El post de esta semana sobre los resultados de Apple ha provocado interesantes comentarios. Entre ellos, me interesa en particular responder a Iñaki R, quien ha entendido que en mi opinión Apple manipula los rumores que preceden sus presentaciones financieras. No he dicho eso, ni estoy en condiciones de sugerir tal cosa. Lo que he escrito es que hay una legión de individuos que regularmente se encargan de calentar el ambiente, y muchos de ellos son indocumentados. A los analistas profesionales se han sumado un número variable de aficionados con muchas ganas de comunicar al mundo sus previsiones, basadas en no se sabe qué método.
¿Egolatría? ¿Intereses creados? No lo sé. Un colega americano que escribe sobre Apple desde hace años, me decía que estos pronosticadores amateurs son muy numerosos, cada vez más, y normalmente arriesgan más que los profesionales. Estos, a su vez, no ocultan su malestar con la prensa, que hace más caso de aquéllos porque “dan mejores titulares”.
Por diversas razones, el artefacto no ha funcionado en esta ocasión, y los resultados de Apple no fueron lo bastante buenos para lo que propugnaban tales expectativas artificiales. Por primera vez, los directivos de la compañía se han quejado de la “increíble proliferación de rumores y especulaciones sobre nuestros productos futuros” [Tim Cook]. Se refería a las múltiples versiones que circulan acerca del iPhone 5, a las que atribuyó que del modelo vigente se vendieran menos unidades que las esperadas. En el fondo, ocurre que el formidable crecimiento de Apple en los últimos años se ha basado en su capacidad de sorprender, pero ha llegado a un punto en que los fans quieren una hoja de ruta, y si no se la dan se la inventan.
La verdad es que en este juego perverso, Cook no puede fingir inocencia: un rasgo de la cerrazón informativa de Apple consiste en que ni siquiera ha admitido que esté trabajando en un nuevo modelo de iPhone. Francamente, no puede pretender veracidad la empresa más opaca del sector. Cuando, para colmo, abundan los cronistas alienados por el subjetivismo.