3/12/2012

3Dic

«Sin Otellini, lo impensable es posible», el titulo y el contenido de mi post del 22/11, ha provocado menos comentarios de los que esperaba; en cambio han llegado unos cuantos en respuesta al newsletter que envié a los suscriptores dos días antes sobre el mismo asunto, la jubilación anticipada del CEO de Intel. La diferencia está en que a estos lectores – entre ellos un buen amigo de Intel – les ha provocado rechazo la siguiente frase: «Intel, una potencia industrial y financiera, ha vivido décadas aferrada a la arquitectura x86 y dedicada a prolongar el mito de la ley de Moore». ¡Ha dicho mito! Me han pedido una explicación, y ahí va: es innegable e incontestable que la tendencia pronosticada por Gordon Moore en 1965 se ha cumplido en la realidad, pero ha sido porque se han puesto los medios para que así fuera, no por designio natural.

No me tomen como un negacionista, sino sólo como un picajoso palabrista. En mi opinión, la ley de Moore no es una «ley» en el sentido en que lo es la de la gravitación universal, de Newton (matizada por la teoría de la relatividad, que tampoco es una ley). ¿Es comparable con las leyes de la termodinámica? No está inscrita en la naturaleza, por lo que sería más bien un postulado – que Moore anticipó genialmente como el principio que regiría durante décadas la industria de los semiconductores, y al que esta ha ajustado sus variables económicas.

Se cumple, claro que se cumple, porque confluyen tres factores: a) la industria ha dedicado los recursos necesarios para asegurarse de que cada 18 meses se duplique el número de transistores en un circuito integrado, b) existe un mercado capaz de asimilar, al ritmo de renovación adecuado, los productos surgidos de esa inversión industrial, pero 3) esto ocurrirá mientras la secuencia no tropiece en algún momento con los límites marcados por las leyes de la física.

Vale, se dirá que no exagere, que es sólo una expresión extendida por el uso corriente. De acuerdo, hay otras en nuestra habla que merecerían la misma crítica, pero si tomamos al pie de la letra y convertimos en leyes fenómenos dictados por la evolución tecnológica, no por la naturaleza, acabaremos creyendo que el crecimiento es continuo. Y a la vista está que no lo es. O tal vez deberíamos corregir el ritmo previsto por el fundador de Intel [circula una tesis según la cual la frecuencia de su «ley» estaría a poco de pasar a tres años, en lugar de año y medio].

Finalmente, «¿por qué has usado la palabra mito, Norberto? Me suena denigrante» Bueno, no es para tanto: me ha parecido descriptiva la acepción antropológica, «creencia compartida por la tribu». Porque, sinceramente, ¿no somos una tribu? ¿No usamos a diario un metalenguaje sectorial que el resto de la humanidad no entiende? Gracias por animar la conversación.


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