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  7/01/2015

7Ene

Feliz Año, lectores. Un adagio ingenioso sostiene que cuando dos o más economistas coinciden en un diagnóstico, es muy probable que el diagnóstico sea erróneo. En estas semanas de tránsito interanual, puede parecer que hay coincidencia en prever que 2015 será mejor que 2014, lo que tampoco dice mucho pero alegra saberlo. Tres factores concurren en ese consenso: la revitalización de la economía estadounidense, la consiguiente apreciación del dólar [y abaratamiento del euro entre otras monedas] y, el que más discrepancias suscita, el precio del petróleo.

Por tanto, este primer newsletter de 2015 pasa sumariamente revista a esos factores, y se complementa con una crónica de las predicciones de IDC sobre el mercado de las TIC.

En primer lugar, el comportamiento divergente de las economías desarrolladas. La Reserva Federal ha inundado Estados Unidos con una liquidez masiva, hasta el momento en que la consideró suficiente: el empleo se ha recuperado aunque con calidad y salarios degradados; en 2015 probará qué pasa si sube un poco los tipos de interés. Mientras, en la eurozona, seguimos confiando en la habilidad verbal de Mario Draghi, pero con la oposición del Bundesbank a un plan de compra de bonos que sería el equivalente del BCE a la facilidad monetaria de la Fed. Los economistas consultados por el Financial Times son más escépticos que esperanzados. Por su lado, la Comisión Europea esboza un impreciso programa de inversiones públicas que, si se le añadiera el multiplicador privado, podría aportar otra inyección de recursos para la reactivación. En el fondo de la escena, se eleva el temor a la deflación.

Durante al menos el primer semestre de 2015 podremos disfrutar de un ingrediente con el que no contábamos meses atrás: el petróleo oscilará entre 55 y 70 dólares por barril, lo que daría como resultado que una masa de dinero se desplace de los países productores (menos ingresos) a los consumidores (energía más barata) según apunta el profesor Mariano Marzo: entre el 0,5% y el 1% de crecimiento del PIB cambiará de manos, dependiendo de las circunstancias. Conviene saber que el programa plurianual que el gobierno español envió a Bruselas contemplaba para 2015 un petróleo a 103 dólares de media.

En este contexto, el dólar debería mantener su apreciación frente al resto de las monedas, e incluso llegar a situarse en torno a 1,10 por euro. En principio, debería ser positivo para las exportaciones españolas, que empezaban a flaquear tras haber oxigenado a muchas empresas en sustitución de una demanda interna anémica. Hay que advertir que la mayor parte de nuestras exportaciones se dirige a países con los que compartimos moneda, por lo que el efecto se neutralizaría. El desajuste, caso de prolongarse, afectaría a economías latinoamericanas a las que las empresas españolas se han aferrado en años críticos, como Brasil y México.

Estados Unidos vuelve a ser el motor del mundo desarrollado, con un crecimiento del PIB estimado para este año por encima del 3%. En Europa, las hipótesis oscilas en la mitad de ese porcentaje, o incluso menos: Alemania lleva tres años con una tasa de inversión prácticamente plana, Francia sigue perdiendo competitividad e Italia está demasiado endeudada para encontrar otro rumbo. Un resumen de la situación europea actual sería este: bajo crecimiento, baja inflación, bajo empleo. Además de la deuda, son nuestras tres dolencias, por lo que el forzado optimismo gubernamental resulta inverosímil.

Las incógnitas son de naturaleza política. Este año habrá una sucesión de de elecciones generales, empezando por Grecia y Portugal, dos países «rescatados», ciclo que deberá cerrarse en España. Se ha apretado el nudo de la austeridad y se ha profundizado la desigualdad, ¿cómo extrañarnos de que los ciudadanos no compartan el diagnóstico de la troika? Grecia fue el laboratorio que, al inicio de la crisis, debía servir de escarmiento para los perezosos europeos del sur. Uno de los desenlaces posibles es una moratoria de la deuda griega [que, seamos claros, nunca podría pagar] y la correlativa salida del euro. Angela Merkel opina ahora que esto último no sería tan grave, dicen que pensando en tensar la cuerda como aviso a otros electorados. En fin, pido disculpas por la extensión de este comentario, e invito a leer la crónica del día.


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