En abril, este blog ha cumplido dos años de publicación sistemática. Un lector que lleva la cuenta me escribe lo siguiente: “sinceramente, no creía que aguantaras tanto, a ese ritmo de trabajo y con esa calidad de información”. Gracias, Gustavo, a ver si nos conocemos un día de estos. Pues sí, en efecto, el ritmo de trabajo es muy intenso, a veces agobiante; pero trataré de aguantar. Es buena ocasión para una explicación sobre ciertos rasgos de mi trabajo.
Desde luego, no todos aprecian lo mismo que Gustavo: hay quienes dicen que reciben demasiada información [una queja no muy lógica en quien se gana la vida en un sector que atiende por la sigla T.I.] y a la hora de escoger prefieren otra fuente: es normal. No es menos cierto que el arco de los temas de que me ocupo es muy amplio, mientras que el trabajo de los lectores tiende a la especialización, por lo que no a todos les interesa todo lo que a mí me interesa, o no les interesa en la misma medida: también normal. Conservo unos cuantos mensajes de lectores que me reprochan por no tuitear, pero la verdad es que tengo las fuerzas que tengo.
El perspicaz Gustavo se ha percatado de que en mis post – no así en este newsletter, dirigido a los suscriptores – evito emplear la primera persona. No es una manía: durante años, ya fuera como consultor o como periodista, he acumulado disgusto con la extendida costumbre de colocar el yo [y sobre todo el ego] por delante del contenido. La lengua española no prescribe que el pronombre sea explícito, como si se hace en inglés, por lo que no tengo necesidad de escribir I think, I believe, When I was, My view, etc toda vez que el texto deja claro cuándo se trata de mi opinión y cuándo de un hecho o una fuente.