29/06/2016

29Jun

La serie noruega Okkupert (Occupied, en Movistar+) tiene más elementos para un profesor de ciencias políticas que la efectista Juego de Tronos. La trama se basa en una hipótesis que a priori podía parecer estravagante: tras ganar las elecciones con un programa que incluye el cierre de las plataformas petrolíferas, el nuevo primer ministro decide cumplir el mandato de los ciudadanos y en consecuencia paraliza el suministro de gas al continente europeo, una suerte de escarmiento para hacer un uso sostenible de la energía. Sólo he visto seis de los diez capítulos, así que no teman que les cuente el final. Traigo el asunto a colación como ejemplo de un extremo en el que una decisión democrática pero maximalista (podría decirse al revés) abre la mítica caja de Pandora y crea una radical división entre los ciudadanos.

Han pasado sólo seis días desde el referendo británico y lo único cierto es el desconcierto. Por no haber, no hay siquiera una idea acerca de si es preferible acelerar o enfriar los mecanismos institucionales en cumplimiento del mandato ciudadano. Por lo visto, David Cameron convocó el referendo convencido de que lo ganaría. Ni él ni la CE tenían un plan B por si ocurría lo contrario. Ahora, tardíamente, se sugiere una posible salida que no disgustaría a los líderes del Brexi (al menos, a los menos radicales) y que consistiría en la fórmula llamada ´Noruega minus`. Noruega goza de un trato privilegiado con la UE: no está entre los 28 pero acepta el libre movimiento de trabajadores y forma parte de la zona Schengen, a cambio de beneficiarse del mercado interior europeo. De hecho, el 52% de los británicos han votado contra la migración comunitaria, y esto conlleva la pérdida del acceso al mercado europeo de servicios y al ´pasaporte` que da al sector financiero derecho a operar en el continente. Se volvería, en cierto modo, a los tiempos de la EFTA – zona de libre comercio entre siete países miembros – creada en 1960 por Londres, que la abandonaría para entrar en lo que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea (hoy UE).

Mientras tanto, las empresas – tanto las británicas como las multinacionales que sin duda se vean afectadas – optan por no pronunciar una palabra que revele su pensamiento. Que yo sepa, sólo Vittorio Colao, CEO de Vodafone, ha dicho que su empresa debería empezar a pensar en sacar su matriz de Reino Unido [curiosamente, ya ha había decidido que a partir de este año sus resultados se expresan en euros, no en libras].

Según los cálculos, la separación efectiva entre Reino Unido y sus hasta hoy 27 socios debería producirse antes de las elecciones europeas de mayo de 2019. Para las empresas de todos los sectores, los problemas ya han empezado. Por mi parte, había prometido resumir el impacto negativo para el de las TI, y hoy cumplo la promesa. Dividiré los efectos en tres bloques: mercado, resultados y normativa. Empiezo hoy, a ver si acabo mañana y puedo rescatar otros temas pospuestos.

IDC ha elaborado de urgencia un documento de tres páginas en el que resume las valoraciones de sus analistas europeos. El impacto será «ligeramente negativo», pero no lo cuantifica. Habrá, pronostica, un menor entusiasmo por comprar software y firmar contratos plurianuales, pero a cambio podría crecer el gasto en lo que la consultora no pierde ocasión de llamar ´tercera plataforma`: tecnologías como cloud, movilidad y analytics. Todos los sectores de actividad, sin excepción, van a recortar su gasto en IT. Por su lado, Gartner ha cuantificado el pesimismo. En Reino Unido, este año, se recortará en el equivalente a 4.600 millones de libras el gasto en TI. Antes del referendo, la estimación de Gartner era de 179.600 millones (1,7% de aumento) que dos días más tarde mutó a un descenso del 0,3%. John Lovelock, analista que firma la previsión, no se anima todavía a decir en cuánto quedará la anterior previsión para 2017, que era de 183.000 millones de dólares.

Reino Unido representa el 26,5% del mercado de TI en Europa Occidental y el 5,2% del mercado global. Como es fácil imaginar, Lovelock anticipa que la mayor reducción se centrará en los dispositivos (PC, smartphones y tabletas) pero también pronostica un enfriamiento del gasto empresarial en equipos de infraestructura (servidores, almacenamiento y networking)

La oficina británica de Canalys ha hecho también sus deberes. Según sus cálculos, el gasto en TI se reducirá un 10% este año y otro tanto en 2017. El impacto del Brexit será duradero y puede variar en el timing, pero la debilidad de la libra provocará de inmediato un aumento de precios que justificará la contención de los compradores.

La perspectiva económica en Reino Unido era positiva, con bajas tasas de desempleo e inflación, sintetiza Canalys, pero de la noche a la mañana – literalmente – ese pronóstico ha dado la vuelta. Durante meses, o tal vez años, costará medir las implicaciones de las nuevas condiciones del mercado británico y de sus relaciones con el resto del mundo. La nueva previsión, necesariamente vaga en las cifras, se basa en que tanto las empresas como el sector público recortarán sus presupuestos para atenuar el riesgo. «La perspectiva para 2017 es todavía peor – advierte Matthew Ball, analista principal – y esa contención podría llegar hasta el 15%».

Los consumidores se retraerán, y las marcas de dispositivos han tomado la decisión de ajustar sus precios a la evolución cambiaria, de manera que no sacrificará márgenes, ya muy estrechos. Si hasta ahora no se había notado demasiado se debió a que el canal de distribución tenía inventarios sin vender desde antes de la temporada navideña. Alastair Edwards, otro analista de Canalys, cree que ese problema está asimilado, por lo que la mayor amenaza ahora es la caída de la demanda.

Claro está que unos efectos serán inmediatos y otros no. La caída de la libra se ha añadido a su volatilidad frente al dólar, asunto que inquietaba desde principios de año. Ball llega al punto de marcar el listón más bajo al que podría llegar; 1,20:1, si la confianza siguiera deteriorándose y los activos financieros se fugaran a otras divisas y a otras plazas. La primera sensación que ha recogido en la industria es que «a corto plazo», habrá que renegociar contratos – sobre todo si fueron firmados a precio fijo – y recalcular las propuestas pendientes… cualquier proyecto nuevo quedará congelado hasta que el tipo de cambio se estabilice.

Se ha dicho que, aunque no lo dijeran así, el sueño de los promotores del Brexit era crear una situación que propiciara la vuelta a la consideración de Europa como zona de libre comercio, a caballo entre dos relaciones preferentes, una con Estados Unidos y otra con el continente europeo. Muy mal han hecho los cálculos, si puede uno fiarse de las reacciones del resto del mundo.


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