Apple tiene por delante un par de años de transición en su plataforma Mac y su ecosistema asociado [en esta industria todo son ecosistemas y plataformas] hasta la adopción completa y exclusiva de sus propios chips. El empleo de la arquitectura ARM conlleva no sólo un cambio de diseño del hardware sino también un nuevo sistema operativo – mac OS – y, lo que será más duro de pelar, la conversión del software de terceros, incluyendo la asimilación de aplicaciones que en origen han sido desarrolladas para ser compatibles con Windows. Sólo entonces Apple tendrá asegurado el control de la familia al completo. Será un revés (uno más) para Intel y quizás una pista de despegue para ARM en la categoría PC.
Aunque los nuevos MacBook Pro, MacBook Air y Mac Mini han salido en todas las fotos posibles, el protagonista ha sido el M1, procesador propio con diseño y fabricación inspirados en la experiencia de varias generaciones de chips, también de la casa, empleados en el iPhone y el iPad. Se basa en las instrucciones ARM64 licenciadas a la compañía ARM [como anécdota, hay que recordar que Apple fue cofundadora de Advanced RISC Machines, nombre original y accionista de ARM Holdings, y accionista durante años].La producción ha sido confiada a TSMC.
El M1, anunciado en junio y presentado oficialmente el 10 de noviembre, supera en rendimiento a sus predecesores, el más joven de los cuales es el A14 que equipa los iPhone 12 y la cuarta generación de iPad. Ofrece mayor rendimiento y menor consumo de energía, dos cualidades confirmadas por los test independientes. Comparado con el A14, incorpora más transistores para alcanzar más potencia de procesamiento y una frecuencia de reloj superior a la alcanzada en los smartphones más eficientes. Y su batería, que solía ser el punto flaco de Apple, aguanta más tiempo de uso.
Sin menospreciar sus logros de rendimiento, es una de las muchas virtudes de la iniciativa tomada por Apple. Otra se deriva de la capacidad industrial de TSMC, que desde 2014 fabrica sus procesadores (menos los de Mac, hasta ahora) y que ha sobrepasado claramente a Intel con su tecnología de fabricación de 5 nanómetros.
De momento, en el resto de sus ordenadores de la familia Mac, Apple seguirá usando los procesadores de Intel hasta completar la transición de toda la líne en 2022. Una de las razones parece ser que prefiere optimizar el M1 para rendimientos superiores a temperaturas más altas. En todo caso, el M1 es sólo el primer miembro de la nueva saga de procesadores anunciada en junio con el nombre genérico de Apple Silicon.
En lo que concierne al software, el movimiento puede resultar aparatoso. Apple ha querido dar ejemplo al anunciar que mcOS (apodado Big Sur) está adaptado para funcionar en los dos tipos de Mac, pero los desarrolladores tendrán que acomodar sus aplicaciones diseñadas para x86 de manera tal que funcionen bajo la arquitectura ARM, lo que desde luego no es sencillo ni barato. Pasar las instrucciones de una arquitectura a la otra puede representar mucho trabajo.
Es cierto que, para estimular el apetito de los desarrolladores, se les ha preparado Rosetta 2, un software de traducción de código que permite a las aplicaciones desarrolladas para funcionar con x86 funcionar bajo la arquitectura ARM. Aun así, las deficiencias que pudieran encontrarse en estas aplicaciones “versionadas” podrían verse como alicientes para que los desarrolladores hagan su particular transición adoptando directamente el modo nativo. O aparezcan alternativas alternativas creadas expresamente creadas para la nueva arquitectura.
Tim Cook, sucesor de Steve Jobs, encomendó – posiblemente a principios de 2019 a un selecto equipo de ingenieros la misión de desarrollar el prototipo de un Mac que sería la primera máquina nacida de un chip de diseño propio y, por consiguiente, implicaría la renovación del sistema operativo macOS. Los responsables del proyecto serían Craig Federighi, SVP de Software Engineering, y Johny Srouji, SVP de Hardware Technologies.
La autosuficiencia es una cuestión sagrada para Apple. La iniciativa de Cook partía de su notorio descontento con Intel: Apple adoptó la arquitectura x86 en 2006, sin otra forma de reemplazar los PowerPC que equipaban las generaciones precedentes de Mac. Fue una decisión desesperada, porque la arquitectura vigente en los Mac no daba más de sí. Durante varios años, fue una bendición: Intel sacó al Mac de su orgulloso aislamiento, liberando las energías de Apple para desarrollar el iPhone (2007)y el iPad (2010). Federighy ha puesto las cosas en su lugar al declarar días atrás que “el Mac es el alma verdadera de Apple; fue lo que nos sedujo y nos atrajo a esta compañía, es la herramienta que usamos cada día en nuestro trabajo en los demás productos de la marca”.
La decisión de abandonar a Intel indica todo lo contrario a desesperación: Apple puede imponer su fuerza. Por el momento, se limita a integrar el M1 en sus portátiles de menor rendimiento, como primera andanada. Lo que busca es tranquilizar al usuario medio, que se ha quejado en los últimos tiempos, no así al mercado profesional cuyas exigencias están colmadas. Cuanto más numeroso sea ese público objetivo, más motivos tendrán los desarrolladores para reescribir sus aplicaciones. En ese momento – dentro de dos años o incluso antes – estarán disponibles máquinas más potentes, destinadas a usos profesionales, casi con seguridad equipados con una segunda generación de procesadores. Entretanto, liquidar las existencias de los modelos Mac basados en chips de Intel será un problema menor.
En el último año fiscal, cerrado en septiembre, los ingresos generados por el Mac crecieron un 11% mientras los del iPhone se desplomaban un 21%. En el mercado educativo, en el que la marca tiene una posición privilegiada en Estados Unidos, la necesidad de seguir las clases en remoto ha sido un imán para vender Mac. Si acaso la incompatibilidad de algunas aplicaciones afectasen las ventas de estas máquinas, el hueco seria aprovechado por las marcas que venden PC con Chromebook.
Hay más componentes en la ecuación. Para Intel no deja de ser un mazazo perder un cliente como Apple. Este ha cerrado el tercer trimestre con una cuota del 8,4% del mercado mundial, según IDC que registran un aumento del 38,9%. Se estima que entre el 4% y el 5% de los ingresos de Intel proceden de su facturación a Apple. Pero el mayor daño para Intel se hará notar en su reputación: tras haber perdido el primer puesto en el ranking de semiconductores y el negocio de módems para el iPhone, las cosas se han puesto cuesta arriba para Intel.
Tan cuesta arriba que en la comparación de sus procesadores con los de Apple, Intel está perdiendo la batalla, según el siguiente gráfico elaborado por AnandTech
Se ha suscitado una hipótesis especulativa: dando por sentado que con los nuevos Mac, Apple puede ganar con puntos de cuota en el mercado de PC, ¿podrían correr las aplicaciones de Windows 10? Días atrás, cuando se lo preguntaron a Federighi, respondió que arquitectónicamente es posible, pero esa decisión corresponde a Microsoft. Hay razones para pensar que el cambio de suministrador de Apple puede tener consecuencias sobre la industria. Qualcomm – que también es licenciataria de ARM – ha vuelto a la carga desarrollando procesadores para PC de acuerdo con Microsoft. Esta lleva años intentando disociarse parcialmente de Intel: Windows RT – una versión para ARM del malhadado Windows 8 – fue un fracaso apoteósico en 2012; volvió a anunciar un acuerdo con Qualcomm en 2016 sin resultados conocidos. Finalmente, en 2019, presentó Surface Pro X, un portátil convertible que pretenciosamente describió como inicio de una nueva arquitectura.
La verdad es que, aunque Federighi diga que la pelota está en el tejado de Microsoft, se antoja imposible acoplar el modelo descentralizado con múltiples fabricantes de PC y el férreo control que Apple ejerce sobre su jardín, ahora más reforzado porque hasta el silicio se diseña en casa.
Otro actor que mira con atención estos desarrollos es Nvidia. Por una sencilla razón: ha pactado la compra de ARM por 40.000 millones de dólares (pendiente de aprobación regulatoria). Por el momento, su atención está puesta en ganar terreno en los centros de datos, pero no se puede descartar que aspire a colarse en el mercado de PC.
Antes del punto final, una última cuestión: qué efecto podría tener el movimiento de Apple para las marcas de PC que siguen la estela de Windows. Probablemente les arrebatará algunos puntos de cuota concentrados en la gama de modelos premium a la que todos aspiran.
[informe de Pablo G. Bejerano]