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  8/10/2012

8Oct

Es de agradecer que no hayan hecho el paripé de decir que el usuario número 1.000 millones se llama tal y cual. Hubiera planteado un serio problema de nacionalismos pueriles. Mil millones son, más o menos, la séptima parte de la población mundial. Aunque podría discutirse la cifra: una cierta proporción son usuarios redundantes, o identidades falsas, y es lógico pensar que muchos se han aburrido del invento pero no atinan a darse de baja. Son ganas de poner pegas: Facebook es un éxito sin precedentes, y sería idiota negarlo; tan idiota como suponer que el éxito es irreversible. Para quienes, como este blog, observamos el fenómeno Facebook con la óptica de la economía, lo relevante son otras cuestiones.

Primera: hace tiempo que Facebook ha entrado en una fase de rendimiento marginal (simplificando, cada millón adicional que recluta requiere tanto tiempo como los 10.000 del comienzo) ¿Qué importa, si puede seguir creciendo? Importa porque, para pasar de 1.000 a 1.100 millones necesitará más tiempo que en subir de 900 a 1.000 millones. Segunda: crecer en número de usuarios es más fácil que crecer en ingresos, y esta es la estadística que vale. Tercera: la penetración ya es muy alta en unos mercados, y muy baja en otros, pero las dificultades de entrar en estos últimos son casi insalvables (en China tiene un rival local con 450 millones, mientras Facebook aún espera la autorización de entrar). Combinando estas tres proposiciones, puede decirse que el coste de adquisición de 1.000 usuarios nuevos estará próximo a cero, pero ingresar 1.000 dólares adicionales tiene un coste creciente. En otras palabras, el problema no es ganar más usuarios, sino ganar más dinero por usuario.

Mientras no publique sus resultados trimestrales, el martes 23, no se sabrá si ese parámetro ha mejorado, pero los análisis que se han publicado no son optimistas. Como máxima expresión de desconfianza, Facebook cotiza a la mitad de lo que Zuckerberg creyó que valdría la acción. En este contexto, llegan noticias del hundimiento de Zynga –otro caso de inflación mediática – que ha dejado su valor en bolsa al mismo nivel de su tesorería: sólo 1.700 millones. La conexión con el párrafo anterior es que los jueguecitos de Zynga aportan una cuota no despreciable (dicen que el 12%) de los ingresos de Facebook. Los inversores se lo están pensando.


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