El contencioso entre Epic Games y Apple llega a un primer hito judicial: el 3 de mayo, las dos compañías van a confrontar sus argumentos ante un tribunal de California. Es tal la inquina entre ellas que, cualquiera sea el veredicto, será recurrido por quien pierda. Epic, desarrolladora del videojuego Fortnite, acusa a la otra parte de prácticas monopolísticas como modelo de negocio. Una simplificación que llega en un contexto emborronado por los debates sobre la privacidad y en un ambiente político de extendida desconfianza hacia las Big Tech. Se dirime mucho más que un litigio mercantil sobre comisiones.
Más allá de su obvio interés económico, Tim Sweeney, fundador y CEO de Epic, pretende que esta batalla siente un precedente que influya sobre la legislación futura. El momento es oportuno porque aún reverbera el eco de otros conflictos. El Tribunal Supremo de Estados Unidos devolvió a su tribunal de origen una demanda – también relacionada con la AppStore – no sin antes desacreditar las tesis de los abogados de la demandada, pero nada se ha sabido desde entonces.
Más notorias han sido las demandas de Netflix y Spotify para soslayar el pago de la comisión del 30% que Apple les cobra sobre las suscripciones a sus servicios cuando se contratan a través de iOS. En el caso de la plataforma musical sueca, la denuncia sigue su recorrido en Bruselas. En Reino Unido, la autoridad de competencia ha abierto una investigación de oficio acerca de la legitimidad del método de pago que impone Apple sobre las transacciones que se hacen dentro de las aplicaciones en el iPhone.
Precisamente ahí, en las compras in-app está el desencadenante de la bronca entre Epic Games y Apple. Tan intensa que se hace difícil suponer un eventual acuerdo extrajudicial entre ambas. Merece detenerse unos minutos en los argumentos, porque podrían crear doctrina.
La AppStore funciona como un mercado cerrado en el que Apple ejerce de monopolista, sostiene la acusación. Apple se defiende destacando que distribuye miles de millones de dólares entre los desarrolladores, pero a a vez recuerda que una de sus prioridades es garantizar la seguridad y la privacidad de los usuarios, lo que hace filtrando la entrada de aquéllos a su tienda. En otras palabras, la comisión del 30% sería una contribución a la preservación del ecosistema conveniente para todos en la industria. Ante la acusación de monopolio, pone de relieve que no puede haber tal cosa en los smartphones.
La simpleza de las posiciones se complica al cruzar el umbral de los detalles. Según el punto de vista de Epic, Apple controla absolutamente una de las dos cabezas de este mercado (la otra es Android), por lo que tiene fácil abusar de su poder. Añade que la propia Apple aplica en su plataforma Mac un enfoque menos restrictivo que en iOS.
Las 650 páginas recopiladas para lectura de la jueza Yvonne Gonzalez Rogers y de los miembros del jurado contienen argumentos para dar y tomar. Entre otros, Apple subraya que Sony y Microsoft cobran un canon a los desarrolladores de videojuegos para sus consolas, a lo que Epic contrataca así: el precio de las consolas es inferior al coste, lo que obliga a monetizarlas mediante las ventas de juegos. A diferencia, se entiende, de los dispositivos estrella de Apple, que son rentables por sí mismos.
Para no marearse mirando a uno y otro lado, convendrá volver a los orígenes del embrollo: una actualización de Fortnite que Epic envió a la AppStore. Una vez aprobada y ya disponible en la tienda, la desarrolladora procedió a activar un mecanismo de pago in-app no declarado. La sanción fue inmediata: Apple eliminó Fortnite de su catálogo porque su política especifica que todos los pagos deben canalizarse a través de su propio sistema.
Este es un primer resumen. Según Apple, Epic habría actuado de mala fe y hasta con ingratitud; según Epic, su adversario incurre en monopolio al controlar el acceso a dos mercados: el de distribución de aplicaciones y el de soluciones de pago.
Esto no significa que Epic niegue la legitimidad del control de Apple sobre iOS, pero compara sus efectos con el largo proceso federal contra Microsoft en los años 90, cuyo núcleo consistía en que la acusada extendía indebidamente su monopolio – legítimo – sobre Windows para dominar el mercado secundario de los navegadores. Por la cuenta que le tiene, Apple rebate la tesis: el modelo de la AppStore no es algo secundario sino consustancial a la existencia del iPhone, ya que sin las aplicaciones este dispositivo no tendría valor para el usuario [mientras que Windows valía por sí mismo aun sin Explorer].
En este punto clave será determinante la orientación que la jueza González Rogers transmita al jurado. Epic pretende dejar judicialmente establecido que el sistema operativo – en este caso, iOS – constituye un mercado per se, no uno más entre productos que compiten en sectores diferentes.
Si el tribunal considerase que la AppStore es uno de tantos marketplaces que compiten en la venta de videojuegos, debería concluir que Apple no actúa contra la competencia cuando limita qué desarrolladores pueden acceder a la tienda. Si, por el contrario, la definiera como un mercado en sí mismo, difícilmente el veredicto sería favorable a la demandada.
En realidad, Epic va más allá de este principio. Cuestiona todo el proceso de revisión de aplicaciones que Apple aplica – dice – con la finalidad de coartar la competencia. A lo que la demandada responde: los desarrolladores tienen más opciones donde vender sus juegos, tal como hacen en las tiendas de Sony o Nintendo, a las que aceptan pagar comisiones. O pueden publicarlas en la web, que está accesible a cualquier usuario. O bien pueden publicarlas en formato web accesible a cualquier usuario, ya sea gratis o mediante pago.
La cuota de la AppStore en la categoría de videojuegos oscila entre el 23% y el 38% según los años, afirma Apple. De lo que se derivaría que Epic tiene muchas opciones para escoger con quién y para quién desarrollar sus productos, así como fijar el precio y las condiciones de su venta.
Para demostrar que la comisión del 30% no es abusiva, Apple recuerda que en dos años Epic recaudó 700 millones de dólares gracias a las versiones de Fortnite para iPhone e iPad. Suena contundente, pero se podría objetar que sin pasar por caja hubiera ingresado 300 millones más. Todo es según el color del cristal con que se mira (Campoamor).
Apple no desglosa cuánto dinero genera la AppStore, disolviendo el detalle en la facturación genérica de servicios. Según analistas bien informados, las apps son de lejos el componente más importante de los 53.768 millones que en 2020 ingresó en concepto de servicios. Y un informe del Congreso estadounidense estimaba el año pasado que los beneficios de esta rienda ascienden a unos 15.000 millones de dólares, nada menos que una quinta parte de los que obtiene la compañía.
Apple se escuda en que la mayoría de las apps disponibles en su tienda no le reportan ingresos. Si se calculase una media de todas – las gratuitas y las de pago – la comisión efectiva no llegaría al 1%, sostiene la documentación del proceso.
Está previsto que las sesiones del tribunal sea presenciales pero restringidas y en ellas comparezcan los CEO de ambas compañías. Tim Cook y Tim Sweeney, así como Matt Fischer, vicepresidente a cargo de la AppStore y Thomas Ko, director de negocio online de Epic, respectivamente Es posible que ambas partes se guarden la sorpresa de convocar a desarrolladores cuyo testimonio ayude a descalificar los argumentos de la contraria.
De este panorama, va quedando claro que si al final del proceso – aún lejano – prevaleciera la tesis de Epic, el modelo de negocio de Apple correría un riesgo existencial e incluso tendría consecuencias sobre otras tiendas de aplicaciones. Al contrario, si el jurado se inclinase en favor de Apple, su contrincante tendrá que buscar otras formas de vender sus juegos.
[informe de Pablo G. Bejerano]