduce que la adopción de Apple Pay estará condicionada al ritmo de ventas de los iPhone 6 y 6 Plus. Aun así, el cambio de actitud de los usuarios llevará tiempo: los analistas calculan que no más del 25% de los usuarios de estos smartphones están preparados para Apple Pay.

El anuncio de que funcionará con Apple Watch es interesante como síntoma, pero carece de importancia mientras el smartwatch de Apple no esté al alcance de los consumidores. Por otra parte, la infraestructura no está lista (en Estados Unidos), si bien algunos como Starbucks han prometido adaptar rápidamente sus TPV. Las dudas sobre seguridad y privacidad van a seguir existiendo (como existen todavía en Europa), y Apple tendrá que esforzarse para disiparlas.

La suma de estos factores dará margen para que PayPal – a priori primera víctima de Apple Pay – y Google Wallet puedan reaccionar y ponerse a la par. Otros sistemas de pago móvil que han surgido en los últimos años, como Square en Estados Unidos o iZettle en Europa esperaban la llegada de Apple y, de momento, afirman que será positiva para que consumidores y comerciantes aceleren su adopción.

En una perspectiva más amplia, la paradoja que vive Apple es que, por un lado, necesita reducir proporcionalmente el peso del iPhone a sus cuentas (no falta mucho para que genere 100.000 millones de dólares de ingresos anuales) y para ello no tiene mejor instrumento que lanzar servicios apoyados en la inmensa popularidad del iPhone. De este modo, y en ausencia de otro producto que ocupe su espacio [el Watch no puede serlo] Apple tendría que mantener o acentuar esa proporción, en lugar de reducirla. Tampoco es para lamentarlo.


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