7/06/2016

7Jun

Cuando, en enero de 2014, Google decidió pagar 3.200 millones de dólares por Nest Labs, una startup con cuatro años de vida cuyos dos únicos productos eran un termostato y un detector de humos, ambos conectados a Internet, hubo reacciones básicamente de dos tipos. Una, los entusiastas vieron un signo de que Google se lanzaría, por fin, a conquistar el mercado de la smart home, una promesa que todos se plantean pero ninguno ha llevado a buen fin. Los no tan entusiastas (o directamente escépticos) opinaron que el objetivo de la operación no era otro que fichar a Tony Fadell, fundador de Nest Labs y uno de esa decena de ingenieros que van por ahí presumiendo de haber trabajado con Steve Jobs en el diseño de algún producto de Apple.

Las dos interpretaciones tenían un punto en común: la promesa – que se atribuyó personalmente a Larry Page – de que Nest, es decir Fadell, dispondría de un presupuesto «casi ilimitado» y de independencia «casi absoluta» para llevar adelante sus proyectos. En el «casi» estaba el truco.

Casi un año y medio después, está meridianamente claro que el hogar inteligente no gira en torno a un termostato por muy bueno y bonito que sea. El analista Pat Moorehead recuerda: «la compra de Nest me hizo pensar que Google se abriría a negocios como la seguridad doméstica, la iluminación inteligente, la gestión energética y encontraría un sinfín de aplicaciones para los sensores, y que con todo ello conformaría una oferta casi imbatible».

La mejor prueba de que no ha sido como esperaba Moorehead es que el desarrollo de Google Home, novísimo artefacto con el que la compañía se plantea competir con el Alexa Echo, de Amazon, se ha hecho a espaldas de Fadell y su equipo. En realidad, parece ser más una variante mejorada de Chromecast que un producto creado desde cero, pero revela que la agenda ya no la marcaba Fadell, estrella fugaz. Lo más importante es que este, además de no tener ningún producto propio que presentar, ha sido el causante de innumerables conflictos internos y fallos de reputación.

Oficialmente – vamos, según un post firmado por él mismo en el blog de Google – Fadell se retira de la gestión de su antigua criatura pero seguirá asesorando a Larry Page. Otras experiencias indican que es un subterfugio para enmascarar una salida pactada: la supuesta condición de asesor durará lo que tarde Page en no llamarle o no ponerse al teléfono.

Entretanto, ¿qué ha sido de los productos que Nest Labs aportó a Google? Averías, caídas del servicio, demoras en atender reclamaciones e incumplimiento de los objetivos económicos. Fadell tuvo a mano recursos de Google para comprar el fabricante de cámaras web Dropcam (555 millones de dólares), y otra empresa con un hub hogareño, Revolv. Los dos productos, que tenían clientes de su vida anterior, han sido ´descontinuados` sin explicaciones.

Fadell se tomó al pie de la letra la independencia prometida, al extremo de imponer que en vez de usar en sus nuevos desarrollos el estándar Brillo, creado por Google, usaría su propio protocolo, Weave. Más dañina para sus relaciones internas habría sido su decisión de privilegiar iOS sobre Android en su ámbito. Tal vez estos gestos habrían sido asumidos – al fin y al cabo, Tony Fadell lleva galones de innovador – si el persnaje no hubiera resultado tener un carácter veleidoso y conflictivo. Tras anunciar su marcha, ha defendido su modelo de «microgestión» – obsesivo, según sus críticos – que dice haber aprendido de Jobs. Curioso argumento. Varios de los colaboradores que llegaron con él han dimitido porque ya no lo soportaban, aunque les ha costado renunciar a las opciones sobre acciones.

Con la constitución de Alphabet como holding, los fundadores de Google pretendían introducir la disciplina que echaban en falta los inversores. Un objetivo que no será fácil cumplir del todo, por los vicios adquirido, pero al que se ha aplicado con tino la nueva directora financiera, Ruth Porat. En el último trimestre, el 99% de los ingresos de Alphabet fueron aportados por Google y el resto, bautizado eufemísticamente como ´other bets` arrojó 802 millones de pérdidas.

En agosto pasado, al anunciar el nacimiento de Alphabet, Page dijo que la razón de ser era ejercer el control sobre la asignación de capital y vigilar el cumplimiento de los objetivos de cada unidad de negocio, lo que requería que estas tuvieran «líderes fuertes e independientes». Accountability, es la palabra más pronunciada estos días en el campus de Mountain View. Hace menos de un mes, Eric Schmidt (ahora chairman de Alphabet) fue tajante: «el que no cumpla con los objetivos, sufrirá las consecuencias».

Puede decirse que Alphabet ha vivido su primera prueba como empresa: resolver una crisis en su organigrama. Relativa y manejable, porque una empresa como esta siempre tiene a mano piezas de recambio. El sustituto de Fadell será Marwan Fawaz, antiguo responsable de Motorola Home, rama de Motorola Mobility que, tras ser comprada por Google, fue revendida a Arris Communications por 2.350 millones de dólares.

Un detalle interesante es que Fawaz ha sido escogido para el puesto por Rick Osterloh, su antiguo jefe en Motorola quien – tras completar la transición a Lenovo – ha vuelto a Mountain View para ocupar el puesto, creado a su medida, de jefe ejecutivo de la división de hardware de Alphabet, que reunirá activos dispersos del grupo. Osterloh tiene todas las papeletas para ser es ese «líder fuerte e independiente» que no supo ser Tony Fadell.


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