Alexa puede parecer risible cuando aparece en películas o en series de TV, pero el acercamiento de Amazon a los usuarios a través de la voz es algo muy serio, algo central en su estrategia. A saber: que crezca la familia de dispositivos basados en su asistente personal para estar siempre a mano, en la casa, en el coche o en la calle; una fórmula para llegar a ser el intermediario de referencia en la vida cotidiana. Choca con Google y Apple, porque la batalla no es por los altavoces de salón sino por usurpar funciones que hoy son características en un smartphone. No persigue ingresos por la venta de hardware pero no hace ascos a nada que incremente los puntos de acceso a su tienda online.
La importancia de la voz estriba en su función de interfaz de usuario de alcance masivo. Es lógico, porque se trata de la herramienta primaria de comunicación humana, pero las tecnologías de procesamiento de lenguaje natural le han devuelto la consideración de muchos techies enamorados de “lo visual” [¿acaso son incompatibles?]. Lo que no impide señalar las enormes dificultades que los asistentes han tenido – y tienen – en los últimos cinco años cuando el usuario les planteaba preguntas sencillas para cualquier ser humano. La integración con las aplicaciones, objetivo de una legión de desarrolladores, aún encuentra cuellos de botella, mientras en los móviles muchas veces sólo sirve para abrir la aplicación.
Recientemente, Amazon ha presentado en bloque nada menos que quince dispositivos centrados en la voz como interfaz de usuario. Algunos fueron metidos en el paquete pese a ser nuevas versiones de gadgets existentes, pero también se han visto categorías nuevas, como unos repetidores WiFi o extravagantes como un anillo conectable. O supuestamente útiles como un microondas que obedece órdenes verbales. Esto no sólo demuestra la voracidad de Jeff Bezos y sus epígonos, también la despreocupación por el fracaso previsible de alguno de estos hijos de Alexa.
En algunos casos, la compañía puja con fuerza por segmentos estratégicos como Echo Auto, introducido a través de un acuerdo con General Motors y que supone la entrada de Alexa en el proceloso mercado del vehículo rodado. Este es un contexto en el que el usuario pasa una considerable parte de su tiempo dentro del coche sometido a estímulos publicitarios potenciales, que podrían inducirle a la compra online. Los auriculares inalámbricos serán probablemente otro gadget mimado porque supone la entrada de Amazon en un mercado apetecible del que no participaba.
Amazon sale fortalecida de este parto múltiple. La ventaja que lleva en el mercado de altavoces ´inteligentes` puede extenderse a otras categorías. Según estimaciones de Canalys, en el segundo trimestre vendió 6,6 millones de unidades, un aumento del 24,5%. Mientras, Google caía a los 4,3 millones de unidades (-19,8%) perdiendo el primer puesto que ostentó el año pasado y bajando al tercero: Baidu vendió 4,5 millones. Apple ni siquiera aparece citado, y no digamos Facebook, cuyo altavoz con pantalla Portal ha sido vapuleado como derivada de los escándalos sobre fallos de privacidad. Tal vez el mayor espacio de fricción con Google y Apple sea el coche conectado, en el que ambas compañías tienen interés para expandir sus servicios de streaming (Apple) o de publicidad en los mapas (Google).
A las pocas semanas de los anuncios de Amazon, Google replicó con su catálogo de Assistant. La oferta es más concisa, pero incluye un router integrado en un altavoz, así como auriculares inalámbricos. Aunque, claro está, su fuerte no es precisamente el hardware: el Knowledge Graph de Google tiene la reputación de más fiabilidad que Alexa en la respuesta a preguntas. A este punto flaco del asistente de Amazon hay que añadir que Alexa no tiene acceso a la información recogida por ciertas aplicaciones de los ecosistemas rivales, como el calendario y el correo.
Durante la presentación de Google, Sundar Pichai, CEO de la compañía, dejó caer un mensaje que modifica sutilmente el mantra original: además de organizar toda la información y hacerla accesible, insistió en que Google quiere profundamente ser de utilidad para los usuarios de Internet y servirles de ayuda. Es un guiño íntimo a quienes puedan desconfiar de sus intenciones. En esta asignatura, tanto Google como Amazon tienen mucho que mejorar. Ante todo, deberían limpiarse de sospechas sobre escuchas y agujeros de seguridad. Una tarea inconclusa, en el mejor de los casos: un colectivo alemán, Security Research Labs, asegura haber hallado vectores para espiar a los usuarios y robarles contraseñas, similares a otras denuncias del pasado. Los fallos que dan lugar a este riesgo son explotables en el backend que ambas compañías proporcionan a los desarrolladores para construir aplicaciones destinadas a sus asistentes.
La suspicacia sobre las intenciones de Amazon es sana. Lo admite la propia compañía cuando en la presentación de esta riada de nuevos productos intenta tranquilizar a los usuarios: “la privacidad está integrada desde el primer momento en el diseño de cada pieza de hardware o software y en cada uno de los servicios que creamos”. Bienvenido sea aquello que otorgue control al usuario: por ejemplo, la desconexión automática de la cámara en Echo Show para crear “zonas de privacidad” en la que ciertos ángulos no se pueden grabar ni ver en vivo.
No todos los presentes quedaron convencidos de la sinceridad de la compañía sobre este punto. En el evento, sus portavoces presumieron con aparente candidez al describir como innovación las imaginativas formas de instalar micrófonos conectados en sus novísimos accesorios, alimentando la crítica a su naturaleza invasiva. En el fondo, está el trato que Amazon propone a los usuarios de Alexa: aceptar un (¿pequeño?) sacrificio de su intimidad a cambio de sembrar su hogar de micrófonos y consintiendo que la información recogida será procesada anónimamente en invisibles servidores de la compañía. Entre esta fórmula y la que proponen Google o Facebook (datos a cambio de ´conveniencia` gratuita) sólo hay una sutil diferencia: Amazon puede aducir que no se lucra directa ni indirectamente de esa información.
El intento de ganar capilaridad está relacionado, obviamente, con los datos que recoge Amazon. Según la compañía, el plus de captación de datos por los nuevos dispositivos se destinará a conocer mejor al usuario, con la esperanza de influir en su mayor gasto. La calle y el coche son dos espacios en los que hoy Alexa no acompaña al usuario y, por consiguiente, tiene lagunas de información que espera subsanar con sus auriculares y con Echo Auto.
¿Tiene esto algo que ver con el oficio original de Amazon, el comercio electrónico? Está demostrado que para Jeff Bezos todo el mar es un gigantesco caladero. En lo que aquí importa, la extensa prole de Alexa tiene la virtud de abrir ventanas potenciales al tiempo que construye una barrera defensiva contra Google. Hasta el más ingenuo sabe que, a menos que prosperen las iniciativas de la Comisión Europea saliente Google podría valerse de su asistente para canalizar ventas online a las empresas que se anuncien en su buscador.
En realidad, es hora de dejar de ver en Amazon un mercader online. Su propósito declarado es montar nuevos servicios en torno a Alexa. En marzo de 2018, este asistente contaba con 30.000 skills (aplicaciones, en su terminología). Su ventaja es haber sido el primero en echar a rodar un ecosistema. No es difícil imaginar que llegue a atraer a desarrolladores – y también a terceros – para montar su tienda de aplicaciones monetizables basadas en Alexa.
A Jeff Bezos tampoco se le subirían los colores si cobrara por dar alguna forma de prioridad en los resultados de Alexa o por derivar a los usuarios a otro sitio web. El negocio publicitario no le es del todo ajeno, pero tendrá que ir con pies de plomo para que no le pase lo mismo que a Apple, investigada por abuso de posición dominante en su tienda online.
Volviendo al punto de partida: Amazon ha puesto en marcha su maquinaria para convertirse en un intermediario principal, como lo son ahora Google y Apple. Lo intentó hace unos años con un móvil propio de gama alta, poco después de que Facebook se asociara con HTC en la parte baja del mercado. En esta ocasión evita meterse en el mismo jardín, pero se permite el lujo de un abanico de dispositivos apoyándose en el éxito del Alexa Echo.
Al mismo tiempo, ha presentado un protocolo inalámbrico LPWAN que promoverá bajo la marca Sidewalk. El objetivo es crear redes sobre los 900 MHz que soporten distancias más largas que bluetooth o WiFi pero a menor coste que un enlace 5G. Según Amazon, esta tecnología podría incrementar el rango de los dispositivos en media milla, con lo que ya ha hecho pruebas de cobertura en Los Angeles. Este nuevo protocolo se añade a la batalla entre NB-IoT por un lado y LoRa o Sigfox por otro. Está destinado a dispositivos IoT pero a nadie escapa que será aplicado al concepto que Amazon tiene de lo que debería ser un hogar ´inteligente`.
[Informe de Pablo G. Bejerano]