28/04/2016

28Abr

Cuatro meses de sequía son muchos para la ansiedad bursátil. El viernes 22, por primera vez en 2016, una empresa tecnológica se ha atrevido a salir a cotizar en Wall Street. Lo ha hecho porque realmente no podía esperar más. Hablo de SecureWorks, subsidiaria de Dell desde 2011, que se había comprometido a sacarla al mercado como uno de los sacrificios que tendrá que hacer para financiar la compra de EMC.

Se ha cumplido con la liturgia conocida [plana mayor de la compañía poniendo la cara que hay que poner, lluvia de papelitos sobre el parqué del Nasdaq] pero, lamentablemente, sin éxito. El recelo de los inversores hacia las acciones del Silicon Valley era patente desde hace meses, y mientras otras compañías plegaron velas, Dell siguó adelante.

En teoría, al mercado debería apetecerle una empresa de seguridad: este es uno de los segmentos más dinámicos del mercado de las TI. Aunque, a decir verdad, SecureWorks tampoco era una perita en dulce: para salir a bolsa, tuvo que aflorar pérdidas de 72,4 millones, casi el doble que en 2014. En su folleto preceptivo, advertía «no estamos en condiciones de asegurar que alcanzaremos la rentabilidad a corto plazo». En fin, que tras fijar Dell una horquilla de 15,50 a 17,50 dólares, finalmente la línea de salida quedó trazada en los 14 dólares. Los bancos involucradas en la operación tuvieron que emplearse a fondo para conseguir ese precio justo al borde de cerrar la primera sesión, pero en las dos siguientes – lunes y martes de esta semana – la cotización se quedó por debajo del listón.

La OPV de SecureWorks era observada con lupa, por ser un test de cómo estaría el ambiente bursátil hacia una docena, o más, de empresas tecnológicas que esperan turno. Según Dealogic, una sequía semejante sólo se registró tres veces en los últimos 30 años: justo después del estallido de la célebre burbuja de las puntocom, luego en 2003 y a comienzos de 2009 en plena crisis financiera. «El mercado está congelado – resume un comentarista – y nadie se atreve a ser el primero en dar el paso». En el fondo, lo que temen los inversores de Wall Street es que sus colegas del Silicon Valley se hayan dejado pillar los dedos al meter dinero en empresas de rentabilidad dudosa.

Se han censado 146 ´unicornios` – empresas que en transacciones privadas alcanzan un valor supuesto de al menos 1.000 millones de dólares – 88 de ellas en Estados Unidos. No todas pretenden salir a bolsa, pero los 1.000 millones se consideran el mínimo defendible. De todas ellas, sólo una, Nutanix, ha mantenido su candidatura al Nasdaq, pero ahora se lo estaría pensando otra vez.

Una consecuencia directa es que los inversores de riesgo se retraen, y ya no es nada sencillo cerrar rondas de financiación: según un informe de CB Insights, el monto recaudado por startups ha vuelto a retroceder, por tercer trimestre consecutivo. Bill Gurley, socio de Benchmark Capital, no esconde su temor a que algunas de ellas sigan como solían, gastando los recursos de sus inversores, sin haber comprendido cabalmente que las reglas han cambiado, quizá por bastante tiempo.

No es sólo cuestión de startups. El año está siendo de gran volatilidad, incluso para empresas de Internet ya asentadas y con modelos de negocio conocido, como LinkedIn, que perdió en febrero un 41% de su valor, del que sólo ha recuperado una mínima parte. La capitalización de Twitter ha caído un 25% desde principios de año, y la de GoPro un 22%. Quienes predican sobre fintech un día sí y otro también, deberían tener en cuenta que Lending Club (presentada como un modelo de préstamos al margen de la banca) se ha dejado un 31% del valor que llegó a tener en la cresta de la moda. Por no hablar de Fitbit, cuyos accionistas se han dejado en la gatera un 41% de valor, pese al prestigio de sus wearables.

Por otro lado, el fracaso de la OPV de SecureWorks no tendrá impacto sobre las finanzas de Dell: los 120 millones que esperaba recaudar, en poco hubieran aliviado la colosal deuda que sigue negociando para pagar la compra de EMC. En todo caso, Michael Dell puede decir que ha demostrado su voluntad de desinvertir en lo que sea preciso para recortar las redundancias de activos entre las dos empresas.


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