Aunque llevan años pendientes la una de la otra, raramente Intel y AMD coinciden en algo. En el CES 2012, ambas compañías estuvieron de acuerdo en que los ultrabooks pueden ser la tabla de salvación que el mercado de PC espera este año, con una diferencia: AMD los llama ultrathin, porque su rival ha registrado como marca la primera denominación. Ahí se acaban las coincidencias. En la conferencia con analistas que se celebraba anoche, Rory Read, CEO de AMD habrá explicado sus planes, pero de antemano se sabía que su plataforma estará disponible en junio, que espera contar con una veintena de portátiles de distintos fabricantes, y que librará batalla en los precios.
Claro está que Intel ha dicho que tendrá este año 70 diseños de ultrabooks basados en su procesador Sandy Bridge (y a continuación en Ivy Bridge), pero AMD no se inmuta por ello: el objetivo es ganar popularidad gracias a que su plataforma Trinity será hasta un 20% más barata para los fabricantes, que debería traducirse en una diferencia de 100 a 200 dólares para el consumidor final. Se estima que los ultrabooks (Intel) de segunda generación se venderán a una media de 999 dólares, mientras los ultrathin (AMD) tratarían de acercarse lo más posible a los 600 dólares. No es poca cosa en un año que seguirá marcado, como el anterior, por la recesión y la caída de ventas.
Si Trinity consigue llegar a los fabricantes en las mismas fechas que Ivy Bridge, la competencia será reñida. El chip de Intel presumirá de potencia, el de AMD de integración entre CPU y GPU, tras el éxito que ha tenido su producto Fusion (20 millones de unidades vendidas en 2011, según la empresa). Ivy Bridge ha sido concebido para elevar el rendimiento de los portátiles como medio de regenerar la demanda y elevar los deprimidos márgenes de los fabricantes; Trinity ha sido desarrollado con la ambición de ser popular, que es otra manera de alcanzar el mismo objetivo.
Sería, para AMD, un regreso a la competencia frontal, tras la crisis interna que fulminó a Dirk Meyer, su CEO hasta hace ahora un año. La búsqueda de sucesor llevó meses, y se cerró en agosto con la designación de Rory Read, antiguo presidente de la rama norteamericana de Lenovo. Era el momento de tomar decisiones urgentes, porque los contratistas que fabrican las obleas de sus chips – GlobalFoundries y TSMC – incumplían los plazos y ponían en riesgo su cuota de mercado.
Read tomó esas decisiones, una tras otra. La primera fue cambiar el organigrama, descabezando el equipo de desarrollo de productos, y fichar un nuevo CTO, Mark Papermaster. En este punto se impone una digresión, porque Papermaster trabajó en IBM y Apple, de donde salió como chivo emisario del famoso caso “antenagate”. También el director de marketing, Nigel Dessau, dejó AMD en diciembre, y desde hace pocas semanas un ex ingeniero de Intel, Rajan Naik, fue nombrado chief strategy officer.
Los cambios no llegaron a tiempo para alterar la suerte esencial: al cierre del ejercicio 2011, los ingresos de AMD fueron de 6.568 millones de dólares, apenas el 1,1% de crecimiento sobre el año anterior. Un agudo contraste con los resultados de Intel. Pero los planes de Read miran más lejos.
Aplicando el principio de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, Read ha sugerido elípticamente una aproximación a ARM, la empresa que más dolores de cabeza está dando a Intel. Durante décadas, Intel sólo había tenido un adversario, AMD, con una aplastante diferencia de tamaño. En 2012 ese adversario volverá a la carga, y en el otro extremo estará ARM, cuya arquitectura ha seducido a Microsoft lo suficiente como para romper la exclusiva de x86 en Windows 8. AMD no tiene medios para combatir en los procesadores para smartphones, ni interés aparente en licenciar la arquitectura de la compañía británica para llevarla a otros dispositivos. En cambio, parece haber abrazado la emergente religión de los dispositivos híbridos.
Esta es, por ahora, una hipótesis sugestiva. Sólo una hipótesis, conviene insistir. Por ejemplo, las dos compañías podrían colaborar para crear un entorno que combine las arquitecturas x86 y ARM, que permitiría a una diferenciarse a la vez de Intel y de fabricantes como Qualcomm y Nvidia, y a la otra aprender cosas que no sabe sobre las tripas de Windows. Ya no hay tiempo – dice la hipótesis – para que esa colaboración se manifieste en Windows 8, pero ¿por qué no en un futuro Windows 9?
Los portátiles, y esos otros dispositivos híbridos de los que empieza a hablarse, no son el único campo de batalla. Intel ha empezado a revelar (bajo embargo) detalles de su próximo lanzamiento, Xeon E5, su familia de chips para servidores, y no es casualidad que lo haga días antes de la conferencia de AMD con analistas, en la que a Read le habrán preguntado por sus planes de renovación de su alternativa Opteron. La carrera ya no es, o no es sólo, la potencia, sino la captura del segmento de microservidores.