De los resultados trimestrales anunciados días atrás por el grupo Vodafone, me gustaría comentar algo que no ha encontrado espacio en las reseñas de la prensa española, pero que representa tendencias que, supongo, son de interés para los lectores de este blog. En primer lugar, los resultados per se: los ingresos totales [10.204 millones de libras] han caído un 4,2%, pero se nos advierte que el descenso habría sido del 2,9% si no fuera por los costes de terminación determinados por la regulación [como si esta fuera una anomalía pasajera y no una realidad irreversible]. En Europa, que aporta el 68% del total de ingresos, con el 29% de los usuarios, las condiciones competitivas y la presión regulatoria – explicó el CEO Vittorio Colao – determinaron una caída del 7,9%.
Todas las filiales europeas sufrieron esa tendencia negativa, pero las más castigadas fueron la italiana y la española. El retroceso de los ingresos en España [706 millones de libras, equivalente a 866 millones de euros] fue del 15,3% con respecto al primer trimestre del anterior año fiscal. Con lo que el mercado español no parece que se apunte a los síntomas de «estabilización en Europa» que cree observar Colao. Un minúsculo avance en los ingresos por telefonía fija no podría compensar la caída de la telefonía móvil «como resultado de nuestra respuesta a la presión competitiva en los servicios convergentes, al mayor peso de los planes de precios SIM-only y a la propensión a terminales de gama media».
Por contraste, el tráfico de datos acelera su crecimiento: un 73% en el conjunto del grupo, un 53% en Europa (no se han facilitado las cifras de España). Es una evidencia que tiene sentido la decisión de Vodafone de centrar los esfuerzos de marketing y las inversiones para privilegiar a la clientela de calidad, de la que se presume un mayor uso y una mayor capacidad adquisitiva, de lo que resultaría el deseado incremento del ARPU. En Europa, en virtud del Proyecto Spring – un desembolso estimado en 7.000 millones de libras – la cobertura 4G ya es del 52% y se espera que sea del 91% en 2016.
A una pregunta sobre la situación del mercado español, Philippe Humm, CEO regional para Europa, respondió que se trata de un caso único por el impacto que ha tenido la oferta Fusión, lanzada por Movistar: «lo que se quiso presentar como una iniciativa de valor, no ha sido positivo para la rentabilidad del mercado en su conjunto, y sólo podemos esperar que en otros países [en circunstancias similares] se actúe con más racionalidad, al menos en el frente de los precios».
Lo importante, en cualquier caso, es que Vodafone ya no se ve a sí misma etiquetada con el rótulo de «operador móvil» que ha marcado su historia desde los orígenes: la estrategia seguida el último año apunta a reforzar su oferta de servicios convergentes, y al servicio de este objetivo están las compras de operadores de cable como Kabel Deutschland y Ono o las alianzas para prestar servicios sobre fibra en Irlanda y Portugal. «Estamos creando valor en el negocio fijo y no simplemente defendiendo el valor de nuestra posición en móviles», dijo Colao.
En la conferencia con analistas hubo tiempo para preguntar por las expectativas de Vodafone sobre la nueva Comisión Europea. Colao no dijo nada que no hubiera dicho en su última visita a Madrid pero se extendió acerca de las discrepancias que ha mantenido con Joaquin Almunia, comisario europeo saliente. La forma correcta de medir el impacto de la regulación no es tomar como referencia el capex requerido para generalizar la banda ancha móvil para alcanzar los objetivos de uso, sino que la métrica debería ser el retorno sobre el capital a invertir. En este sentido, dijo, «tenemos trabajo que hacer para convencer tanto a Bruselas como a los reguladores nacionales».