Puedo coincidir con las crónicas de Ramón Muñoz (El País) y Francesc Bracero (La Vanguardia) este domingo. «El Nokia 3310 ha sido el rey mediático del MWC […] el Cuéntame de la telefonía móvil», escribe Ramón. «En el MWC del 2017 se han presentado excelentes smartphones […] la pregunta es ¿por qué el protagonista ha sido un émulo de un modelo del año 2000?». Digo que puedo coincidir y no que coincido, porque durante cuatro intensos días no he prestado mucha atención a los dispositivos; mi prioridad han sido otra: durante los próximos años las innovaciones más interesantes tendrán que ver con las redes.
Dos tendencias de impacto mediático, la realidad virtual y la inteligencia artificial, han estado en boca de muchos. Pero la primera ha derrochado su appeal [¿quién conoce alguien que soporte más de 15 minutos unas gafas VR?] y la segunda se encuentra en fase embrionaria. IoT ha sido una referencia ineludible, pero en un estadio todavía abstracto. Hablando de abstracciones: he visto decenas de coches conectados, pero ninguno en circulación (esta vez nadie trajo un Tesla para dar el pego). Si no me equivoco, los espacios más grandes y de lejos los más interesantes (aunque de acceso por invitación) han sido un año más los de Huawei y Ericsson.
El MWC del año pasado se nutrió de promesas de las redes 5G, descritas como el despertar de un mundo de oportunidades para los operadores y, a rebufo de sus inversiones, para la industria. Los usuarios, se suponía con naturalidad, seguirían la huella. 5G – no los dispositivos – ha sido nuevamente el epicentro del MWC, por eso otro colega ha podido escribir «más de lo mismo». Pero el tono ha cambiado en 2017: la conversación ha dado un giro para poner el acento en la longevidad de las redes 4G. No es una sorpresa para los lectores de este blog.
Por esto, en lugar de leer notas de prensa adocenadas, convendría escuchar a quienes tienen que tomar decisiones. «Es indudable que 5G va madurando pero no está todavía en sazón. Los cimientos con los que vamos a construir las redes 5G están presentes en LTE», afirmó Neville Ray, de T-Mobile US, en su conferencia.
Se ha hablado tanto o más que en 2016. En sordina, se admite que una vez completada la estandarización, e iniciados los despliegues comerciales, pasará mucho tiempo antes de que las redes 5G alcancen un número de usuarios significativo. Las 4G, por ejemplo, empezaron a desplegarse en 2003/2004 y no cruzaron la línea de los 1.000 millones de conexiones hasta el año pasado. Ahora, la GSMA predice que 5G alcanzará esa cifra litúrgica en 2025, un pronóstico que se considera propagandístico. Para evitar confusiones, los usuarios deberían ser avisados de tardarán años en poder comprar un smartphone con capacidad 5G, pero dispondrán de nuevos modelos 4G muy mejorados con técnicas como carrier aggregation y MIMO (en la que el elemento transmisor usa múltiples antenas).
Hay prisa en la industria por colgarse la escarapela 5G [un nuevo logo, por cierto]. Esto se nota cuando empresas tan ilustres como Intel y Qualcomm se atreven a anunciar – sin fijar plazos – sendos modems 5G que, cuando llegue el momento, permitirían ir subiendo en la escala de gigabits, y actuarían como eslabón entre 4G y 5G. En Barcelona, un portavoz de Samsung presumía de su ´5G home router` pero apenas se le presionaba con preguntas reconocía que es un «producto precomercial» que será usado en ensayos de su propia tecnología 5G en Reino Unido y Estados Unidos. Por su lado, ZTE tuvo el descaro de exhibir un supuesto smartphone 5G – «el primero de la era del gigabit» que, en la practica, era una simulación apañada doblando una conexión 4G para incrementar el ancho de banda.
A mi entender, una primicia de este año ha sido la expresión pública de discrepancias en torno a algo que suena muy técnico pero cuyas raíces son económicas. Bajo el elocuente reclamo 5G Acceleration, compañías como Ericsson, Huawei, ZTE, Intel y Qualcomm, así como varios operadores de primera línea comparten una propuesta de ´non-standalone 5G NR`, que será discutida en la reunión del 3GPP esta semana en Dubrovnik. ¿Qué tiene de interesante esta cuestión? Para empezar, los no firmantes: Nokia entre los fabricantes, Telefónica y Orange entre los operadores. En segundo lugar, que no hay unanimidad en la necesidad de ese interfaz llamado NR (New Radio) que según sus proponentes tendría como efecto la posibilidad de empezar los despliegues de 5G en 2019 en lugar de 2020/2021 como está previsto en el calendario.
Es normal que haya disenso en estas materias. Cada vez que esta industria ha abordado el desarrollo de un nuevo estándar, los dos componentes del ´ecosistema` (operadores y proveedores) han puesto en marcha la máquina de fabricar modas, con la ayuda de los medios especializados. Ha ocurrido con el paso de 2G a 3G, de 3G a 4G: en las tres transiciones, se ha pretendido vender la piel del oso antes de cazarlo.
Al margen de sus proponentes, la propuesta de 5G Acceleration ha sido criticada por Enrique Blanco, CTO Global de Telefónica: «creemos en la necesidad de un sistema 5G completo, por lo que no vemos conveniente definir nuevas especificaciones de radio sin hacerlo al mismo tiempo con otros capítulos no menos importantes del estándar». En coincidencia con Blanco, Yves Bellego, director de estrategia técnica de Orange, declaraba en Barcelona que sería un error apremiar al 3GPP con la urgencia de definir NR antes de haber completado suficientes casos de uso: «la tecnología de radio no podría por sí sola aportar algunos de los beneficios esperados de 5G, como la reducción sensible de la latencia»
Soy periodista, no ingeniero, así que para entender la complejidad técnica del asunto necesitaré consultar a otras fuentes. Para el fondo económico del asunto me basta con lo que dijo Tim Hodges, CEO de Deutsche Telekom: desplegar 5G en toda Europa tendría un coste potencial de entre 300.000 y 500.000 millones de euros, por lo que los reguladores deberían bajar el coste del espectro.
El mayor operador europeo de banda ancha no es ninguno de los citados sino Liberty Global [del que Vittorio Colao ha vuelto a decir que una fusión sería interesante]. Pues bien, Mike Fries, su CEO, dijo públicamente en Barcelona que la regulación y la guerra de precios han asfixiado al sector: «la visión de 5G nos parece grandiosa, pero si no se dan las condiciones para inversiones masivas, no funcionará».