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  4/06/2012

4Jun

El Nasdaq, donde cotiza la mayoría de las empresas tecnológicas de Estados Unidos, ha cerrado mayo con una caída del 2,8% en su índice compuesto: el peor mes de los últimos dos años. Si la salida a bolsa de Facebook hubiera sido el éxito que muchos esperaban, tal vez habría enmascarado estadísticamente la tendencia a la baja, en la que han sucumbido casi todas las cotizadas que dan volumen al mercado (entre ellas un “valor seguro” como Apple). Pero la OPV no fue un éxito, y el los inversores han tomado buena nota. Habría que ser optimistas para pensar que Facebook puede cotizar pronto por encima de los 30 dólares (el viernes cerró a 27,72). En este contexto, agravado por las dudas sobre la economía, los analistas predicen que se congelarán las salidas a bolsa previstas para los próximos meses.

¿Y si las consecuencias fueran de más largo alcance? El veterano William Hambrecht, fundador de la banca de inversión que lleva su nombre, es de los que piensan que la ansiedad de Facebook y el oportunismo de sus banqueros se han cargado la legitimidad de las OPV al convertirlas en un meecanismo “disfuncional”. La raíz se remonta a finales de los 90, pero la obsesión con la burbuja subsiguiente impidió que se tomara conciencia de la naturaleza del problema. Durante el boom de las puntocom, razona Hambrecht, los gestores profesionales de fondos se hicieron a la idea de que cualquier acción nueva, por el hecho de serlo, produciría beneficio rápido. “Con Facebook, el truco no ha funcionado, y mucho me temo que los inversores minoristas han perdido la ingenuidad”.


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