Hoy día, casi cualquiera parece tener opinión acerca de Alemania y el papel que juega (y el que debería jugar) en las varias crisis superpuestas que vive Europa. Como mi opinión no vale nada, quisiera compartir un resumen del texto de Marshall Auerback en Economonitor. El autor parte de la idea de que la actitud alemana se entiende mejor si se distinguen “tres Alemanias”. ¡Vaya! Una, que llama la Alemania del Bundesbank, reflejaría una fobia histórica por la inflación y una adhesión teológica a la disciplina monetaria. La segunda sería, en este esquema, la Alemania internacionalista, cuyo máximo exponente fue Helmut Kohl, convencido de que el mundo sólo desterrará los prejuicios sobre Alemania si esta contribuye a fortalecer las instituciones europeas impregnándolas de federalismo.
La primera corriente tiene ahora vara alta en Berlín y Frankfurt (y en Bruselas), mientras que la segunda ha sido gradualmente acorralada por los sucesores de Kohl. Habría una tercera variante en ascenso, que Auerback llama la Alemania industrial, cohesionada por los grandes grupos industriales (Siemens, Daimler, Volkswagen y la industria química), que son beneficiarios de la disciplina monetaria impuesta por el Bundesbank, pero a la vez reconocen que un mercado europeo abierto e integrado es lo que les da vida como empresas. Este componente de la sociedad germana habría comprendido – mucho antes que la mayoría de los otros europeos – que en esencia la moneda única ha conseguido la proeza de atraer al redil a los países que denominan “devaluacionistas crónicos”.
En otras palabras, esta tercera Alemania promovió en su día el euro por razones adyacentes a las de Kohl: para que fuera un artefacto monetario al servicio de la competitividad de los productos y servicios alemanes en Europa y en el mundo. La moraleja de Auerback sugiere que si los fundamentalistas de Frankfurt prevalecen, algunos países saldrían del euro (expulsados o voluntariamente, a estos efectos da lo mismo) y el cinturón de seguridad que estabiliza la economía alemana se aflojaría peligrosamente. Espero que nadie se moleste por haberme apartado unos milímetros de las inquietudes del sector para el que escribo.