Durante años, la logística de Apple funcionó como un reloj, y con esa preciosa credencial Tim Cook ganó la confianza de Steve Jobs. Ahora que Cook ha llegado a la cumbre, el imparable éxito de la marca está provocando algunos problemas que repercuten, justamente, en su capacidad para enlazar su eficaz cadena de suministros – externalizada casi totalmente – con la disponibilidad oportuna de los productos en el mercado. Ha habido periódicas tensiones por las dificultades laborales (sic) de su principal contratista en China, Foxconn, pero lo que está ocurriendo estos días con el nuevo iPad Mini parece tener un origen preciso, las pantallas.
Sería ingenuo esperar que Apple revele algo al respecto, pero los medios taiwaneses – siempre atentos, por la cuenta que les tiene – afirman que Apple ha decidido que lo mejor será abrir un segundo carril: el contrato con el fabricante coreano LG Display [que inicialmente sacó buen partido de los conflictos de su compatriota Samsung] será compartido con el fabricante taiwanés AUO, que ha prometido entregar un millón de pantallas mensuales a partir de diciembre, la misma cantidad que LG Display despacha desde septiembre. Otro proveedor escogido, Sharp, ha tenido problemas fabriles, y la suma de todo dará como resultado que la oferta se quede corta con respecto a la demanda en los próximos meses. Por cierto, el iPad Mini no es ensamblado por Foxconn, como el iPad 4, sino por Pegatron, y se dice que la primera está tratando de diversificarse para reducir la dependencia recíproca con Apple.
¿Por qué ha llegado a ser tan importante la logística de la cadena de suministros? Elemental: porque la industria se ha orientado a la reducción de costes, y al final se ha encontrado con un encogimiento de márgenes. La externalización se ha llevado a un extremo tal que la presión puede dejar a más de uno en la cuneta.
¿Es irreversible el fenómeno? Se discute desde hace tiempo en Estados Unidos si es posible repatriar la producción de cierto valor añadido. Por esto llama la atención la noticia de que Lenovo se está planteando asumir directamente la fabricación de sus modelos premium. Ya se había dicho que podría reforzar la capacidad adquirida en Alemania con la absorción de Medion, y ahora surge la versión según la cual concentraría en Carolina del Norte la producción final de hasta un 30% de los portátiles que vende en el mercado estadounidense. Oficialmente, la empresa no ha dicho nada, pero si se habla del asunto es ya una señal de que la estructura industrial que se ha dado por exitosa, presenta grietas. Entre otras cosas, el resultado puede ser que el consumidor debería abandonar la ilusión de que un PC o un móvil serán más baratos el año que viene.