En palabras de Tim Cook, Apple Card es “la mayor innovación [de los sistemas de pago] en 50 años”. Le secundó David Solomon, CEO de Goldman Sachs, para quien “cambia por completo la experiencia [de los usuarios] de tarjetas de crédito”. Si esto es así, ¿por qué razón Apple decidió ´empaquetar` el anuncio en el mismo acto de presentación de nuevos servicios: Apple TV+, Apple Arcade y Apple News? Mi hipótesis es que se quiere transmitir la idea de “una tarjeta de crédito diseñada por Apple”, con guiños al consumidor que ratifican una estrategia de ”jardín vallado” que la compañía ha cultivado al menos desde el lanzamiento del primer iPhone.
No es un producto (como sería un dispositivo o un accesorio) ni estrictamente es un servicio por suscripción (como iTunes o Apple TV+). La innovación que trae Apple Card es su aportación al modelo de negocio: no se trata de que el iPhone deje de ser el centro de su sistema solar, sino de que el astro irradie un flujo añadido de dinero generado por los servicios y contenidos propios, además de explotar otras oportunidades de gasto lúdico, financiadas con deuda.
Para que así sea, se requiere disponer de un instrumento financiero ex profeso, un medio de pago bajo su estricto control. La tarjeta está embebida en el wallet virtual de Apple, cuyo exponente hasta ahora ha sido la aplicación Apple Pay. Por lo visto, ha alcanzado un volumen y una fidelidad entre los usuarios de la marca que permite ir más lejos.
La semana pasada encontré un titular según el cual Apple se transforma en banco. Esta simplificación es falsa. En primer lugar, para actuar como banco, necesitaría una “ficha” en cada jurisdicción y ajustarse a las normativas, dos requisitos que no están entre las intenciones de la compañía. Y, si damos por sentado que un banco asume riesgos, la verdad es que con el lanzamiento de su tarjeta Apple no corre ningún riesgo financiero: los asume enteramente Goldman Sachs. Un socio que aúna dos peculiaridades a tener en cuenta: a) no es emisor de tarjetas bajo su marca y b) más que minoritario, su negocio minorista es periférico. Eso sí, Goldman Sachs remunerará a Apple por cada usuario. Hay un tercer actor necesario: Mastercard contribuye con su tecnología de `tokenización` y de paso se apunta puntos en su rivalidad con Visa.
Esta combinación tripartita hace posible afirmar, faltando sólo un poquito a la verdad, que Apple no traiciona a los bancos que durante cinco años han acompañado su sistema Apple Pay, del que la nueva tarjeta vendría a ser un complemento físico. Esos bancos podrán quejarse o no, pero tendrían motivo: en lugar de un ´ecosistema abierto` – como el que preconiza Samsung Pay, por ejemplo – en el que el usuario decide con qué plataforma bancaria quiere operar, Apple les pone otra cortapisa, acorde con su naturaleza.
Durante años, consultores, columnistas (y banqueros) han alertado sobre un fantasma bautizado como fintech. Al calor de esa prédica han proliferado en todo el mundo iniciativas oportunistas que han picoteado en segmentos menores – pero rentables – del negocio bancario. No es el caso de Apple, pero resulta innegable que los bancos se enfrentan a un escenario nuevo. No tanto como para encarnar una amenaza sistémica.
Como es habitual, la presentación del lunes fue vistosa pero escasa en detalles. Se sabe que Apple Card estará disponible en Estados Unidos este verano [por supuesto, ninguna indicación sobre su internacionalización o la entrada de otros bancos emisores]. Abundaron las menciones a las garantías de privacidad con las que Apple – que al no vivir de la publicidad no necesita recoger más datos personales de los necesarios ni distribuirlos a terceros – marca diferencias con Alphabet y Facebook (eventualmente también con Amazon).
La privacidad – y la seguridad que conlleva – podrían no ser suficientes para que los consumidores usuarios de Apple se apunten masivamente. Por esto, la novedad más atractiva de Apple Card es Daily Cash: para preservar la fidelidad a Apple Pay, el usuario tendrá una bonificación del 2% de cada compra hecha con la app; si sólo usara la tarjeta física, sería del 1% y si se tratara de una compra en la App Store o de un servicio de la marca, del 3%. Con la particularidad de que el reembolso se haría efectivo inmediatamente después de cerrada la transacción, y el consumidor tendrá en todo momento en pantalla la información de sus movimientos y saldo disponible.
Otro argumento a favor es la ausencia de cuota anual y comisiones por exceso de gasto. Ante tanta facilidad, es razonable preguntarse por qué Apple (y Goldman Sachs) descartan la emisión de una tarjeta de débito. La respuesta, elusiva, está en el tipo de interés aplicable. Según Cook, “están entre los más bajos del mercado”. No me atrevería a contradecirlo, pero en una nota al pie de la página informática se especifica que los intereses serán variables, en un rango que – calculado en marzo de 2019 – oscilaría entre el 13,24% y el 24,24% anual, dependiendo de la calificación del deudor. Lo que se llama un chollo.
Norberto