Todavía no ha llegado a casa el paquete de Amazon, pero he leído tantos comentarios sobre Le Capital au XXIe Siècle, de Thomas Piketty, que me atrevo a escribir una líneas acerca de este libro que alguien ha calificado como el mejor sobre economía que se haya publicado en muchos años. ¿Será para tanto? No lo sé, pero de entrada parece que Piketty ha conectado con la necesidad de poner el pensamiento económico en el eje del debate público. Algo debe estar ocurriendo para que un libro que bebe de fuentes académicas, con decenas de gráficos, haya escalado a la lista de más vendidos del New York Times, ese ´algo` es la perplejidad ante una crisis que, aunque la propaganda insista en lo contrario, está viva y coleará por bastante tiempo.
La tesis de Piketty es, reducida en extremo, muy simple: la desigualdad es una amenaza para el capitalismo. Para sostenerla, pasa revista a 200 años de evolución en la concentración de ingresos y riqueza. Durante los siglos 18 y 19, las sociedades occidentales [tengo entendido que no se mete a analizar las nuevas fuerzas asiáticas] fueron profundamente desiguales, con rígidas estructuras de clase. La industrialización elevó gradualmente los salarios, sin modificar lo esencial. En el siglo 20, la sucesión de guerras, revueltas, recesíón, inflación y quiebras, condujo a la invención del estado de bienestar: «la existencia de un contramodelo fue una de las razones por las que ciertas reformas fueron aceptadas»
Lo que vienen a demostrar las series históricas de Piketty es que el retorno que recompensa al capital está aumentando más rápido – cada vez más rápido – que el crecimiento de la economía. Y que, de seguir así, la desigualdad llegará a ser insostenible tanto económica como políticamente. Hasta el FMI sostiene algo parecido en su estudio Redistribution, Inequality and Growth, publicado en febrero [curiosa coincidencia con la edición americana del libro de Piketty].
De la cuantiosa recopilación estadística del libro, un colega que sí lo ha leído extrae esta descripción: «los niveles de desigualdades de renta y patrimonio durante los bulliciosos años veinte del siglo pasado. La extrema concentración. Tanto en Europa en 1910 como en Estados Unidos en 2010, el reparto del pastel es muy desigual: el 1% más rico se queda con el 20% del total, el 9% restante con el 30%: la mitad para el 10% más rico. El 40% siguiente se repartió otro 30% y el 50% restante se las arregló con el 20%».
Martin Wolf, admirado columnista económico del Financial Times, asume la idea central del libro: una sociedad menos desigual sería una bendición, no una amenaza, para el crecimiento que se echa en falta en la economía mundial. Extrañamente, los columnistas conservadores se han mostrado cautos en sus críticas a Piketty, más allá de ventilar no sé qué episodio conyugal. Superado el espantajo de la reforma sanitaria de Obama, la derecha republicana tiene una nueva prioridad: bloquear la subida del salario mínimo porque, según un editorial del Wall Street Journal, llevaría a la ruina a sectores como las cadenas de restaurantes, «que están entre los verdaderos creadores de empleo» [sic].
Por lo que me han dicho, Le Capital au XXIe Siècle [todavía no editado en España, esto no es Sombras de Grey] no se limita a revisar históricamente la cuestión. Se apunta a la tesis del estancamiento secular, que otros han acuñado como el problema de nuestro tiempo. Piketty predice que el crecimiento será bajo durante el resto del siglo, que los retornos sobre el capital se mantendrán altos y la riqueza se concentrará en menos manos.
Supongo que volveré sobre el tema, que sin duda apreciaré mejor cuando pueda leer directamente el libro. Me detengo en este punto, pues.