26/02/2018

5G: batallas (y batallitas) antes de tiempo

Mucho ruido y pocas nueces. Sin ofender, podría decirse de la operación de marketing en torno al «estreno» de la tecnología 5G en los Juegos Olímpicos de Invierno de Corea. Poca gente se ha tomado en serio que este fuera «el primer servicio de banda ancha sobre una red 5G disponible al público», según la propaganda de Korea Telecom. Realmente, ha sido poco más que otra demostración efectista de realidad virtual, soportada por una red 4G acondicionada por Ericsson. Atletas y visitantes del parque olímpico de Pyeongchang han podido divertirse con simulaciones online de esquí, patinaje o vertiginosas carreras de bobsled. Tecnológicamente, más de lo mismo, más rápido y más vistoso.

El protagonismo tecnológico de los JJOO ha sido compartido por Intel y Samsung, socios de KT en el objetivo de proyectar una imagen de primicia mundial que resulta cuanto menos exagerada. Qualcomm ha denunciado la validez de la demostración porque la tecnología empleada no es todavía un estándar oficial. Siendo esto cierto, la denuncia tiene mucho de rabieta contra Intel: nadie que no sea publicista diría que 5G se ha hecho realidad.

De la experiencia coreana se puede concluir que la realidad se hace esperar. Los especialistas ajenos al marketing siguen trabajando para crear las condiciones que harán posible, en 2019 o más probablemente en 2020, la existencia de aplicaciones reales (pero en ningún caso masivas) de la quinta generación. Esas condiciones son básicamente cuatro y ninguna se cumple hoy: estándares reconocidos, frecuencias de espectro, infraestructura de red y, cómo no, dispositivos de usuario. Cada cosa a su tiempo.

Entièndase bien: los JJOO de Pyeongchang dejan un saldo muy positivo. Sobre todo para Intel, tan necesitada de dar pruebas de su diversificación: con su protagonismo ha marcado puntos en la batalla particular que libra con Qualcomm para destacarse como suministrador de chipsets y módems 5G para dispositivos aún no desarrollados. Parece razonable afirmar que Intel tiene hoy mejores perspectivas para equipar portátiles y tabletas con 5G [acaba de firmar con HP y Lenovo, dos marcas líderes] mientras que Qualcomm ha reclutado 18 fabricantes para preservar su primera posición en los smartphones.

También ha sido importante para Samsung, que ha aprovechado su condición de local para hacer ver al mundo que tiene la ambición de colarse entre los suministradores de infraestructuras. Llamativamente, el gigante coreano no ha merecido críticas por parte de Qualcomm: ambas compañías acaban de rubricar la extensión a 5G de su acuerdo de reciprocidad en materia de patentes, hasta ahora referido a 4G.

Que las hipótesis sobre 5G se confirmen dependerá, en primer lugar, del ritmo de estandarización. El 3GPP, grupo de trabajo promovido por la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) al que contribuye la industria, aprobó y publicó en diciembre la fase NSA (non-standalone) del proceso de especificaciones New Radio. La sigla NSA resume las características de 5G que funcionan sobre la red core 4G. No soporta, por consiguiente, todo lo que se espera de la fase SA (standalone) que se prevé saldrá en junio.

Hay demasiadas preguntas por responder antes de proceder al despliegue de infraestructura 5G. Conviene no olvidar que no está en juego sólo una tecnología de radio, sino otros condicionantes en el diseño arquitectónico de las redes (backhaul, virtualización, massive MIMO, netword slicing, antenas activas y pasivas, etc). Nadie puede decir con un margen de certeza cómo recibirá el mercado los servicios que se imaginan, qué plazo llevará su maduración ni cuál será el modelo de negocio. Por no saber, no se sabe si la estructura del mercado será una evolución de la actual ni qué otros actores van a influir en su explotación. Todo ello explica el recelo de los operadores a la hora de avanzar detalles de sus estrategias. El recuerdo del paso de 3G a 4G sirve de poco, la verdad. Pero no quita que todos se dediquen a hacer pruebas y demostraciones para indicar que, entre tanta incertidumbre, ellos están en marcha.

Un caso de sinceridad es Orange, mientras prepara un test «de extremo a extremo» para este año en las ciudades de Lille y Douai. Mari-Nöelle Jégo-Laveissiére, directora ejecutiva de innovación y tecnologías del operador francés, dejó a analistas y prensa esta frase de mucha sensatez: «yo que ustedes no esperaría un bing bang; 5G se tendrá que ajustar a las necesidades y las demandas reales». No es tan distinto a lo que el año pasado dijo a este blog Enrique Blanco, CTO Global de Telefónica: «[no hay que esperar] despliegues significativos de 5G extremo a extremo con la norma New Radio antes de 2022. Creemos que el driver del mercado no serán los terminales móviles sino los dispositivos IoT en aplicaciones industriales y de automoción […]».

Gracias a la norma SA y cuando desarrollen un nuevo core, los operadores tendrán capacidad de prestar servicios de red virtual sobre una misma infraestructura física: baja latencia, conexión permanente a coches en carretera, altísima velocidad para juegos online. Pero, esto también lo dijo Jégo-Laveissiére en París, «estamos considerando distintos ´casos de uso` que nos gustaría implementar, pero ignoramos si los reguladores europeos son conscientes de que ellos pueden impulsar esos desarrollos o bloquearlos».

Quienes, por interés obvio, manifiestan vivo interés en un acortamiento de los plazos son los proveedores de equipos de red. Huawei, líder del sector, cree que es el momento de agitar el ambiente. En una conferencia previa al MWC, en Londres, Ryan Ding, presidente de su Carrier Business Group, advirtió a (algunos) periodistas de que las expectativas de inversión en 5G están muy condicionadas por la actitud de los gobiernos europeos en relación con las subastas de frecuencias: «el coste del espectro en Europa es demasiado alto y constriñe la disponibilidad de capital que se necesita para el despliegues de 5G».

Aludía Ding a una cuestión que preocupa sobremanera a los operadores europeos. Lo dijo el otro día José María Álvarez Pallete al presentar los resultados de Telefónica. El coste del espectro tiene impacto en la capacidad de inversión, pero también crea incertidumbre en los inversores que redunda en la credibilidad bursátil de los operadores. Hay consenso entre analistas en que en las próximas subastas los precios no van a ser tan altos como en las anteriores – al menos eso esperan – pero aún así, pesarán sobre la capacidad financiera del sector y, por tanto, podrían frenar el desarrollo de 5G. Máxime cuando las inversiones hechas en 4G y en tecnologías afines tienen mucho recorrido de rentabilidad.

Ryan Ding, de Huawei, dejó entrever otro factor: el backhaul – interconexión de las estaciones de base con la red core – será un problema muy serio para aquellos operadores que no hayan invertido masivamente en fibra. Desde luego, no estaría pensando en España.

Ericsson, atribulada por problemas financieros, confía en que sea cierto un estudio – citado en la reciente presentación de resultados – según el cual un 40% de la inversión de los operadores hasta 2025 estará vinculada a 5G [el problema es que 2025 queda lejos y, según la misma fuente,  en 2020 la proporción será del 5%].

En la última reestructuración Ulf Ewaldsson, antiguo CTO y tenaz evangelista de 5G, ha salido del organigrama ejecutivo. La compañía sueca ha actualizado su plataforma 5G, lo que le ha valido recibir últimamente buenas noticias. Verizon [cuyo nuevo VP de redes es Hans Vestberg, defenestrado como CEO de Ericsson] le ha nombrado el suministro de una red core, RAN y de transporte con el fin de lanzar servicio 5G en ciertas ciudades de Estados Unidos. En Alemania, Deutsche Telekom, que acostumbraba a repartir sus contratos entre Nokia y Huawei, ha escogido Ericsson relegando al fabricante chino.

Con la venia de los buscadores de móviles chulos y aplicaciones majas, el Mobile World Congress de esta semana tendrá 5G como un eje temático central, con más motivos que   la edición del año pasado. Cuando se apaguen las luces de la Fira y el marketing descanse por unos días, será el momento de hacer un balance reposado de la situación.


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