Me cuentan que la 50ª reunión del ICANN en Londres, la semana pasada, fue una de las más tranquilas que se recuerdan, pero un episodio menor ha saltado a los medios como si hubiera sido un escándalo: la oposición del gobierno de Francia a la aprobación del dominio .wine o su variante .vin. La industria vinícola francesa, y tras ella las autoridades, temen que el sufijo pueda servir de coladero para que productos de baja calidad aparezcan en el mismo plano que los protegidos por las denominaciones de origen, con la consiguiente confusión para los consumidores. En esta postura, han sido secundados por los productores californianos y los australianos, pero esto no ha impedido que ciertos comentaristas anglosajones y francofóbicos se valieran de la anécdota para clamar contra el riesgo de que la soberanía sobre Internet pase a manos de los estados y no, como ocurre desde 1998, en las de un organismo supranacional no lucrativo bajo supervisión estadounidense.
De ahí a sostener que la web podría caer bajo la influencia de regímenes totalitarios, hay un umbral que traspasa, entre otros, un análisis de la Heritage Foundation titulado Protecting Internet Freedom and American Interests. Esta sobreactuación ideológica es un efecto retardado del anuncio de la administración Obama, en marzo, de un plan por el que a más tardar en setiembre de 2015, la agencia gubernamental NTIA rescindiría el contrato por el que cede a ICANN el control sobre el funcionamiento de Internet [que, como todo el mundo sabe, fue en origen un desarrollo del departamento de Defensa] incluyendo la responsabilidad por el sistema de dominios. Para esa fecha, las partes representadas en el organismo – ni público ni privado, sino todo lo contrario – deberían encontrar una alternativa viable y aceptable.
Es curioso que el debate vuelva a aflorar ahora, cuando países como Brasil e India, que animaron la campaña para que la ONU se haga cargo de las funciones de ICANN, ya no presionan sobre ello, porque les inquieta mucho más el espionaje de la NSA desvelado por Edward Snowden. Dentro de EEUU, los think tank conservadores han descubierto otro flanco para acusar a Obama de blandura, y le reclaman que rectifique su decisión.
En los pasillos del hotel Metropol de Edgware Road, donde se celebró la reunión, a nadie parecía preocuparle el asunto, aunque se habrá tratado a puerta cerrada. La alternativa al modelo actual no se ha encontrado, y no es seguro que se encuentre, pero ICANN sigue haciendo su tarea. El debate recurrente en torno a la conveniencia de abrir la mano a los nuevos dominios genéricos sigue centrando los trabajos: hay 1.300 solicitudes aprobadas, pero menos de un centenar ya tienen luz verde para iniciar los procesos de registro y comercialización de dominios. No se puede decir que la idea haya sido un éxito hasta ahora, pero candidaturas no faltan. Y fracasos, tampoco: uno polémico es el sufijo .xyz, al que nadie encuentra sentido. Otro más cercano a nosotros, es .berlin., que pretendía ser el modelo sobre el cual se rigieran otras iniciativas para que cada ciudad europea dispusiera de su espacio en la web como vehículo de promoción de negocios, pero en la práctica se ha convertido en un mal ejemplo de autoregistro, con escaso impacto en las empresas alemanas, que se sienten cómodas asociado sus marcas a las terminaciones .de o .com.
La muy eventual privatización completa del sistema DNS – que también tiene defensores – conjuga matices ideológicos e intereses comerciales, pero en el paisaje sobrevuela el temor a que Google haga valer su condición de primer facilitador de la navegación por la Web para, cuando convenga a sus intereses económicos, convertirse en macroregistro global. Se trata de una hipótesis tan fantasiosa como cualquier otra, pero de ella sí se hablaba en los pasillos. Los partidarios del modelo vigente no descartan que pudiera ser una consecuencia indeseable de la batalla entre Google y Facebook por controlar el mayor número de usuarios. Visto lo visto, opinan, la continuidad de ICANN en su formato actual no sólo es necesaria sino que es la fórmula que da más garantías. Al fin y al cabo, así ha llegado la WWW hasta donde ha llegado.