Ericsson tiene nuevo CEO, en la persona de Börje Ekholm, y a diferencia de sus predecesores no es un veterano de la compañía sueca, pero no es para nada un advenedizo porque llega investido de la confianza de uno de los dos grandes grupos accionistas, la familia Wallenberg, cuyo holding de inversión AB ha dirigido durante años. En tal carácter, es miembro del consejo de Ericsson y, presuntamente, uno de los que avaló los planes de Hans Vestberg y luego votó su fulminante destitución. Ekholm no ocupará su nuevo puesto hasta enero, por lo que no se esperaba gran cosa de sus primeras declaraciones.
Ekholm ha preferido adelantar sus intenciones a través de una conversación telefónica con Tiernan Ray, de Barron´s, quizá para explicarse ante los accionistas no suecos: «nos encontramos en una situación que exige decisiones duras, de las que requieren coraje; personalmente, no me asusta tomarlas». Más precisamente, explicó que el problema de Ericsson consiste en «ajustar nuestros costes al volumen de nuestras ventas». Por si alguien hubiera entendido que prometía profundizar los recortes que no evitaron la caída de Vestberg, el futuro CEO predicó la necesidad de «invertir en I+D […] ir mucho más lejos en nuestras competencias en software y ser más audaces en los servicios cloud«.
Nada sorprendente, que no lo dijera Vestberg en años anteriores, pero que se presenta como un discurso renovado por venir inspirado desde el sancta sanctorum del capitalismo sueco, la dinastía Wallenberg, hoy dirigida por los primos Jacob y Markus. Hace meses, cuando arreciaban los rumores de que Vestberg no tardaría en caer, un amigo que conoce bien el país me dijo que, a las dificultades de Ericsson en el mercado, se sumaba la rivalidad entre accionistas de distinta mentalidad: una industrial, encarnada por los Wallenberg – de la que años atrás se decía que controlaba el 40% de los empleos y el 40% del valor bursátil del país – y otro cuyo centro de gravedad es financiero, el Handelsbank controlado por Fredrilk Lundberg. La prensa se encarnizaba entonces con Vestberg, que se había quedado sin cartuchos.
Me fío del diagnóstico, pero me preguntó qué habrá pasado para que de la nutrida lista de presuntos candidatos publicada por la prensa de Estocolmo – todos externos, que ya dice algo – el puesto de CEO recayera precisamente en un acólito de los Wallenberg y no en alguien neutral, si es que tal cosa existe en semejante reparto.
Comoquiera que sea, el problema de fondo es que los recortes de costes de Vestberg desde 2014 no restauraron los márgenes. Ericsson sufre, como Nokia, la contracción de las inversiones de los operadores, el difícil tránsito entre una larga sobrevida de las redes 4G ya desplegadas y el plazo que falta hasta el despliegue de las infraestructuras 5G. Vestberg intentó diversificar el negocio hacia áreas de crecimiento, pero esas áreas – sólo una quinta parte de los ingresos – no pudieron compensar la caída del core business. El informe de resultados del tercer trimestre indica una caída del 14% en los ingresos, en la que ha sido determinante el retroceso de la división Networks (-19%), que representa el 48% del total.
Hay menos de 500 kilómetros entre Estocolmo y Espoo, suburbio de Helsinki donde tiene su sede Nokia. No es mucha distancia, pero ambas compañías comparten dificultades en un mercado mundial renuente a aprobar contratos de infraestructura de comunicaciones. Los ingresos de Nokia cayeron un 7%, que fue más grave (-12%) en la división Networks. La diferencia fundamental reside en que Nokia está inmersa en el proceso de absorción de Alcatel Lucent, mientras que la doctrina oficial de Ericsson dice que la consolidación no es la solución a los problemas que plantea el mercado.
Tanto en una como en otra, las explicaciones de los resultados trimestrales parecen escritas frente a un espejo:
[Nokia]: «el declive de nuestros ingresos se debe a la debilidad macroeconómica de mercados como Brasil, Rusia y Oriente Medio, que impacta nuestro negocio de cobertura y de capacidad […] adicionalmente, las ventas en Europa son débiles desde que se completaron los proyectos de banda ancha móvil de 2015»
[Ericsson]: «las tendencias negativas de la industria en la primera mitad de 2016 se han acelerado, y la principal razón es la debilidad de la demanda de banda ancha móvil en los mercados con un entorno macroeconómico débil. La mezcla actual de los negocios de venta de cobertura y capacidad en banda ancha móvil no esperamos que mejore a corto plazo».
Los análisis bursátiles que he leído dan un voto de confianza a Rajeev Suri, CEO de Nokia, al que conceden el beneficio de la duda mientras reorganiza la compañía para sacar partido de las áreas de negocio que incorpora gracias a la integración de Alcatel Lucent.
No me extenderé más. Sería hasta de mal gusto comentar hoy en este newsletter los resultados de Huawei, cuya competencia agobia a los dos últimos representantes de lo que en tiempos fue una industria europea del sector.