En los últimos dos años, a AMD le ha pasado casi de todo: errores estratégicos, varios trimestres en pérdidas (o al borde de ellas), revocación del equipo directivo, segregación de su actividad de fabricación, y todo con el resultado de quedar rezagada con respecto a Intel en el lanzamiento de una nueva generación de procesadores para portátiles. La brecha entre ambas ha llegado a calcularse en unos dos años, pero la diferencia entre las cuotas de mercado no se ha movido significativamente: un 80% para Intel, un 20% para AMD, redondeando. La llegada de una nueva generación de portátiles y la inminencia de Windows 8, invitaban a AMD a ponerse otra vez en batalla. Y ahí está.
La semana pasada, AMD anunció su familia de procesadores Trinity, de momento con cuatro miembros, ensalzando como principales virtudes una mayor duración de la batería y un menor precio, comparadas con su propia generación anterior, Llano, y con los Sandy Bridge de Intel. Pero dar caza al rendimiento de Ivy Bridge parece estar fuera de sus posibilidades. Esto no parece preocupar a Rory Read, el nuevo CEO de AMD, sino todo lo contrario: ha declarado a Business Week la discutible tesis de que a los usuarios les trae sin cuidado la carrera entre performances de CPU.
Con Trinity, AMD lleva a su consumación la estrategia que se cobija bajo la marca Fusion, maridaje entre CPU y GPU en la misma pieza de silicio, que la empresa aúna bajo la expresión APU (Accelerated Processing Units). El concepto empezó a acuñarse en 2006, con la adquisición de ATI, especialista en chips gráficos, pero la ventaja teórica inicial se estropeó por los retrasos en años posteriores, hasta que Intel le dio alcance en 2011 con Sandy Bridge.
La nueva serie A ha sido diseñada para equipar una generación naciente de portátiles, entre ellos los ultrafinos (la palabra ultrabook es marca registrada de Intel). Entre otros factores, la opción se plantea entre la tecnología Rapid Start, de AMD, y la Start Now, de Intel. Ambas permiten reiniciar el PC en 10 segundos y reanudarlo en 2 segundos tras una fase de hibernación. Esto es, realmente lo más importante que los usuarios esperan de un ultrafino. Y que tenga un precio asequible, comparativamente con el MacBook Air de Apple. Pero para eso hace falta que las marcas acompañen. AMD espera que Trinity sea adoptado por un número récord de modelos, y por el momento ha anunciado el apoyo de Acer, Asus, HP, Lenovo, Samsung, Sony y Toshiba; no falta ningún líder. Intel, por su lado, ha dicho que Ivy Bridge ha sido adoptado por 670 “diseños ganadores”, de manera que puede esperar un aluvión en los próximos meses, sobre todo después del lanzamiento de Windows 8.
En el catálogo de nuevos portátiles que HP anunció este mes en Shanghai, hay dos ultrafinos: un ultrabook basado en Ivy Bridge, bajo el nombre Envy Spectre, con pantalla de 14 pulgadas, y otro con chip de AMD, llamado Envy Sleekbook, de 15,6 pulgadas. Entre uno y otro habrá un mes de diferencia en la salida al mercado, y 150 dólares en el precio, a favor del segundo. A tenor de las especificaciones publicadas, la batería del sleekbook durará una hora más que la del ultrabook.
AMD sostiene que Trinity duplica el rendimiento por vatio, hasta 12 horas de batería en un portátil convencional, según la actividad de que se trate. El respetado analista Anand Lal Shimpi, tras las pruebas correspondientes sobre distintos modelos de distintas marcas, ha dictaminado tablas en esta partida de la batería. Es difícil decidir – argumenta Anand – en que medida la eficiencia energética está más determinada por el chip que por el resto de los componentes del producto final.
En cuanto a la performance, la comparación entre Trinity y Sandy Bridge sale bastante igualada, según Anand. Si se pone el acento en la CPU, Intel prevalece, mientras que si se privilegia la GPU, gana AMD. En cuando a Ivy Bridge, nada tiene de sorprendente que sea un procesador superior. Pero, se pregunta el analista, ¿es el rendimiento de la CPU lo que realmente importa al usuario corriente?
Balanceando las opiniones técnicas, se llega a la conclusión de que el factor decisivo sería otro, el precio. Los nuevos Trinity de AMD se alinean para que sea posible ensamblar portátiles de 600 dólares, mientras que los diseños basados en Ivy Bridge – con un procesador y un chipset más caro – difícilmente podrían bajar de 900 dólares.