Salud, dinero y amor. La trilogía clásica de los deseos humanos inicia una nueva ronda, y está muy bien que así sea. 2014 se abre con una clara, pero vacilante, expectativa de mejoría con respecto a la que teníamos hace un año. Los indicadores económicos empiezan a reflejar una situación menos negativa, y las proyecciones del PIB para el nuevo año oscilan entre el 0,5% y el 1% de crecimiento, modesta meta pero de celebrar si se compara con el -1,3% estimado como cierre del 2013. En cambio, los indicadores sociales siguen en el fondo de un agujero negro, sin ningún signo de subir hacia la lejana superficie; sería irresponsable ver algo positivo en un mercado laboral compuesto por 22,7 millones de activos de los que 5,9 millones están desempleados [el Banco de España expresa la esperanza de que este año se crearán empleos netos, ojalá sea así].
Por ahora, la demanda interna no da apenas signos de salir de su debilidad [véanse los indicadores de consumo de energía, de producción industrial y de ventas minoristas] y en honor a la verdad tampoco la política presupuestaria alimenta el optimismo . Por el lado bueno, hay mucho consumo aplazado en las capas de población que se han mantenido a flote, y esto podría dar buenas noticias a ciertos sectores, entre ellos el de las TI. Mis interlocutores en la industria dicen confiar en que habrá una reactivación del gasto en tecnología por parte de las empresas, algo lógico porque sería difícil seguir postergando decisiones de las que, en la mayoría de los casos, dependerá su adaptación al nuevo contexto global.
Porque la exportación sí que está dando motivos de satisfacción, aunque en muchos capítulos ha alcanzado máximos históricos después de tres años al alza, lo que hace dudar de que pueda aguantar el ritmo; mucho, casi todo, depende de cómo le vaya a la economía alemana, a la china y a algunas latinoamericanas que son clave para la empresa española. La balanza de servicios arroja un superávit de casi 1.000 millones. Si, como se espera, el dólar se aprecia en los próximos meses, ahí tendríamos un factor adicional de devaluación no interna (siempre que la política monetaria sea menos restrictiva) que favorecería las ventas dentro y fuera de la eurozona.
Para un sector económico como el que sirve este blog, el contexto internacional será clave. Los desequilibrios podrían reducirse en 2014, pero no necesariamente en el sentido que nos interesa. China tiene que privilegiar la demanda interna, pero esto no significa que deje de presionar para inundar el mundo con sus mercancías, de lo que se deduce que la ecuación de su competitividad está cambiando a la vez que modera su crecimiento. Habrá que mirar hacia Alemania, cuyo nuevo gobierno de coalición podría dar un cierto giro expansivo – se desconoce de qué intensidad – que facilitaría mucho una corrección de los desequilibrios intraeuropeos. Brasil, tan de actualidad por tantas razones, necesita corregir el suyo urgentemente, así que mucho ojo con los entusiasmos.
Va a ser difícil que España pueda cumplir con el objetivo de déficit público, y tendrá que rendir pleitesía a Berlin para conseguir un aflojamiento [imagine el lector en qué condiciones]. A pesar de la bajada de la prima de riesgo, el nivel de la deuda está peligrosamente cercano al 100% del PIB. Con este panorama, pocos estímulos ´keynesianos´ se pueden esperar; como mucho, podemos confiar en que los que aplican otros (la Fed americana) lleguen a influir intelectualmente en la discusión dentro del BCE, más temeroso de la inflación que de la deflación, que es lo que en realidad tenemos a la vista.
De un artículo de Bradford Delong [Financial crisis stretches meaning of short term] extraigo esta frase que viene al caso: «si lo que se desea para la economía es un mayor desapalancamiento, el resultado es un boom inflacionario; si la economía en su conjunto busca el desapalancamiento, lo que se obtiene es una depresión […] nuestro problema ahora es que el tipo de interés ´natural´ es inferior a cero, y el banco central no puede presionar en esa dirección. Hasta que algo pase y provoque el aumento del tipo de interés natural, la economía seguirá instalada en la recesión».
Entre nosotros se usa mucho, demasiado, el comodín de las reformas. Una palabra que suena bien pero que tiene trampa ideológica, y ya se sabe que la economía es la ciencia más ideológica: no todas las reformas son buenas ni todas son oportunas [que se lo digan a los educadores, al sistema sanitario y a los científicos españoles, que están tragando grandes dosis de ricino ´reformista´]. La pregunta que ningún economista que yo conozca se atreve a responder es si la muy alabada reforma del sistema financiero y la muy discutida unión bancaria europea conseguirán que el crédito llegue a las empresas. Será paulatino, en cualquier caso, porque el desapalancamiento está lejos de haber concluído y porque la autoridad supervisora mira con lupa las rayas rojas del riesgo. En lo que parece haber bastante coincidencia es en que los balances de las empresas, y sus cuentas de resultados, han mejorado y seguirán mejorando [para eso se han recortado los costes y ha aumentado la productividad reduciendo plantillas y salarios] en 2014.
En fin, créanme que lamento haberme extendido tanto sobre el dinero, esa mercancía de la que el tópico dice que no hace la felicidad pero ayuda a conseguirla. Me queda sólo una línea para desear salud a los lectores. En cuanto al amor… allá cada cual.