Puedo imaginar la faena que tendrán estos días los directores financieros, volcados en sus hojas de cálculo debido a circunstancias que para muchos son insólitas. Y puedo imaginar que volveremos a ver titulares calificando de tormenta perfecta la coincidencia de dos factores económicos: subida del dólar y bajada del petróleo. Significado: se está agravando la divergencia entre los grandes bloques de la economía mundial, lo que diluye la ilusión de que la mejoría de la economía de EEUU nos va a sacar a todos del agujero.
La semana pasada, el índice que mide la relación entre el dólar y una cesta de monedas tocó su punto más alto desde marzo de 2009. Sólo dos ejemplos: 1,2308 euros, récord en 27 meses, y 120 yenes por dólar, por primera vez en siete años.
De la cesta de monedas del índice, algunas tienen importancia capital para el sector del que se ocupa este blog. La deliberada depreciación del yen tiene efectos en principio positivos para sus empresas (dependiendo de dónde fabriquen) y se refleja en la región: dos potencias industriales como Corea y Taiwan tienen que seguir al vecino y dejar caer sus monedas. A su vez, China ha sido pillada a contrapié: su superávit de cuenta corriente recorta el margen de maniobra para una depreciación competitiva del yuan.
El alza del dólar y la caída de precios de los productos primarios amplifica la divergencia entre la expansión económica estadounidense y la recesión europea. Desde junio, las commodities – alimentos, metales y petróleo – han bajado un 40% en dólares, pero esto no alivia los dolores europeos: cada 1% de subida del dólar significa que hay que pagar el 1% más en euros por la misma mercancía, input o servicio. La economía de la eurozona sigue atrapada por esa pérfida pareja que forman recesión deflación. Por su lado, los mercados emergentes, tan celebrados hace poco, ven cómo se achican sus ingresos y se encarecen las deudas contraídas; su capacidad de compra se contrae.
El FMI ha calculado que Estados Unidos crecerá un 3,1%, mientras la eurozona no pasará de un anémico 1,3% en su conjunto (1% según el BCE), y Japón disfrutará en el mejor de los casos de un 0,8%. Entre las consecuencias está un dilema bien conocido por el Banco Central Europeo. El euro recuperó aire cuando Mario Draghi amagó con un alivio monetario – resistido por el Bundesbank – y volvió a acatarrarse cuando Draghi declaró que quizá esperaría unos meses para tomar medidas que lubriquen la liquidez y empujen los precios al alza.
Pongámonos en la piel de las empresas tecnológicas. IBM y Cisco han sido las primeras en alertar de que la apreciación del dólar devalúa sus ingresos y beneficios fuera de Estados Unidos. Puede que no todos tengan el mismo problema, pero tengamos claro que cuando se publiquen los resultados del año fiscal habrá que leer dos conceptos a los que prestábamos escasa atención: moneda corriente y moneda constante. Y cuanto lleguen, en las próximas semanas, las previsiones de los analistas para 2015, veremos cómo valoran este factor de incertidumbre.