Desde luego no son nuevas las sospechas sobre las intenciones de Amazon para dominar todo terreno adyacente a su negocio original. La propia empresa se encarga de alentarlas. Se le notan demasiado las ganas de ocupar el espacio de intermediación financiera en las compras que se hacen a través de su plataforma. Han vuelto a aflorar tras su decisión de excluir las tarjetas Visa como medio de pago de sus clientes británicos a partir de enero de 2022. Lo justifica como reacción al aumento del porcentaje que Visa carga por sus servicios desde que, consecuencia del Brexit, ya no rige el tope establecido en 2015 por la Unión Europa en 2015. La pregunta es obligada: ¿a quién beneficia este conflicto.
Se suponía que la aproximación de Amazon a este negocio sería oblicua, no frontal, pero la exclusión de Visa podría indicar una aceleración. El motivo aducido por Amazon es que Visa ha subido unilateralmente el cargo que aplica a las transacciones online entre Reino Unido y la UE del 0,3% al 1,5% con sus tarjetas de crédito y del 0,2% al 1,15% con las de débito. Aunque, de momento, la exclusión afectará exclusivamente a las de crédito, en las que Amazon representaría menos del 8% del negocio británico de Visa (pero el 44% en las de débito).
Los portavoces de Visa insisten en que la negociación sigue abierta entre las partes y califican como “desafortunada” la táctica de Amazon, pero los inversores no han dejado de registrarla como un temblor telúrico. Para Visa que en julio había tocado su cotización máxima de los últimos cinco años, la caída ha sido del 8% en el año. Aunque con menos gravedad, impactó indirectamente a Mastercard, pese a que esta podría salir favorecida de una maniobra que, desde la óptica de Amazon, buscaría romper un eventual frente común de los dos sistemas. Sin confirmarlo, esta plataforma ha dejado correr el rumor según el cual estaría considerando retirar a VISA su condición de tarjeta preferente en Estados Unidos y conferir ese rango a Mastercard.
La fuerza de Amazon no se limita a sus propias ventas, sino que extiende su influencia a más de seis millones de empresas que se apoyan en la plataforma y por tanto representan un flujo monetario a considerar.
En este episodio, las dos partes tienen algo que perder, por lo que la sangre podría no llegar al río y, de hecho, siguen negociando. Pero, en cualquier caso, confirma la mayor: la rápida expansión del comercio electrónico, acentuada como recursos durante la pandemia, está produciendo cambios en el modelo. La nueva forma en que se compran bienes y servicios sienta las bases para un nuevo reparto de las ganancias del proceso.
Al mismo tiempo, el e-commerce es altamente competitivo pese al dominio aplastante de Amazon; por tanto, susceptible ante cualquier fricción que pueda conmover la lealtad de los consumidores. En consecuencia, las dos redes hegemónicas son las más fuertes pero a la vez candidatas a recibir más golpes.
El papel de Visa – lo mismo se puede decir del de Mastercard – es la prestación de servicios de autorización y compensación de pagos entre entidades financieras y comerciantes. Sus ingresos se basan en los porcentajes que cobra sobre las transacciones de los bancos emisores de las tarjetas de su ecosistema. Los últimos resultados publicados indican que en 2021 sus ingresos volverán a los niveles anteriores a la pandemia, período en el que se vieron afectados por la paralización de viajes al extranjero.
Algunos medios han difundido la noción de que en este caso Amazon actuaría como defensora de los consumidores frente al duopolio de facto formado por Visa y Mastercard. Estas dos intermedian en el 45% de los 35 billones de dólares en que se estiman los pagos con tarjeta en todo el mundo (otro 45% corresponde a la plataforma china Union Pay, a la que Alibaba no ha conseguido debilitar)
Aunque hay una proliferación de alternativas que disputan la cuota de mercado de estas dos redes “estándar”, ninguna ha conseguido mellar su negocio. Amazon ha dado signos de favorecer otras formas de pago sin dinero físico cuyo crecimiento entre las generaciones jóvenes podría con el tiempo debilitar el lucrativo negocio de Visa y Mastercard. Estas, a modo de reacción, no paran de explorar otras fórmulas para crecer en esas parcelas.
Visa ha ensayado asociarse con compañías innovadoras, como PayPal o Square. Este año ha adquirido Tink, una pequeña empresa dedicada a open banking, así como CurrencyClud, poseedora de una API para la transferencia de divisas. Mastercard, por su parte, ha expandido sus activos en el mundo digital con la adquisición reciente de la startup CipherTrace, que se especializa en la seguridad de transacciones blockchain.
Las teorías al respecto hablan de “controlar la experiencia” del cliente para influir en su comportamiento. Este principio no probado ha llevado a las grandes tecnológicas (Apple, Google y Alibaba) a meterse en el negocio de los pagos, con resultados por ahora tibios: por razones de escala, han tenido que integrar en sus esquemas las redes de Visa y Mastercard, con lo que hasta podría decirse que las han fortalecido.
Es un juego de largo alcance y el telón de fondo se mueve lentamente. Inducidas por el alto número de esquemas de pago con base tecnológica y creciente volumen, han aparecido nuevas propuestas de infraestructura regionales. Un ejemplo de ellas sería la European Payments Initiative (EPI), a la que han adherido doce bancos españoles.
La combinación entre Amazon y Venmo presenta el interés de que esta rama de PayPal no se restringe a mediar en las transacciones, sino que incorpora un elemento “social”. Pero el último grito de estos fenómenos se conoce por la sigla BNPL (buy now pay later) cuyo principal reclamo consiste en que los vendedores reciben al instante el pago de sus productos, mientras los compradores pueden contar con financiación automática o flexibilidad en las condiciones de pago.
El uso de BNPL se ha extendido como la pólvora entre la llamada Generación Z. Una de sus variantes, Affirm, está supuestamente en el radar de Amazon, pero de momento se ha puesto a cubierto mediante un acuerdo con Apple. Su competidor Klarna ha captado la inversión de Softbank, mientras Afterpay se vendía a Square. En esta fiebre, Goldman Sachs ha arriesgado una inversión de 2.200 millones de dólares. ¿Quién da más?