Voy a meterme en camisa de once varas, como suele decir de guasa Paco B, mi polemista favorito. Me apetece un comentario económico off topic, aprovechando que escribo desde una escala en París. Parece por lo menos prematuro afirmar que la victoria de François Hollande dará, por sí misma, un giro drástico a la situación en Europa. Primero y fundamental, porque el daño ya está hecho, y sería muy difícil deshacer los peores destrozos de lo que algunos llaman “reformas estructurales” y yo prefiero ver como contrarreformas. Segundo, porque como ha dicho Jean Paul Fitoussi, uno de los economistas de cabecera de Hollande, de poco serviría añadir la palabra crecimiento en el título del pacto fiscal que fue firmado bajo ultimátum alemán. Tercero, porque es previsible que se preparen ataques punitivos sobre la deuda y los bancos franceses.
El problema – explicaba Fitoussi en La Vanguardia – es que “tenemos deuda soberana y una divisa sin un país soberano correspondiente. Los países miembros de la zona han perdido la protección de sus bancos centrales, pero todavía son responsables de su deuda soberana y, por tanto, son carne de cañón de especuladores”. Y el agudo John Authers, editor del Financial Times (¡un bolchevique!) escribía el sábado que “la física de los mercados y de la economía tiene un comportamiento raro: las tendencias siguen moviéndose mucho después de que hubieran debido detenerse”. Los precios en los mercados – lo dice él, yo resumo – son fijados por gente que tiene interés en que la crisis se prolongue porque de ella sacan beneficio.