Otro contratiempo para Qualcomm, uno de los mayores que la empresa ha sufrido. Sin exageración alguna, a menos que Steve Mollenkopf, su CEO, encuentre una solución en breve, podría ver amenazado su modelo de negocio, una gran parte de su facturación y hasta la integración de NXP, adquirida en octubre. Por cierto, también la Comisión Europea está en la fase preliminar de un expediente contra Qualcomm. No se trata de un litigio corriente sobre patentes, ni de un clásico proceso antitrust. Es mucho más complicado, y quizá mucho más caro. Su adversario es nada menos que Apple, su principal cliente.
La secuencia es la siguiente: la FTC (Federal Trade Commission) de Estados Unidos, y a los pocos días Apple, han acusado a Qualcomm de prácticas anticompetitivas. Mientras la FTC no ha cuantificado una eventual sanción, Apple le reclama 1.000 millones de dólares. La reacción de Mollenkopf ha sido necesariamente discreta, para no sobresaltar a los inversores, con lo que la cotización ha bajado en porcentajes manejables. Oficialmente, la respuesta de la compañía niega el fundamento de las acusaciones, pero también apunta a Apple como inductor de la posición adoptada por el regulador.
El antecedente directo es la multa de 850 millones que, con idéntico argumento, decidió aplicar la KFTC (equivalente coreano a la FTC) y que Qualcomm ha recurrido. Antes, en 2015, esta ya tuvo que pagar 975 millones de dólares al regulador chino NDRC, para librarse de la acusación de monopolio, y así poder renegociar sus contractos con los fabricantes del país.
Conviene empezar el análisis por las (eventuales) consecuencias sobre la cuenta de resultados de Qualcomm. Según explica concienzudamente su informe 10-K [página 42] «los ingresos relacionados con productos de Samsung Electronics y Hon Hai Precision Industry/Foxconn, sus afiliadas y otros suministradores de Apple, representan respectivamente el 40%, 45% y 49% del total consolidado en los años fiscales 2016, 2015 y 2014». Si no he entendido mal, del total de ingresos de Qualcomm en 2016 – puesto que Foxconn es el contratista que fabrica el iPhone – el 40% de los ingresos se originó en Samsung o Apple; redondeando, unos 10.000 millones de dólares el año pasado. Por otra parte, el mismo documento indica que un 57% de los ingresos totales corresponden a clientes en China, Corea. Con esto basta para juzgar la gravedad del asunto.
La rama QTL (Qualcomm Technology Licensing) es la fuente de la mayor parte de los beneficios de Qualcomm Corp. Lo que pone en tela de juicio la continuidad del modelo de negocio construído durante décadas por Paul Jacobs, anterior CEO de la compañía e hijo del fundador. En 2015, un grupo de accionistas trató de segregar el negocio de propiedad intelectual, a lo que Mollenkopf se opuso categóricamente con el apoyo de los Jacobs.
¿De qué se trata esta vez? Sostiene la FTC que la política de licencias de Qualcomm sobre sus procesadores de banda base es ´anómala`, comparada con las de otros fabricantes de semiconductores. Esa política, que se resume en la fórmula ´no license-no chips` implica que Qualcomm sólo vende sus procesadores a empresas que los integran en productos cuyas marcas han aceptado sus términos de licencia. Segundo reproche: no otorga licencia sobre patentes ´esenciales` a ciertos competidores [lo que violaría la regla de no discriminación [FRAND], que es un estándar de facto en la industria.
Apple lleva más lejos la posición de la FTC, llegando a afirmar que Qualcomm «extorsiona a sus clientes», forzándoles a comprar sus chipsets a precios que, al incluir royalties excesivos, no son competitivos. En consecuencia – dice la demanda – carga dos veces el mismo concepto: al contratista y a la marca.
La FTC, por su lado, incluye una objeción sobre la que Apple no dice ni una palabra: esta y Qualcomm se habrían compinchado para que la primera reciba un descuento a cambio de la exclusividad como suministrador de los modems del iPhone. Textualmente: «cualquier competidor que gane un contrato con Apple sería más fuerte, y esta es la razón por la que Qualcomm ha negociado una exclusividad que busca cerrar el paso a la competencia».
Esto guarda relación con el hecho de que, a partir del iPhone 7, Apple reparte el suministro de modems entre Qualcomm e Intel, que llevaba años pujando por conseguir ese contrato. «Después de años soportando royalties desproporcionados – dice un comunicado de la marca de la manzana – no vemos otra salida que acudir ante la justicia». Es demasiado pronto para suponer qué influencia tendrá este contencioso sobre el próximo iPhone 8. ¿Conseguirá Intel desalojar totalmente a Qualcomm? O ¿encontrarán las partes una vía para seguir colaborando, tal como la encontraron Apple y Samsung pese a estar a la greña en los tribunales de medio mundo?
La demanda de Apple tiene partes virulentas. Dice que Qualcomm «ha construído un sistema basado en la propiedad intelectual sobre estándares anticuados, para reforzar su posición dominante mediante tácticas de exclusión e imponer el pago de royalties [equivalentes a] cinco veces lo que reciben, combinados, todos los otros titulares de patentes con los que Apple tiene relaciones».
¿Por qué Apple reclama 1.000 millones de dólares? Esta cuantía sería – según la demanda – la suma correspondiente al acuerdo bilateral que Qualcomm se negado a desembolsar con la excusa de que aquella habría conspirado con el regulador coreano. ¿Qué dirá Samsung al respecto?
Cabe una apostilla final. El nuevo contexto político en Estados Unidos podría dar la vuelta a la posición de la FTC. Ocurre que la presidenta de la Comisión, Edith Ramírez (demócrata), dejará su puesto en los próximos días, y su presunta reemplazante será una comisionada republicana que ha votado en contra de iniciar acciones legales contra Qualcomm porque, dice, favorecería a los enemigos del modelo de propiedad intelectual estadounidense.