7/03/2025

¿Aguantará Apple la presión de Donald Trump?

El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca ha puesto en evidencia la  falta de convicción de muchas multinacionales en sus políticas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión). Las estadounidenses, claro, pero la corriente podría extenderse. De entrada, Alphabet, Meta y Amazon han capitulado ante la narrativa del presidente republicano, antes incluso de que este tomara posesión del cargo. La reducción y/o eliminación de esos programas sugiere que el aperturismo que exhibían era impostado. No obstante, aparecen oasis, como Apple, que se ha atrevido a resistir las presiones. Y ha sido por voluntad de los accionistas, de modo que Tim Cook, CEO de la compañía, afronta hoy un dilema que hubiera querido evitar.

Tim Cook y Donald Trump

Que Mark Zuckerberg y Jeff Bezos donasen un millón de dólares cada uno para financiar la celebración del triunfo de Trump ya daba pistas, confirmadas por su arrobada presencia – ambos con sus parejas – en la toma de posesión presidencial, junto a Sundar Pichai y, por supuesto, el omnipresente Elon Musk. Cook – quien también contribuyó con un millón al fiestorro – estuvo en la ceremonia, pero se mantuvo al margen del grupo. Otros, como Satya Nadella y Jensen Huang, estuvieron ausentes, uno en Davos y el otro en Taiwan, lo que no quita que en otras fechas mantuvieran reuniones con el presidente, como es su papel.

La narrativa trumpiana para acabar con los programas DEI, sostiene que representan un trato preferencial de unos grupos de personas sobre otros grupos e individuos. En campaña, Trump llegó a calificarlos como prácticas racistas hacia los hombres – no así las mujeres – blancos. La nueva administración ha dado así carpetazo a la discriminación positiva que data del mandato de Lyndon Johnson, en 1965, cuya finalidad ha sido mitigar desigualdades históricas.

La orden ejecutiva firmada por Trump en su primera noche de mandato desmantela los programas DEI en la contratación pública y obliga a las agencias federales a cerrar sus oficinas de diversidad y a eliminar toda mención del asunto en sus páginas web. Esta ofensiva no obliga a las empresas privadas, pero unas cuantas han tomado buena nota o han sido advertidas.

Siguiendo la onda, la vicepresidenta de RRHH de Meta, una tal Janelle Gale, envió un memorándum a los empleados avanzando los cambios en el programa DEI hasta ahora vigente: según ella, “a nadie se debe otorgar ni privar de oportunidades basándose en las denominadas características protegidas” (a saber, atributos personales legalmente blindados durante décadas). Unos días antes, el hasta entonces jefe de Asuntos de Política Global de la compañía, Nick Clegg, renunciaba al cargo, siendo sustituído por su adjunto Joel Kaplan, quien trabajó en el gabinete de Trump durante la primera presidencia de este.

Entre las medidas adoptadas por la empresa de Zuckerberg destaca la eliminación de criterios de preferencia en los procesos de selección de personal, así como los objetivos de representación para mujeres y minorías étnicas. El mensaje implícito es que quien promocione o sea contratado sólo será evaluado como individuo, sin trato preferencial por ser mujer o de una minoría racial. Por otro carril, Meta cancelaba sus programas de moderación de contenidos, abandonando todo intento de repetir la neutralidad que buscó durante el primer mandato de Trump.

En paralelo, Amazon ha suprimido radicalmente sus políticas DEI justificando el cambio de actitud en la necesidad de adaptarse a las nuevas realidades sociales (sic), según una instrucción firmada por una tal Candi Castleberry, VP de Experiencias y Tecnologías Inclusivas de la compañía. De la noche a la mañana, se han acabado en esta empresa las políticas de equidad en favor de personas negras y de los derechos LGBTQ+.

No es difícil encontrar la explicación. Aparte de la legítima evolución ideológica propia de ´megamillonarios`, sus empresas tienen tres formas de dependencia de las decisiones de un autócrata como Trump. Una es la captura de cuantiosos contratos con la administración y los estados gobernados por los republicanos (ya saben a qué se exponen si tropiezan con Elon Musk y su cruzada para desmantelar los aparatos estatales). La segunda es que todos ellos, en mayor o menor escala, tienen causas pendientes cuya contraparte es una agencia federal antes controlada por el partido demócrata y ahora por los republicanos: más les vale hacer buena letra si esperan ser liberados de esa carga. La tercera, con proyección fuera de las fronteras, aspira a contar con el respaldo de Washington en los diferendos que, quien más quien menos, tiene con las autoridades regulatorias en Europa.

Frente a la mansedumbre previsible, que se extiende a compañías como Ford, McDonald´s, Wal-Mart y algunos bancos de Wall Street, la gran excepción ha sido Apple, por decisión de su accionariado, erigido en bastión del programa DEI. Ante la propuesta registrada por el lobby conservador NCPPR para eliminar esas políticas, el 97% de los accionistas se opusieron en la junta general del pasado 25 de febrero.

Es una incógnita qué actitud adoptará ahora Cook, pero ya ha reaccionado sinuosamente tras el voto de sus accionistas contra el plan del NCPPR (National Center for Public Policy Research) con estas palabras: “a medida que evoluciona el panorama legal en torno a estos problemas, es posible que debamos hacer algunos cambios para cumplir [con la normativa]”.

En realidad, la propuesta del NCPPR fue un ataque dirigido contra Tim Cook, sospechoso de nadar y guardar la ropa en asuntos de género. El lobby ultra denunciaba que cerca de 50.000 empleados de Apple podrían considerarse víctimas de discriminación como resultado de las políticas DEI y, como resultado, sugería la posibilidad de que nacieran asociaciones de demandantes ante la justicia.

Esta es la amenaza que se cierne sobre cualquier organización que sea partidaria de las políticas DEI. Con más motivo después de que Pat Bondi, la nueva fiscal general, ordenara a la división de Derechos Civiles del departamento a su cargo tomar las siguientes medidas: investigar, eliminar y sancionar toda preferencia, mandato, programa o actividad cuestionable en el sector privado.

Con esta perspectiva, se requiere un cierto malabarismo para lidiar con cuestiones tan delicadas sin acabar en los tribunales y quedar expuesto al albur del magistrado de turno. Este podría retorcer a su gusto las leyes federales y estatales sobre igualdad de oportunidades en el empleo (EEO por sus siglas en inglés). Este es el motivo por el que algunas organizaciones, no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa, estén apostando por un perfil bajo; es decir, mantener sus planes DEI pero sin hacer bandera. Microsoft procura esquivar la confrontación afirmando su vocación de cumplimiento de la ley allá donde opera, pero también su respeto por un código de valores.

Entre los malabarismos se encuentra, por ejemplo, abstenerse de usar terminología “woke” como diversidad, equidad, inclusión o accesibilidad, optando por otros que pasen inadvertidos en Google u otros motores de búsqueda. Claro que esto conlleva el riesgo asociado de pérdida de eficacia como resistencia.

En  todo caso, Apple no está sola. En el sector tecnológico, compañías de fuste como Adobe, Microsoft, Salesforce, T-Mobile y Workdat se han posicionado del lado de las políticas de DEI, pero está por ver que tengan suficiente capacidad para arrastrar a otras empresas y a otros sectores en su actitud cautelosa.

[informe de David Bollero]


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